1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

CANTAR PATRÁS

¿Qué les pasa, señores, con lo inclusivo y lo transversal?

Formar ciudadanos “solidarios, ecologistas y feministas”, como enuncia la LOMLOE, significa acompañar a los jóvenes a un posicionamiento crítico en el mundo concreto y plural en el que viven, que no pueden dejar en el perchero al entrar en la escuela

Aurora Fernández Polanco 8/11/2022

<p><em>Qué se ve desde aquí</em>, 2022, proyecto de Antonio Ballester, Fundacion FCAYC, en colaboración con IES Pablo Díez de Boñar (León).</p>

Qué se ve desde aquí, 2022, proyecto de Antonio Ballester, Fundacion FCAYC, en colaboración con IES Pablo Díez de Boñar (León).

A. Ballester

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Me gustaría comentar brevemente algunos artículos publicados estos días en CTXT que, como diría la maravillosa poeta gallega Luz Pichel, no han abierto precisamente en mí senderitos para adentro. Se trata de “LOMLOE, de vuelta a la caverna”, de Javier Mestre y la entrevista que Esther Peñas le hace a Pascual Gil Gutiérrez. Valoro en ellos, como no podía ser de otra manera, la defensa de la educación pública y gratuita y, como los mencionados autores, huyo de la mercantilización y la irracional burocratización de la misma. Detecto, sin embargo, una serie de desaforados ataques a la LOMLOE que no puedo rebatir con conocimiento profundo de la ley, pero que causan en mí un malestar del que trataré de dar cuenta desde mi experiencia como profesora a pie de aula. Aunque sea universitaria.

La primera desazón tiene que ver con el conocimiento racional, desinteresado y universal que se reivindica en el artículo de Mestre, un conocimiento “accesible hasta para el esclavo analfabeto de Menón”. Para rebatir la tesis sin caer en la trampa de su negación, se me antoja jugar metafórica y anacrónicamente a sustituir al esclavo de Menón, entregado al cuestionamiento socrático, por la esclava de Tales de Mileto que, según cuenta Platón, reía como loca cuando el pobre filósofo se precipitaba en una zanja, mirando como estaba siempre a las alturas. El filósofo de Mileto provoca la risa de una persona que, con los pies en la tierra, se ocupa de sus cuidados y de otros menesteres. Las carcajadas de la esclava tracia, tachada siempre de ignorante, tienen su miga y necesitan ser revisadas –si es que no se ha hecho ya– por pensadoras que miren de otra forma a esta sirvienta que le achaca a Tales el desarraigo de la teoría: ¿cómo miras tan lejos y no ves lo que tienes cerca, es decir, no atiendes a las condiciones materiales de tu vida? Con cierto y reconocido atrevimiento, intento arrimar el ascua a mi sardina feminista y alumbrar con ella los aspectos necesarios de la vida práctica y ecodependiente presentes en los currículos del sistema educativo por venir. Como imparto clases universitarias en Artes, nos podemos permitir estas licencias, pero seguro que la discusión puede ser también provechosa en institutos de educación secundaria: la esclava tracia y Menón, ¿hay forma de hacerlos coincidir? 

¿Por qué los amigos de la universalidad –y enemigos acérrimos de la “totalidad” de la LOMLOE– se toman a chanza el hecho de que la ley recoja la necesidad de trabajar por una sociedad más inclusiva y solidaria? ¿Qué tiene lo universal y de qué adolece lo inclusivo? ¿Cuál de los dos está mas cerca de denunciar la brecha socioeconómica, la devastación del planeta, la violencia contra las mujeres, las opciones sexuales o el racismo cotidiano? Con la crisis ecosocial que padecemos, ¿no debe estar la educación a la altura de un nuevo paradigma donde la “instrucción” adelgace y las bandas transversales del currículo –la sostenibilidad, el feminismo y la inclusión–, dejen de ser meros adornos formales (parerga), para convertirse en arterias que lo irriguen? Cada contexto escolar es distinto. Por eso, está bien aterrizar el currículo en problemas que, a buen seguro, atañen hoy más a nuestras estudiantes que el teorema de Pitágoras en su “esencial impersonalidad”. 

Formar ciudadanos “solidarios, ecologistas y feministas”, como enuncia la LOMLOE, no significa estar entregados al “marasmo ideológico de las redes y de internet”, como escribe Mestre, sino acompañar a los jóvenes, en cada vertiente curricular, a elaborar un posicionamiento crítico en el mundo concreto y plural en el que viven y que no pueden dejar en el perchero al entrar en la escuela, el instituto o la universidad. Y ha de hacerse de forma interdisciplinar, transversal, aunque este sea un término denostado por los amigos incondicionales de la universalidad. Y de la disciplina (en el doble sentido de la palabra). Poner a trabajar las materias supone mezclarlas con otros saberes y haceres que competen y que tienen (en su haber cotidiano) las y los estudiantes, quienes no son ciudadanos ideales del mundo, sino que provienen de contextos y situaciones muy distintas. De ahí, simplemente, la educación inclusiva. De ahí, la mal entendida educación personalizada, que no es otra cosa que rebajar la pretensión de transmitir unos conocimientos “para todos” a través de temarios encapsulados y repetitivos al servicio, en última instancia, del negocio de los libros de texto.

Se puede decir que el arte y las humanidades sirven para algo sin que por ello se nos acuse de agentes del mercado

Me extraña que todavía se hable del saber por el saber o el arte por el arte. Se puede compaginar el hecho de que la idea estética te ayude a pensar mucho y que las prácticas artísticas se puedan “usar”. Hay un uso que no tiene por qué confundirse con el utilitarismo. Y sí, se puede decir que el arte y las humanidades sirven para algo sin que por ello se nos acuse de agentes del mercado. Les dejo un ejemplo concreto y esperanzador.

Tuvo lugar el curso pasado en el campo en el que me desempeño, un proyecto de largo aliento entre el artista Antonio Ballester, el Área de Educación y Programas Públicos de la Fundación Cerezales y el profesorado y estudiantes del IES Pablo Díez de Boñar (León). De modo transversal, saltaban chispas entre el arte, la artesanía, la ecología, la educación, los saberes y haceres ancestrales y los porvenires. Las y los estudiantes se volcaron en el proyecto durante meses. En Lengua, Inglés, Francés y las asignaturas del departamento de Geografía e Historia trabajaron la comunicación con todo tipo de textos, las entrevistas, la comunicación oral, la edición de sonido y el código abierto. En Dibujo y Educación Física se dedicaron a la ergonomía, realizaron mediciones de sus cuerpos, aprendieron teoría de higiene postural, tan útil para su día a día, y el proceso de carga y descarga desde el taller Hacendera: un corro (2022), impartido por profesores del Centro de Oficios y Artes Plásticas de León. De la ecología se encargaron con un foco más preciso la Tecnología y la Biología: organizaron salidas de campo y charlas con técnicos forestales. Plantaron árboles para compensar la madera que habían utilizado para hacer su bancada ideal (el corro para compartir discusiones), intentaron mejoras en el huerto. En Matemáticas, Tecnología y Economía, trataron cuestiones de logística: presupuestos, montaje, herramientas. También cuestiones relativas a las diferencias entre arte, artesanía, diseño, seriación o autoproducción. Todo ello se recogió en videos y piezas (como la bancada comunitaria) que pudieron verse en la exposición de la Fundación Cerezales. Como les digo, un caso práctico de lo que se viene reclamando en la LOMLOE. 

Dicen –y lo comparto– que nuestra salvación como especie pasa por la educación de hábitos, de valores, de gustos. Desde los sectores de la enseñanza sabemos que esto no ocurre por arte de magia: no está de más que los impuestos no bajen para los más ricos y que los Estados democráticos nos amparen con leyes que permitan mejor vida material para los más desfavorecidos. Roman Krznaric en El buen antepasado (Capitán Swing, 2022) sostiene que nuestra habilidad imaginativa es capaz de planificar y pensar a largo plazo. La mayor crítica que podríamos llegar a hacer a la LOMLOE es que falte financiación para que esta imaginación intergeneracional pueda luchar contra la tiranía de la inmediatez.

Me gustaría comentar brevemente algunos artículos publicados estos días en CTXT que, como diría la maravillosa poeta gallega Luz Pichel, no han abierto precisamente en mí senderitos para adentro. Se trata de “

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Aurora Fernández Polanco

Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. vinadomingojordi

    Está bien esto de ser suscriptor y poder opinar junto a los grandes. Espero que un día mis comentarios sean más largos que los artículos que comentan. Hace unos días, en referencia al artículo de Mestre en estas páginas, escribí que veo cuatro cuadrantes en el debate sobre leyes educativas, las cuales, al fin y al cabo, son una plasmación de lo que se piensa por ahí sobre este asunto de educar. Estos cuadrantes estarían definidos por los ejes Progresista / Conservador en cuestiones de la vida en general y A favor / En contra de la innovación en maneras de enseñar y las leyes que las estructuran. Pues bien, si el artículo de Mestre estaría dentro del cuadrante Progresista / En contra de la innovación (la LOMLOE se quiere innovadora), el de Fernández Polanco estaría en el de Progresista / A favor de la innovación. El caso es que tanto uno como otro tienen mucha razón y, al mismo tiempo, no ponen en el centro el gran tema: la falta de equidad en la educación. Dije que en el de Mestre había cosas que no compartía porque en la postura que defiende siempre hay una cierta pereza argumentativa: lo que dice ya ha sido expresado en cientos de artículos (pérdida de cultura humanística, fabricación de ciudadanía aborregada...) e identifica lo bueno de la educación con lo que a muchos les fue bien e hizo de ellos personas cultas y críticas, sin dedicar demasiado tiempo a pensar en si eso sirve para un alumnado como el actual. La experiencia parece indicarnos que algo habría que cambiar, que no todo sirve para todos y para siempre. En cambio, todo lo referente a cómo se diseña un modelo que parece destinado a hacer de la educación una travesía ligera para el alumnado que no evoluciona a riesgo de que dicho modelo educativo tenga poco fundamento y menos riqueza conceptual parece más que cierto, no como principio normativo para todos por igual, pero sí como opción integradora para ese alumnado que no obtiene ningún tipo de éxito con el modelo actual. No sé si, como afirman muchos, el objetivo es la construcción de una ciudadanía aborregada. Estas opiniones entrarían en el dominio de una leve conspiranoia y yo no veo que la LOMLOE sea una ley malintencionada. Lo que sí es más que evidente es que hay en los gestores educativos mucho miedo al fracaso, hay pavor a que la cantidad de alumnado que no va a ninguna parte siga siendo tan grande en el país y que su apuesta de mejora no es la que en esencia se necesita, aunque tenga partes interesantes. Si todo el sistema está organizado de manera que se evalúe a sí mismo, la percepción que se puede transmitir es que se está en situación mejorable, tampoco desastrosa. Lo cual no es falso. En conjunto. Ya. Pero las pruebas externas tipo PISA o las de Competencias Básicas devuelven una foto en la que, como todas las fotos donde sale mucha gente, los hay que salen mejor y los hay que fueron pillados con muy mal aspecto. ¿Quién se ocupa de estos últimos? La LOMLOE quiere hacerlo, pero la solución parece ser el un modelo integrador en el que todo el alumnado pueda, por así decirlo, pillar algo. Se aprobaría mucho, lo cual ya sucede, y se aprendería según del barrio que seas y del tipo de familia que tengas, o sea, que se podrá superar niveles aprendiendo más bien poco porque los indicadores de éxito darán una buena respuesta a aspectos diferentes de los que tienen que ver con el conocimiento profundo de ciertos contenidos, y que sean transversales o estancos no importa nada aquí. De hecho, una parte del aparato teórico de la nueva ley parece apuntar a una sustitución de la idea de aprobar por la de estar en el cole y recorrer los estadios de un proceso, vivir unas experiencias y demostrar que se ha entendido algo, saber estar en convivencia de una manera respetuosa y hacer unas cuantas cosas cuyo peso intelectual variará de centro a centro y de persona a persona. ¿Qué tiene de malo?, se preguntará alguien. Nada y casi todo. Nada si hay un entorno familiar, social, econòmico y cultural propicio. Casi todo si no es ese el caso, y el casi lo dejamos porque al menos, como dice Fernández Polanco, hay un enfoque hacia asuntos vitales en una sociedad que se quiera justa que son loables. La prueba de lo que afirmo, más que comentada entre profesorado de al menos secundaria y al menos en Catalunya es que, desde hace tiempo, ya veremos si cambia, si trabajas en un centro que no tiene buen aspecto, tendrás todo el sector mirándote con lupa, hostigándote y recordándote que cambies, aunque no sepas por dónde empezar a cambiar ni cómo ni te fíes un pelo de los cambios propuestos; si trabajas en un centro de una población de clase media tirando a alta, titulas el 99% de tu alumnado y envías 90 alumnos a la Selectividad, de los cuales aprueban 89, te dejarán en paz aunque en tu centro se imparta clase como en los tiempos de Cánovas del Castillo. Es ese tipo de datos que demuestran que el problema real, el gordo, no es el modelo educativo ni la ley que haya, que si va bien poco importa que el alumnado demuestre según qué cosas. Otra prueba es que el alumnado que por convicción de las familias va a la pública en que se aprende poco porque es la del barrio, recibe todo tipo de complementos en forma de extraescolares de refuerzo o ampliación, propiciando un sistema educativo paralelo cada vez con más oferta que suple las carencias del otro. Por eso también los ayuntamientos sensibles al problema del pobre crean versiones subvencionadas de estos sistemas paralelos que funcionan con más o menos gloria. Que es como decir que la escuela así no llega a según qué lugares y que saben que el problema no es la escuela, sino las circunstancias de sus habitantes. Por tanto, no se trata realmente de qué hay en la ley ni de cómo se enseña. Este artículo de Fernández Polanco dice que lo que la ley pone en el centro de la educación es defendible. También está en lo cierto. Cualquier persona desprejuiciada, de hecho, se dará cuenta de que no hay contradicción entre los contenidos defendidos por la posición de Mestre y la otra. Qué tendrá de malo poner en el centro valores como los destacados por Fernández Polanco en su experiencia leonesa. Sobre todo cuando ya solo los muy abyectos o desinformados piensan que asuntos como el de la ecología, el patriarcado tóxico o la salud emocional son para tomárselos a broma. Como ya expuse en el comentario al artículo de Mestre, el problema es otro, distinto del que un artículo y otro ponen en el centro del debate. El problema es que en muchos lugares no se puede dar clase. Ningún tipo de clase. Así de claro y así de duro. Y no hablo de mal comportamiento. Incluso los que por carácter no tienen gracia en eso de ser respetados desde el minuto uno del curso aprenden cómo lograrlo con el tiempo. Los gestores educativos lo saben, pero no os la van a contar, que no se da clase, lo que se entiende por clase. Se da una cosa parecida a la clase, pero no es clase. Y no se da por toda una serie de circunstancias sociales, económicas y culturales que a la puerta de las escuelas ponen a unos críos que no se ven a sí mismos como sujetos que puedan aprender nada, que encuentren la conexión entre estudiar y mejorar. Por eso despistan con carroña mediática, especialidad de gente como el conseller González-Cambray, con sus juguetitos de trilero de la gestión educativa, con sus comienzos de curso días antes y sus horas reducidas al profesorado a curso comenzado, todo encaminado a enfrentar familias con comunidad educativa o profesorado entre sí. Por ello, proporciona una sensación extraña leer la descripción que hace Fernández Polanco de la hermosa experiencia pedagógica que reseña en su artículo. Hay que hacer un esfuerzo para no caer en el cinismo y decir "cómo me alegro por usted, yo no podría hacer nada ni remotamente similar. Lo intenté y acabé triste, al borde del colapso emocional". En muchos centros educativos, dar clase como a Mestre le gustaría o darla como le mola a Fernández Polanco es imposible. La mera expectativa de que un sector amplio del alumnado conserve un material de un dia para otro, que tenga en sus pensamientos aprender o que simplemente venga a clase tres días seguidos (esencial en el trabajo cooperativo, vital en cualquier aprendizaje por proyectos) es tan ilusa como ganar el Euromillón. No es que un modelo sea mejor que otro, es que ninguno de los dos sirve porque hay centros educativos en los que la mayoría del alumnado está desamparado de toda supervisión familiar y deambula por el lugar sin encontrarle ningún sentido a nada de lo que hace. El estado, sus diferentes gobiernos y los gestores educativos se desentienden de la obligación moral de suplir este desamparo y permiten que lo que fue apaño (concertar, aunque también hay una competencia feroz entre centros públicos que se disputan el alumnado de un barrio) sea eterno y lo que era inercia (llevo a mi hijo o hija a centros donde creo que recibirá cierta educación pero también los alejaré de cierto tipo de compañeros) devenga derecho constitucional. El resultado es que hay centros en los que la mayoría del alumnado es así, desamparado. Sin otro referente que compañeros iguales a ellos, el desastre está servido. Que a nadie le quepa ninguna duda: para que este tipo de alumnado saque una ESO hay que hacer muchas cosas imaginativas con las leyes, hay que calzar el aprendizaje en un diseño bastante laxo, nebuloso, interpretable, poniendo en el centro del aprendizaje como objetivos del mismo cosas que, como la autora dice, han de estar, però que estando no se ha de ignorar que serán las únicas que cierto alumnado pillará, ignorando aquellos conocimientos que desechará porque no asocia con nada que ya sepa ni se le activa ningún interés por aprenderlos. Sociólogos como Goldthorpe ya demostraron más que suficientemente la correlación entre sociedades basadas en el reparto de la riqueza y el éxito educativo (hay otras menos equitativas con éxito, pero si les restas el bienestar de la ciudadanía, también la escolar, descubres que no son muy envidiables). Otros, como Xavier Bonal aportan datos sobre por qué el éxito va por barrios y/o tipos de familia. Decir esto parece equivaler a decir que mejor no hacer nada hasta que tengamos una sociedad más justa. No. También se puede cambiar de una vez el sistema de reparto de alumnado y así se podrá enseñar de una manera o de la otra, pero se podrá enseñar y se podrá aprender. Hasta entonces, aprender como les gusta a Mestre o a Fernández Polanco solo se podrá hacer en determinados centros, no en todos. Ni siquiera en la mayoría, al menos no en muchos de los públicos. Y la media nacional irá mejorando o empeorando levemente sin que la bolsa de desamparados desaparezca ni disminuya, pues ni de coña es la escuela la que la excluye como dicen los innovadores, como tampoco ni de coña el modelo anti-innovación lograba que a antes aprendieran más.

    Hace 1 año 4 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí