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LA VITA NUOVA

Crimen y lenguajillo

Lo bueno, lo sostenible y lo democrático sería controlar los nacionalismos. Se intensificarán si se intensifica la guerra y la ausencia, en ella, de planteamientos democráticos y sociales, reales, no sentimentales

Guillem Martínez 4/03/2022

<p>Volodímir Zelenski.</p>

Volodímir Zelenski.

Luis Grañena

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1- La guerra es un lenguaje. Ese lenguaje se lo come todo. Salvo el lenguaje. El lenguaje es, por tanto, el único dato objetivo de una guerra. ¿Cómo van los tiros –literalmente– a través del lenguaje? ¿Qué explican los lenguajes, la única cosa que va a misa en una guerra? 

2- Curiosamente, Rusia, especializada en lenguaje, ha emitido el lenguaje más fallido hasta ahora. Autorreferente, frío, contrapuesto al lenguaje sentimental del Gobierno de Ucrania. Al punto de que en los medios y comunicados oficiales rusos no se alude al palabro guerra, fundamental en una guerra. Lo que es una debilidad y, además, un clásico, un indicativo de que se carece de apoyo social para una guerra –¿recuerdan alocuciones cutre-salchicheras tales como misión-humanitaria, o misión-de-paz-a-un-conflicto-armado, emitidas en su día a tal efecto por aquí abajo? Contrariamente a lo de Crimea, Rusia no ha emitido/chorreado propaganda, ni ha buscado el apoyo de la población a la guerra. Que, al parecer, es bajo o no existe. El número de manifestantes detenidos en Rusia –elevado; unos 7.000; vete a saber su número real– sería otro indicativo. Esta improvisación lingüística –inaudita en un Estado democrático y más aún en un Estado autoritario– explica la guerra como una decisión carente de mucha planificación. Haber empezado una guerra sin Trump en la Casa Blanca, así como la escasez –si la hay; ninguna información es fiable en guerra– de abastos y de combustibles y armamento en el ejército ruso, serían otro indicio. Estos datos explican, a su vez, la guerra en su estado emisor, o punto 3. 

Putin puede haber optado por marcarse un Malvinas, ese tipo de guerra exterior por motivos interiores, de gran costo social interior, y que solo puede finalizar por KO

3- ¿Cuál es la razón de una guerra para la que se carece de lo más importante, que no son tanto las balas como el lenguaje? La respuesta es desalentadora. Es, de hecho, la peor respuesta de todas. Ahí va: no se sabe. Ningún analista bien educado imaginaba la guerra. No han fallado los analistas, sino la emisión de guerra. Lo que explica que esta guerra supera los análisis. Sí, es una guerra geopolítica como una casa. Pero desconocemos su apellido. La guerra contradice trayectorias anteriores rusas. The Economist va un poco más allá. Explica que esta guerra carece del apoyo, no solo de la población, sino de los mandos y de la élite económica-política. Si bien la invasión se puede relacionar con varios mitos latentes en el putinato –la Gran Rusia, el Gran Estado Nacional, incluso una suerte de imperio euroasiático, conformado junto a China, que parece que no está por la copla; o, al menos, no con esta partitura–, en este momento se abre la posibilidad de que la guerra responda al peor tipo de motivación, si es que existe ese título. En ausencia de otros datos, Putin puede haber optado por marcarse un Malvinas, ese tipo de guerra exterior por motivos interiores, de gran costo social interior, y que solo puede finalizar por KO. Esto es, en un cambio político interior. 

4- China no participa de ese lenguaje. Sino que participa del suyo. The Economist plantea cierta cara de póquer en China frente a Putin. Por la utilización del gas, ante Europa, en las etapas previas y actuales del conflicto. Algo que inquieta al principal cliente de gas ruso en el grifo del otro lado. El día 1 de marzo, en todo caso, China emitió un comunicado, difundido en Esp por EFE. Te lo lees y es un bla-bla-bla en toda la regla. Salvo por un fragmento. El reconocimiento de la soberanía de Ucrania. Puede ser un aviso a Rusia. O puede ser un verso suelto, a rimar con otro concepto de soberanía, u otro concepto de Ucrania, que pueda deparar el futuro. Veremos. 

5- Las últimas guerras –Libia, Afganistán, Irak– han supuesto el nacimiento de una nueva cultura de la guerra. Críptica. Autónoma. Desregularizada, como todo, y sin ejércitos regulares. Esta otra guerra, absurda, pero carente de lenguaje, es también una ruptura. En el otro lado. O en el antiguo otro-lado. Esa ruptura, y este es otro peligro, puede entrañar otras. ¿Ha desaparecido la cultura nuclear soviética? Putin y sus altos mandos, ¿carecen o poseen aquellos mecanismos para no iniciar una guerra nuclear? Y, por lo mismo, ¿EE.UU. y Rusia aún poseen algo de la lejana Guerra Fría, que permitía a ambos bandos ganar, esa cosa distinta a vencer? La mayor crisis de la Guerra Fría –Cuba–, recordemos, se solucionó con la retirada de misiles de la URSS de Cuba. Pero, también –muchos más– de misiles USA en Turquía, Italia y UK. ¿Es posible aún esa discreción y funcionalidad? ¿Putin es MAD –siglas en inglés de la alocución Destrucción Mutua Asegurada, esa meditación que tanto dio de sí durante cuatro décadas–, o está mad? Esa duda ya es un arma. De Putin. 

6- ¿Y cómo le va al lenguaje Putin del terruño? ¿Cómo le va a las nuevas extremas derechas europeas? 

7- Si entendemos todo ese lenguaje como bélico –el lenguaje de esos partidos busca el enemigo para eliminarlo; el enemigo, según el topos y la demo, es musulmán, negro, homosexual, inmigrante, mujer, catalán, vasco, español, comunista; es un lenguaje de ruptura social, no de ruptura política; como la guerra–, está chungo en la UE. Pero no tanto. Polonia, extrema derecha antirrusa, ha abierto, de forma inusitada, sus fronteras. Pero aún más a los más blancos. La extrema derecha, así, participa de sí misma y, momentáneamente, del clima de hazañas bélicas europeas que prima en el continente. Otra extrema derecha antirrusa, Hungría, puede verse perdonada de sus pecados por la UE, si se aplica en esta ola de colaboración, buen rollo y otro enemigo. En Francia, el FN se ha tenido que comer con patatas un millón de programas electorales, porque en una página aparecía Le Pen jr. dándole la patita a Putin. Es decir, se están reactualizando. En Italia también están de perfil. En UK, colaborando con USA a tutiplén. En Esp están en modo punto 8. 

La crisis PP se ha encarrilado, alehop, a golpe de pito bélico. De pronto no es necesaria una líder que domine la nueva lengua de la extrema derecha

8- De pronto, zas, ha desaparecido toda posibilidad plástica –hoy; a ver mañana– de un gobierno castellano-leonés de coalición entre lo yuyu y lo extremo-yuyu. Andalucía, en ese sentido, aplazará las elecciones al máximo, se supone, a ver si la guerra acaba, o a ver si Vox saca nuevo léxico de aggiornamento. Lo sacará. Estos partidos son, básicamente, emisores de léxico. La crisis PP se ha encarrilado, alehop, a golpe de pito bélico. De pronto no es necesaria una líder que domine la nueva lengua de la extrema derecha, sino que es pertinente un señor vestido de representante de una firma de queso de Burgos sin sal, la esencia de lo soso. En Cat, donde se ponen pancartas en el balcón de la Gene a la velocidad de la luz, solo hace escasas horas han puesto una sobre lo de Ucrania, lo que explica el despiste. El Govern emite en modo gobierno del bloque aliado. Pero procesismo trumpista y putinista –presente en el Govern; una élite de JxC accedió en 2017 al putinismo à la catalane, esto es a pelo, sin contrapartidas, sin pasta– lleva callado una semana. Los que han intentado unir la crisis ucraniana a la de Cat –expolíticos, como Junqueras; en Cat los expolíticos no son jarrones chinos, son jarrones de plutonio, sumamente inestables y tóxicos– han fracasado en el intento. Por ahora. La nueva junta de Òmnium –el mismo perfil de siempre, con acopio de protagonistas de la gran emisión de fakes en la Liga 2012-17–, por primera vez ha aludido a la existencia de una extrema derecha cat, fundamentada en la antipolítica. Esto es, en el fake. Es un pequeño gran cambio. Y tardío. Y loable. Y apunta a que solo saldrán del hoyo por ellos mismos, y sin más información e inteligencia que la que creen. Lo que es una metáfora de una sociedad rota, sin contactos fuera de cada bloque. 

9- Ojo con los personajes de los puntos 7-8. Una guerra trae cambios para atemperar los ánimos y los abusos. La Gran Guerra trajo el sufragio universal, donde estamos. La II WW trajo el Bienestar, donde ya no estamos. En ausencia de cambios, este bloque de los puntos 7-8, que ahora parece pocho, será el ganador de la postguerra, ahí donde lo ven –no se pierdan el punto 13 y el 14–. La bandera suele ser el único premio, en fin, allí donde no hay ninguno. Bueno. Cambiamos de bloque. Alehop. 

 

10- El otro bloque es multitudinario. EE.UU. OTAN, G7, UE, y Estados europeos. Actuó torpemente en la pre-guerra, anunciándola, como en su día anunció armas de destrucción masiva. Es decir, sin credibilidad, acrecentada con la desunión al respecto en UE. Ese fallo en la credibilidad ya es un error colosal de lenguaje. Con la guerra, ese bloque ha ganado unidad y operatividad. Al parecer invirtió esos días anteriores, de lenguaje precario y poco fiable en a) medidas de guerra, militares –las desconocemos; no sabemos nada del futuro, ni de las posibles escaladas y los posibles mapas del conflicto–, y en b) la preparación de sanciones. 

¿Se puede satisfacer a mercado y sociedad en una guerra?

11- Son importantes las sanciones. Por a) su amplitud, profundidad y unanimidad. Y porque b) eso no sucedió en pandemia –iniciada en marzo de 2020, las primeras medidas operativas en la UE fueron en junio; los fondos, ya en 2021; fue más rápida, en fin, la emisión de medidas contra Grecia en 2014–. Lo que explica las sanciones contra Rusia como algo emitido con una velocidad que c) ya no es la de la democracia y el bienestar, esas cosas sumamente desaceleradas. Las sanciones, la guerra, son objetos que, por tanto, se sitúan fuera del Bienestar, en otro negociado más veloz y operativo. Un indicio inquietante de que, en este conflicto geopolítico, en el que pugnan autoritarismo y democracia, el bando democrático carece, como el palabro Democracia en Europa, de intensidad y agenda. Cuidadín. El sello de la democracia en guerra es –supongo– la empatía. La gestión y la previsión del sufrimiento. ¿Las sanciones evitarán el sufrimiento en Rusia? ¿Lo evitarán en Europa?

12- En Europa el primer punto de conflicto económico y social será el gas. En breve –a iniciativa de Rusia o de la UE, que no se sabe aún–, se interrumpirá, todo apunta a ello, el suministro de gas ruso. Es el 40% del gas UE. Esp ha cambiado de proveedor. El principal ya no es Argelia, sino EE.UU. Más caro. Ese parece ser el modelo para Europa en guerra. Si bien es muy posible que aumente el flujo de gas argelino a Europa, vía Italia, no cubriría las necesidades. Parece inevitable el aumento del precio del gas de forma sostenida, ya patente en las bolsas, en todo el continente. ¿Se hará algo por evitarlo o corregirlo?¿Se utilizarán criterios de economía de guerra, o se dejará todo en manos del mercado, ese filántropo? En Esp, donde empezó antes la escalada de precios, gracias al establecimiento del precio de la energía a través del precio de su modo de producción más caro –un triunfo del mercado sobre el bien común, en el Estado de la empresa regulada–, ¿se intervendrá el precio, absurdo y abusivo? ¿se regulará efectivamente para mitigar los efectos de una invasión injusta, o la satisfacción de ver la bandera, ondeando en parajes lejanos, será suficiente? ¿Se puede satisfacer a mercado y sociedad en una guerra?

En Rusia, el capital está fuera de estadísticas. Y de Rusia. En Suiza, UK y Chipre, principalmente. El stock de riqueza en negro, en el extranjero, equivale al 85% del flujo del IRPF en 2015

13- El Nobel de economía Paul Krugman publicó en The New York Times una primera valoración sobre lo de las sanciones a Rusia. Es decir, sobre su efectividad, sobre su capacidad de provocar efecto en las élites rusas, y no sufrimiento en la sociedad rusa. Reconocía la ambición del proyecto, jamás visto. Puede afectar al modelo específico de oligarquía exsoviética. Para argumentarlo, citaba un artículo de Filip Novokmet, Thomas Piketty –ese estudioso de la desigualdad y/o la concentración de capital, que no tiene quien le escriba en la política–, y de Gabriel Zucman –no se pierdan su La riqueza oculta de las naciones, en Pasado & Presente, 2014; un estudio sobre los mecanismos exitosos de la riqueza no sometida a IRPF, y que inutiliza el concepto IRPF–, que me pasó Rafael Padilla, profesor de análisis económico de la Complu en situación B, y un tipo sexi, que siempre me ayuda cuando le llamo por el telefonino. En el artículo se describe la concentración de la riqueza en Rusia –el 0,001% tiene más que el 99,8%–. Ese capital está fuera de estadísticas. Y de Rusia. En Suiza, UK y Chipre, principalmente. El stock de riqueza en negro, en el extranjero, equivale al 85% del flujo del IRPF en 2015 –glups–. Es dinero. Pero también acciones, empresas, clubes de fútbol, bienes de lujo e inmobiliarios. Eso, señala Krugman, facilita la intervención quirúrgica en Rusia, rapidita y sin coste de dolor para la sociedad. Solo hay una pega, señala. Legislar y actuar contra la riqueza oculta. Sería legal. Pero, en palabras de Rafael Padilla, “para ir directamente contra los oligarcas corruptos rusos, Occidente tendría que enfrentar su propia corrupción”. La corrupción rusa no solo tiene interlocutores occidentales, sino que utiliza métodos de ocultación de riqueza comunes. Y legales, como afirma Fiscalía aludiendo al rey emérito. Si las sanciones rusas son efectivas, finalmente, serán un precedente, no necesariamente deseado, me temo, para una fiscalidad y control internacional. 

14- Ya con el anuncio de las sanciones, no obstante, se han producido dos consecuencias. A) Supercicutas de la economía rusa pidiendo a Putin que se tranquilice. Y B) supercicutas de la economía rusa trasladando sus bienes, propiedades e, incluso, nacionalidad, fuera de la UE. La riqueza oculta, que diría Zucman, si no recibe presión y temperatura adecuada, solo se transforma. Las sanciones –un fenómeno nuevo, que costará, por tanto, valorar– pueden ser solo un lenguaje. Sin cultura del Bienestar, contrastable en otros puntos, lo será.

15- Las guerras son injustas. Pero, como dijo Kropotkin –cuando lo de la I WW; llenándose de gloria; y, con él, yo– hay bandos más injustos que otros en las guerras que no decides. Habrá que velar por la democracia en el bando llamado democrático. Y desconfiar también de su lenguaje. En ese sentido, ya se han prohibido medios también en Occidente. Lo que no es bueno. Lo bueno, lo sostenible y lo democrático sería velar contra el fake. Legislarlo y dar herramientas para autorregularlo. Controlar los nacionalismos. Se intensificarán si se intensifica la guerra y la ausencia, en ella, de planteamientos democráticos y sociales, reales, no sentimentales.

16- En Esp, sometida a sentimentalidades previas, y a guerras anteriores, habrá juegos malabares con el lenguaje ante la guerra. Cuando las derechas se recuperen del susto, más y mejores. Sería deseable reducirlos al mínimo y fiscalizarlos. La pelotera de UP en el Congreso, en ese sentido, fue una emisión de lenguaje. Simbólica, en tanto que la decisión de enviar armas a Ucrania –“a la resistencia”, dijo Sánchez, en otra pirueta; no se envían a ninguna resistencia, sino a un Estado, ocupado, o no, o en trance de serlo– proviene de la UE. La función de está reyerta lingüística en UP fue, supongo, interna. Un roce entre aparato –esto es, futuro ex-aparato– y Yolanda Díaz. Sería deseable que las izquierdas no transcurrieran, en guerra o en paz, en el lenguaje, sino en la lengua. En la capacidad de explicar las cosas, paso previo para modificarlas. Que transcurriera en lo material. Habrá tanto lenguaje y sentimentalismo que lo material será, en breve, un tesoro exótico. Ya lo es.

1- La guerra es un lenguaje. Ese lenguaje se lo come todo. Salvo el lenguaje. El lenguaje es, por tanto, el único dato objetivo de una guerra. ¿Cómo van los tiros –literalmente– a través del lenguaje? ¿Qué explican los lenguajes, la única cosa que va a misa en una guerra? 

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Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

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1 comentario(s)

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  1. marcoantonio-mira

    Esta vez, por primera vez y casi nunca hay una primera sin sucesivas, difiero de la opinión o aproximación de mi apreciado Guillén, al conflicto ruso-ucraniano de tintes excesivamente universales o sin ser tan exhaustivo, mundiales, que de momento solo habitamos este planeta. Y es que hay varias paradojas en el discurso de aproximación aparte de algo que me preocupa: Como siendo el Sr. Guillem yan culto y entendido en eventos históricos apenas trata de este conflicto desde su inicio, no tanto desde la mítica formación de la patria eslava, la denominada Rus y con Kiev como una de las capitales que darían lugar en unos siglos al imperio Ruso, como en lo referente al siglo pasado, la primera y segunda guerra mundial, la guerra fría de la post-guerra y las puntuales aunque no menos horribles carnicerías dentro ya de la "nueva" patria ucraniana en el 2014 de nuestro siglo actual. La segunda paradoja es porqué esa contradicción entre los intereses de la plutocracia rusa actual detentadora de ese mas del 99% de riqueza nacional con la decisión del Sr. Putin de ocasionar una guerra que tan lesiva puede resultar para su economía y la nuestra, ya de paso. Pero supongo que pasan demasiadas cosas y demasiado aprisa para que podamos entenderlo. Continuará.

    Hace 2 años

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