1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

EL NEGOCIO DEL VIENTO

Toma el dinero y vuela

Los parques eólicos, la pantalla verde para el negocio del expolio de siempre

Xosé Manuel Pereiro 3/06/2021

<p>Molinos de viento en Muras, Galicia.</p>

Molinos de viento en Muras, Galicia.

Santi Villamarín

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Primero, en los años 50 y 60, fueron los valles. Aquellos pantanos que inauguraba Franco, en cuya construcción todavía se emplearon presos políticos como mano de obra. Las aguas embalsadas cubrieron decenas de miles de hectáreas de la tierra más fértil, pagada a precios de desierto, y hasta pueblos enteros. Millares de personas tuvieron que mudarse. Mientras las grandes turbinas producían energía, en su entorno cientos de aldeas carecían de luz eléctrica. A finales de los 70 fue el turno de los enormes yacimientos de lignito. Más gente sin casa y con sus tierras convertidas en un enorme cráter. La de los 90 fue la década de sacarle rendimiento a los ríos menores y la oportunidad de hacer una pequeña fortuna de los no-tan-ricos (alcaldes, altos cargos, empresarios medianos tirando a grandes, primos y cuñados de todos ellos) a base de construir minicentrales. En marzo de este año, el Registro de Instalaciones de Producción de Energía Eléctrica contabilizaba en Galicia dos plantas térmicas (ya condenadas), 40 grandes centrales y 94 minis. Pero ahora el dinero, como el amor en la canción que cantaba Tom Jones, está en el aire. En los molinos de viento.

La ventaja de los parques eólicos es que la construcción es más económica, no hay que respetar caudales ecológicos para que los ríos sigan siendo, en lo posible, ríos y, sobre todo, evitan esas escenas de señoras de luto enfrentándose a la guardia civil a paraguazos. No hay que echar a nadie. Los indígenas pueden seguir en sus casas, aunque con la sensación auditiva de tener por ahí en algún sitio una lavadora centrifugando y la presencia visual de un ventilador de hasta 200 metros de alto (la Torre Eiffel tiene 300) a tan solo 300 metros de casa.

Galicia es, después de Castilla y León, la comunidad más generadora de energía eólica: entre las dos aportan casi la mitad de los 55 Gigavatios hora que se produjeron en España en 2020

Galicia fue de las comunidades pioneras en aprovechamiento eólico y es una de las zonas con más potencial, ya que no deja de ser un rompeolas en el Atlántico. Los primeros molinos se instalaron en Estaca de Bares en 1988. Hasta 1995 no hubo normativa alguna e incluso después los parques siguieron instalándose por el mismo sistema que los buscadores de oro en el Oeste: presentando una solicitud indicando en qué sitio querían plantar los molinos y qué potencia pretendían obtener. El primer plan sectorial (Plan Sectorial Eólico de Galicia, PSEG), que se aprobó en 1997, permitía el aprovechamiento del 21% del territorio gallego, más de 600.000 hectáreas. Pero ya estaban “plantadas” casi 500.000. Una modificación del PSEG que hizo en 2002 el Gobierno de Manuel Fraga permitía las instalaciones en tierras de la Red Natura, porque se consideraba que los valores ambientales no se veían afectados. Una modificación posterior ampliaba los cotos de caza a los lugares de alto valor paisajístico. Los ventiladores no solo eran compatibles con aquellos marcos incomparables que vendía Fraga cuando era el responsable franquista de Turismo, sino “una seña de identidad de la Galicia del futuro”, rezaba el decreto.

Aunque la proliferación de macroaerogeneradores no es precisamente específica de Galicia y amenaza a toda la cornisa cantábrica, lo de la “seña de identidad” que decía el exministro convertido en presidente autonómico ha resultado ser una profecía que sus sucesores se han encargado de cumplir. Con creces. En 2019, se contabilizaban 4.026 aerogeneradores, agrupados en 180 parques, según el Observatorio Eólico de Galicia, (OEGA, dependiente de la Universidad de Vigo). Galicia es, después de Castilla y León (la web de Red Eléctrica de España no me dejará mentir), la comunidad más generadora de energía eólica: entre las dos aportan casi la mitad de los 55 Gigavatios hora (GWh) que se produjeron en España en 2020, una cantidad similar a la de origen nuclear. En lo que llevamos de año, el viento gana por goleada al átomo. Las fuentes de energía renovables tienden en el sistema nacional o peninsular a converger con las no renovables: el 46% frente al 54% el año pasado. En Galicia esa era la proporción en 2017. En 2020 fue de 75,6% de origen renovable (aquí se incluye la hidráulica, por cierto) y el 24,4% no renovable. Esa es la otra enorme ventaja de la eólica: tiene buena imagen, es renovable y “verde”. Incluso dicen que contribuye a fijar población en la traída y llevada España vaciada, esa que todos añoran, pero a la que nadie se muda. Parece algo casi diseñado para cumplir todos los criterios para la obtención de los fondos Next Generation. 

Fuente: Red Eléctrica de España

Entonces, ¿por qué decenas y decenas de colectivos vecinales, las grandes organizaciones ecologistas y las que se montan exprofeso, grupos de montañeros y asociaciones culturales de distintas zonas del rural están en guerra contra el despliegue de parques? La explicación corta es, por una parte, porque se avecina un futuro inmediato con un ventilador en todos y cada uno de los montes y, por otra y, sobre todo, porque es, simple y llanamente, un expolio. 

Un monte, un molino

En cuanto al número de aerogeneradores previstos, como dijo aquella autoridad hablando del petróleo derramado por el Prestige (autoridad hoy sentada en el Consejo de Administración de Red Eléctrica), hay una cifra clara, y es que la cantidad no se sabe. “No lo sabe ni la Administración. De hecho, creo que están pensando crear una comisión conjunta entre el Ministerio y la Consellería de Industria para echar las cuentas. Porque todo pasa en el oscurantismo más absoluto”, dice Leandro del Río, un arquitecto miembro de la plataforma Salvemos a Comarca de Ordes. Sobre esta zona, a medio camino de los 60 kilómetros que separan A Coruña de Santiago (y en la que se ubica una central térmica y uno de los principales nodos de energía eléctrica del norte de Galicia) planea un rosario de parques que sumarían casi medio centenar de kilómetros. En la Costa da Morte, que en la actualidad cuenta con 34 parques activos (600 aerogeneradores), están en fase de tramitación otros 24 y hay 15 solicitudes pendientes más. Al lado, en la comarca de Bergantiños, una de las de mayor producción forestal, hay dos parques que suman 59 km.

En el mapa del Rexistro Eólico de Galicia, los puntos que indican proyectos o solicitudes configuran una imagen que parece un rostro adolescente con acné severo

No solo son esos, ni mucho menos. En el mapa del Rexistro Eólico de Galicia, los puntos que indican proyectos o solicitudes configuran una imagen que parece un rostro adolescente con acné severo. Y tan solo aparecen los que dependen de la Administración autonómica, los que tienen menos de 50 Megawatios. Claro que, si tienen más de 50, y no conviene que el proyecto pase a la jurisdicción del Ministerio, al parecer más estricta, siempre queda el recurso de presentar los proyectos fraccionados, como las urbanizaciones de adosados. Ya hay sentencias del Tribunal Superior de Galicia declarando ilegal el método.

Aunque hay quien afirma que la norma sobre la que se sostiene todo el sistema, la de 2008 que desarrollaba aquel Plan Sectorial de 1997, es de hecho ilegal. “Además de que va contra la Ley de Medio Ambiente de 2013, el Plan Sectorial nunca fue publicado en el Diario Oficial de Galicia. Se publicaron las sucesivas modificaciones normativas, pero no el plan. Hoy en día, un ciudadano no tiene forma de saber cuántos parques eólicos están previstos para su municipio, o para su parroquia”, asegura Ana Varela, abogada de la asociación ecologista Petón do Lobo. “Se entera cuando aparecen por casa los agentes de las empresas, esgrimiendo la expropiación como arma, gracias a que los parques eólicos han sido declarados de utilidad pública”, según Varela.

Los sucesivos cambios en la norma “han reducido la distancia mínima entre aerogeneradores y viviendas desde los 500 a los 300 metros, también han simplificación el proceso de tramitación e incluso se admite el silencio administrativo positivo en algunos pasos”, dice Del Río.

Hay otros cambios. Los montes comunales (ni públicos, ni privados: propiedad de la comunidad de vecinos que reside habitualmente en la zona) constituyen la cuarta parte de toda la superficie de Galicia. 700.000 hectáreas que gestionan 2.800 comunidades de montes. La página web de la Xunta asegura que “esta figura no solo tiene importancia como una señal de identidad y de la cultura de nuestro País, sino también como un claro indicador económico y productivo […] el Gobierno gallego quiere ser un aliado de las comunidades de montes a la hora de valorar el monte como elemento de generación de riqueza […] aprovechamiento forestal, ganadero, frutos del bosque, zonas recreativas …”. Sin embargo, hasta la promulgación de la Ley de fomento de la implantación de iniciativas empresariales de 2017 (conocida como Ley de Depredación, por sus medidas desregularizadoras), “el monte comunal era prevalente, desde entonces prevalecen los proyectos eólicos”, lamenta Del Río.

A la hora de situar los parques, las empresas promotoras no parecen tener más consideraciones que la cantidad y frecuencia del viento. La multinacional Greenalia (que ha tenido el acierto de incorporar como directora de Desarrollo Corporativo y Sostenibilidad a la ex conselleira de Medio Ambiente, Beatriz Mato, y la acaba de sentar en su consejo de administración) proyectó seis parques eólicos con 40 aerogeneradores en la zona de Betanzos, pero no reparó que allí donde pretendía levantarlos, en el Monte do Gato, existe un castillo de la Edad Media, la Torre de Teodomiro, que está catalogado como bien de interés cultural (BIC) e incluso figura en el PGOM del ayuntamiento de Aranga. El proyecto de Green Capital Power (una de las sociedades más activas, propiedad de Jesús Martí Buezas, exyerno de Florentino Pérez) de instalar 20 aerogeneradores de 125 metros en los montes de Lalín mencionaba de pasada la “aldea deshabitada” de Santón, lo que constituyó, cuando se enteraron, toda una sorpresa para los vecinos de Santón, que no son muchos –poco más de una docena– pero son y están.

Que el mirador de A Gurita, en Ponteceso sea, como dice el percebeiro y escritor Suso Lista, “el único desde el que se ven todos los faros de la Costa da Morte, desde la Torre de Hércules hasta Cabo Vilán” no impidió que allí plantaran una de las torres de los macrogeneradores. O el monte Iribio. Está en la entrada a Galicia del Camino de Santiago y es una atalaya desde la que se ve todo el sur de la provincia de Lugo. “Es, por supuesto, zona Red Natura, de protección del oso pardo y de águila real y allí están localizados desde monumentos megalíticos a ‘neveiros’, construcciones de la época romana que se utilizaban para conservar la nieve”, detalla Nery Díaz, que se enteró en mayo de 2019 de que iban a convertir aquello en un parque eólico. “Empezamos a organizar caminatas para dar a conocer la zona, y cada vez se implicó más gente. Imprimimos carteles, repartíamos folletos a los peregrinos. El logotipo de ‘Salvemos o Iribio’ estaba por todas partes”. Además de la presión social, los argumentos legales consiguieron, en octubre de 2019, que el Tribunal Superior decretase la paralización cautelar de las obras. “Y aun así, siguieron, y tuvimos que pedir que se ejecutara la sentencia”, recuerda Nery Díaz.

Salvemos o Iribio es uno más de las decenas de colectivos que surgen en contra de los parques. Tantos que hay tres coordinadoras: la Plataforma por un Rural Vivo (diez asociaciones), Rede Galega Stop Eólicos (treinta) y la Coordinadora Bergantiñá pola Defensa da Terra (ocho). “Trabajamos en cooperación, como una bandada de estorninos. Todo lo que se hace se pone en común a todas las plataformas”, dice Leandro del Río. Por ejemplo, un contencioso presentado contra la exposición pública de la Xunta de Galicia de 975 proyectos con tramitación ambiental simultánea, el 4 de mayo de 2020, que presentaron 103 colectivos. O lo que llaman “talleres de ciudadanía activa” para saber qué hacer desde el momento en que se tiene conocimiento de que existe una solicitud de parque, “aunque yo los llamo ‘talleres de habilidades para la vida’, porque son cosas que necesitamos saber para defender nuestros derechos”, dice Ana Valera, la encargada de impartirlos.

El expolio

Aun con todo a favor, las empresas eléctricas necesitan llegar a acuerdos con los propietarios de los terrenos, sea para alquilarlos (caso de los montes comunales) o comprarlos (si son privados), le planteo a los opositores. “La amenaza de la expropiación si no venden es muy poderosa, y así consiguen tierras a un euro el metro cuadrado o menos”, contesta Del Río. “En las aldeas, la mayor parte de los propietarios son gente mayor, que lo que quiere es tranquilidad. No afecta tanto a ellos, que ya han visto cómo el mundo que conocían se muere, sino a la gente joven que pretende desarrollar proyectos de agricultura, ganadería o turismo rural. Y la mayoría de los políticos locales están a favor, abiertamente o no, porque el dinero de las licencias de obra les vendrá muy bien en las elecciones para realizar esos proyectos que dan votos”, afirma Varela.

El arquitecto cuestiona que la implantación de eólicos suponga algún tipo de retorno para los vecinos

También están los sistemas de negociación. O lo que Del Río llama directamente piratería: “Hace tres semanas me llamaron de un parque de Greenalia en el que pretendían pagar solo la superficie que ocupaba la plataforma, ni los polígonos de afección, ni los taludes para allanar el terreno ni la madera que necesitaron talar, y que encima pretendían llevarse”. El arquitecto cuestiona que la implantación de eólicos suponga algún tipo de retorno para los vecinos. “Hay estudios que establecen que donde se implanta un parque eólico, el valor del suelo desciende entre un 30% y un 40%. Si coges la suma de todas las áreas que contempla el Plan Eólico de Galicia, y si todas fuesen suelo rústico, el más más básico, con los precios oficiales del jurado gallego de expropiación y le aplicas una depreciación del 30%, el valor de todos esos terrenos sería de 12.000 millones de euros. Y ahí no contamos casas, granjas, núcleos rurales, solo la tierra. ¿Han recibido los propietarios ese dinero, lo han desembolsado las eléctricas?". Según un cálculo del OEGA, Enel Green Power España (100% Endesa) paga 750 euros al año por las tierras agrarias que ocupa en Serra das Penas (Paradela, Lugo). Cada turbina produce 227.742,80 euros. El negocio es tan redondo que el propio OEGA ha observado otra práctica que remite a la conquista del Oeste: “intermediarios buscadores de rentas que, sin tener proyecto eólico, pretenden firmar contratos con condiciones inaceptables para las comunidades rurales: precios tan bajos que se pueden calificar de ridículos; derechos exclusivos sobre todas las tierras del propietario, y no solo sobre las que conforman el parque eólico; períodos de carencia que llegan a los 10 años…”.

“En aquellas zonas donde se implantaron parques no se ha revertido la caída demográfica, ni sus habitantes han aumentado sus ingresos. Al contrario, se siguen abandonando los sistemas productivos tradicionales y continúa el envejecimiento”, considera Fins Eirexas, secretario técnico de ADEGA. La afirmación del representante de la asociación ecologista decana en Galicia se puede constatar en el norte de Lugo, en Muras, el  ayuntamiento que ostenta el récord de aerogeneradores instalados, 381, para una población de 648 vecinos, que eran más del doble en 1994, cuando se empezaron a instalar los molinos. Cuando Manuel Requeijo (BNG) llegó a la alcaldía en 2015, todavía había aldeas sin luz eléctrica. Requeijo al menos puede arañar en impuestos 66.000 euros anuales, que destina a subvencionar el recibo de la luz de los vecinos, total o parcialmente. “Los cantos de sirena prometiendo empleo local son falsos, porque los puestos de trabajo directos son casi inexistentes, excepto en la instalación, los beneficios netos no se reinvierten en la localidad –y menos en el país–, y la riqueza que se crea marcha a la velocidad de la luz hacia paraísos fiscales”, escribió el pasado mes en la revista Luzes.

Pero la energía que se genera, ¿es o no verde? Sí, pero no, o no tanto como aparece en la denominación de las empresas que la explotan.

“El monte gallego es una fuente de descarbonización, contribuye a mitigar el cambio climático, y cumplía ya en 2012 con los objetivos de Kioto. Es además el sustento de 80.000 familias y podría serlo de más. Los eólicos arrasan hectáreas y hectáreas”, se encrespa Ana Varela. “Si son tan necesarios, no lo son aquí. Que los pongan en la sierra de Madrid, entre los chalés de los ministros y de los miembros de los consejos de administración de las eléctricas. Allí es donde hay consumo”.

Flashback

Hay una única empresa pública que participa en la rebatiña eólica en Galicia. Es noruega, Statkraft (el nombre no es muy imaginativo: Energía Estatal). Pero a finales de 2008, la parte nacionalista del gobierno autonómico bipartito PSdeG-BNG sacó a concurso la concesión de cerca de 2.300 MW de energía eólica, y los candidatos a obtener concesiones debían ceder a la Xunta parte de los beneficios al capital público, y a la vez presentar planes de inversión ligados a la creación de industrias y empleo en las zonas en las que se presentaban las solicitudes. Los primeros en desmarcarse públicamente fueron los socios de gobierno y la oposición, que entonces lideraba Alberto Núñez Feijóo, no perdió la oportunidad de sembrar dudas sobre la legalidad de la medida y la imparcialidad del concurso.

Pero, sobre todo, el mar de fondo estaba en los grandes grupos eléctricos. “Tuve entrevistas con gente de Fenosa, de Endesa, de Iberdrola…”, recordaba Anxo Quintana, el entonces vicepresidente y líder del BNG, en una entrevista en 2018. “Me decían que ellos no estaban de acuerdo, que no se iban a quedar parados, que ese era su mundo. Y yo siempre les respondía que no estaban excluidos del concurso, que si querían tener concesiones, que se leyesen bien las bases porque sería la mesa de contratación y no yo quien las adjudicaría. No se lo creían”. Quintana prefiere no volver sobre aquello, pero en su Facebook, en marzo de 2016, describió la reunión que mantuvo con el editor de La Voz de Galicia. “Me quisieron hacer ver ‘que las cosas no se hacen así’. Se afirmó delante de mí, como si yo no estuviera delante, que ‘un enfermero de Allariz no puede venir a cambiar el marco económico de Galicia’. Me avisaron de que tendría que atenerme a las consecuencias. Mi respuesta fue ‘no’ y mi réplica una recomendación: quien quiera mandar en Galicia que se presente a las elecciones”.

Nunca se han desmentido estas afirmaciones (por otra parte apenas difundidas). A partir de ahí, surgían noticias como que en las guarderías dependientes de vicepresidencia, a los niños de un año se les enseñaba el himno antes que a hablar. “Todavía, trece años después, me produce urticaria recordar aquello. Las veces que oía: ‘esto lo podemos arreglar en una comida’. Y cada mañana te levantabas sabiendo que te esperaba en los medios alguna salvajada”, recuerda el entonces responsable de Industria, Fernando Blanco. Ni él ni Quintana siguen en la política activa. El BNG perdió 30.000 votos, un diputado, y la coalición progresista la mayoría absoluta. Feijóo tardó tres meses en anular la adjudicación del concurso, invocando “irregularidades” y convocó uno nuevo, sin los requisitos del anterior. El Tribunal Superior primero y el Supremo después respaldaron la legalidad del primer reparto, y poco después anularon el que hizo a continuación el gobierno del PP. Pero Alberto Núñez ya había tomado posesión. En el acto multitudinario en la Plaza del Obradoiro, pese a la efusión general, llamó la atención el entusiasmo con el que un caballero de traje se abrazaba al nuevo presidente. Era Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola. Los dos aseguraron que no se conocían de antemano, pero aquello fue sin duda el comienzo de una buena amistad.

-----------

Puede consultarse aquí el mapa del Rexistro Eólico de Galicia.

Nota: Este sábado 5 de junio varias organizaciones ambientalistas han convocado una manifestación en Santiago y una concentración en Ponferrada por un nuevo modelo de energía eólica.

Primero, en los años 50 y 60, fueron los valles. Aquellos pantanos que inauguraba Franco, en cuya construcción todavía se emplearon presos políticos como mano de obra. Las aguas embalsadas cubrieron decenas de miles de hectáreas de la tierra más fértil, pagada a precios de desierto, y hasta pueblos enteros....

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Xosé Manuel Pereiro

Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí