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Enrique Villalobos / Presidente de la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid

“No se puede anteponer la burocracia a la necesidad de alimentación”

Ritama Muñoz-Rojas 22/05/2020

<p>Enrique Villalobos.</p>

Enrique Villalobos.

Cedida por el entrevistado

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La llama que encendieron los movimientos vecinales en los setenta, años en los que también comenzaba una nueva normalidad en España, ha permanecido candente; quizá no del todo visible, pero cuidada y atendida durante décadas por ciudadanas comprometidas para las que el tejido de una democracia sana, fuerte y robusta va de abajo a arriba. Con el estallido de la crisis del coronavirus, esa llamita que parpadeaba a ratos se convirtió en la antorcha que ha sacado de aprietos a miles y miles de familias para las que su principal problema ha sido comer y también que las chicas puedan hacer los deberes desde casa y no perder el curso porque no hay un ordenador y no pueden contar con la ayuda de la madre o del padre.

La covid-19 se ha cebado en Madrid, la comunidad en la que residen las personas más ricas de España, en la que están los municipios con mayor renta per cápita, en la que tienen su sede las estrellas del IBEX 35 y en la que gobierna Díaz Ayuso, el icono del PP que ha puesto en marcha el modelo a imitar para gestionar una crisis sanitaria, según ha dicho el aspirante a presidente de Gobierno de su formación. La misma comunidad en la que se han quedado con el culo al aire cerca de 100.000 personas que necesitan ayuda para comer. Cuarenta mil familias muertas de hambre, como diría el icono de la derecha. Ahora sí que sí, pongamos que hablamos de Madrid.

Enrique Villalobos es presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid, la FRAVM a partir de ahora. Vecino de Vallecas, aunque nacido en Moratalaz, tiene 51 años, en buena parte ocupados por un larguísimo historial en todos los campos que han trabajado las asociaciones de vecinos: ciberactivismo, fondos buitres, las emisiones tóxicas de Valdemingómez y tantas y tantas cosas más. Es sumamente respetuoso cuando habla de la labor que se lleva a cabo desde los servicios sociales de un gobierno local al que no ha votado. Sabe que hay gente en esos departamentos que echan el resto, horas y más horas, las que hagan falta.

¿Qué sensación le producen las imágenes de las largas colas de personas que necesitan comida en Madrid?

Para cualquiera que haya visto esas imágenes resulta inevitable que le vengan a la cabeza infinidad de clichés que se van acumulando a lo largo de los años. Unos con carga histórica y otros con carga política. Cuando hace unos días la presidenta de la Comunidad de Madrid hablaba de que eran mejores las pizzas que la alimentación que pudieran dar los bolivarianos de Podemos, habría que haberle dicho: “Mire usted esas filas de personas ante las redes vecinales para conseguir una bolsa de alimentos; muy parecidas a las imágenes a las que usted alude. Esas colas no son de Venezuela ni de Evo Morales, son de su ciudad, son de Madrid”. Tengo 51 años y viví la crisis de los setenta. Recuerdo a todo mi barrio, que era Moratalaz, haciendo cola para recoger el subsidio de desempleo en los bancos. Eso duró muchísimo tiempo. Yo lo tengo taladrado en la cabeza, los padres de todos los amigos haciendo cola, era muy duro. Pues ahora volvemos a estar en esas. Y como no se tomen medidas sociales, esto va a ser mucho más duro que la crisis del 2008.

¿Es correcto decir que las redes vecinales han sido el parachoques de la crisis para las familias más vulnerables y sus necesidades urgentes?

Ha sido así desde el principio. En las dos primeras semanas, fuimos las redes vecinales las que reaccionamos para cubrir las necesidades de la gente más vulnerable; en cuestión de emergencia alimentaria, ha habido que asumir una gran demanda de golpe.  Las asociaciones y colectivos de vecinos no tienen que cumplir con las normas burocráticas de la administración, y eso nos ha permitido tener una velocidad y una flexibilidad enorme a la hora de reaccionar; comparado con el Ayuntamiento, tenemos gran capacidad de respuesta rápida. Nosotros entendemos que es enormemente complejo manejar y gestionar con rapidez la situación sobrevenida con la crisis sanitaria del coronavirus. Y asumimos que para eso estamos, para parar el golpe cuando hace falta. El problema es que estamos en la semana novena desde el inicio de la crisis; ya no estamos en la semana de parar el golpe, sino de arreglar el golpe; sin embargo, el Ayuntamiento sigue siendo absolutamente insuficiente e ineficaz para resolver la situación; sigue habiendo una parte importante de familias a las que hay que atender desde las redes vecinales. El Ayuntamiento no ha sabido reaccionar ante la situación que ha provocado el coronavirus, que ha supuesto multiplicar por tres o por cuatro las demandas de familias en situación de emergencia. Ellos han seguido atendiendo a las mismas familias que antes, pero no han tenido capacidad para asumir todo lo que se les venía encima.

Pasan días y semanas hasta que cualquiera vence la vergüenza de ponerse en una cola, de tener que pedir ayuda

El Ayuntamiento de Madrid ha tardado cinco semanas en abrir los puntos presenciales de los servicios sociales en los barrios; increíble; y, entre medias, lo que había era una atención telefónica del 010 que grababa la llamada, la convertía en un correo electrónico y la enviaba al responsable de servicios sociales del distrito. Con el compromiso de devolver la llamada en entre uno y tres días.

Lo peor es que esto va a seguir creciendo. Las primeras familias que atendimos eran las de la economía informal o sumergida, gente que está en prostitución, venta ambulante; a eso súmale las personas que se quedaron sin trabajo y sin ningún tipo de ayuda; a continuación, empezaron a llegar a las redes vecinales la gente de los ERTEs y los EREs. Y ahora, desde hace dos semanas, van llegando personas que no tenían una situación precaria antes de la crisis. Hay que tener en cuenta que pasan días y semanas hasta que cualquiera vence la vergüenza de ponerse en una cola, de tener que pedir ayuda. Los que llegan a las redes vecinales es porque están realmente mal, su situación es dura de verdad. Existe una burbuja oculta de gente que ya está precarizada y que poco a poco va a ir saliendo. Cada vez habrá que atender a más gente, el problema seguirá aumentando.

¿Cómo cree que debería haber reaccionado la administración local o regional de Madrid ante las situaciones de emergencia social que se han ido creando?

Nosotros lo que le reclamamos a la administración es que no es momento de abrir expedientes y pedir papeles para recibir una ayuda; en una situación de carestía como esta, es necesario abrir las puertas, “apúntese en una lista y mañana pase por una caja de comida; ya me pasará papeles cuando pueda”. Lo que no se puede hacer es anteponer la burocracia a la necesidad de alimentación. Muchas de las personas que atendemos desde las redes son personas que no pueden demostrar su vulnerabilidad o que tenían muy difícil acceso a los servicios sociales del Ayuntamiento.

No es momento de abrir expedientes y pedir papeles para recibir una ayuda

Por otro lado, mientras que la realidad sanitaria hacía evidente la necesidad de contratar a personal médico o de enfermería, no hemos oído que haya habido nuevas contrataciones de personal de servicios sociales por parte del Ayuntamiento en un momento en que se estaba necesitando triplicar el personal para dar respuesta a nuevos los usuarios que se han multiplicado por tres o por cuatro. Y lo hemos pedido. Sabemos que han estado armando contratos de urgencia para alimentación, contratos que deberían estar adjudicados en dos semanas; otra vez estamos hablando de unos plazos que no son ajustados a la realidad urgente de las familias. ¿Qué ha hecho el Ayuntamiento entre tanto? Pues recibir donaciones económicas y de material que ha estado intentando distribuir como podía. Su gestión ha estado muy basada en donaciones y en el saber hacer, en la sensibilidad y en la buena voluntad de concejales y concejalas y de sus servicios técnicos.  Un ayuntamiento como el de Madrid, con el músculo que tiene, debería estar en condiciones de tomar la decisión de poner tantos millones en manos de una empresa pública, como Mercamadrid, por ejemplo, y desde allí nutrir a los bancos de alimentos. Eso no se ha hecho.  

Ha dicho usted que la capacidad de resistencia de las redes vecinales es muy limitada. ¿Qué quiere decir con eso?

Las redes vecinales no tienen fondos propios. Algunos han puesto su número de cuenta para recoger fondos, montan campañas de recogida de alimentos, se apela a la solidaridad. Pero no se puede estar donando eternamente para ayudar a la gente. Llegará un momento en que la gente deje de aportar dinero o alimentos. Las asociaciones no pueden asumir esta responsabilidad. Es el Ayuntamiento el que tiene que recoger ese testigo. Ahora contamos con voluntarios y voluntarias que están en situación de ERTE y pueden echar una mano; pero llegará el momento en que tengan que volver a trabajar; es necesario que el Ayuntamiento asuma a toda la gente que está en precario. Nosotros tenemos que seguir con nuestro cometido como asociaciones de vecinos. Las redes que se han creado en esta situación de emergencia no nacen con vocación de permanencia.

Se puede decir que hay unas 40.000 familias en Madrid en una situación de clara vulnerabilidad

¿Hay datos de cuántas personas están en una situación de emergencia social?

Se puede decir que hay unas 40.000 familias en Madrid en una situación de clara vulnerabilidad, en situación dura, dura. En el Ayuntamiento están atendiendo de urgencia entre tres y cuatro veces más personas que en condiciones normales. Se ha cuadruplicado el número de familias que reclaman servicios sociales. El Ayuntamiento, según ha declarado, está atendiendo en torno a 30.000 familias. Y los cálculos que hacemos en las redes vecinales estamos atendiendo a 6.000. En total, podemos estar hablando de 100.000 personas.

Antes de que diera comienzo la crisis había una campaña de la derecha en contra de las asociaciones de vecinos, a las que se llegó a calificar como “chiringuitos”. A la vista del papel que están desempeñando, ¿cree que el movimiento vecinal va a salir fortalecido de la crisis como institución importante para la ciudad?

Creo que los que nos han tildado de chiringuitos van a seguir en las mismas, porque su objetivo no es denunciar una situación, sino hundirnos porque molestamos en sus políticas. Eso nos preocupa, pero no nos importa. Lo que importa es que se ha visto que a la gente no le ha llegado un folleto del Ayuntamiento diciéndole: “Estamos con usted para lo que necesite”.  Eso no ha ocurrido. Lo que ha ocurrido es que se han encontrado un papel pegado en un tablón de anuncios, en el ascensor o en una farola, en el que se ofrecía ayuda y un número de teléfono; se ha ido viendo cómo la gente se organizaba en el barrio, y los vecinos saben quién les ha ayudado y con quién puede contar si le vienen mal dadas otra vez. También sabemos que para la gente no es fácil involucrarse en una asociación para mejorar el barrio como uno quisiera. Pero sí creemos que con la crisis se han consolidado bases de participación en los barrios, se ha consolidado el movimiento vecinal. Dudo mucho que el Ayuntamiento tenga el valor y la honestidad de reconocer el papel que hemos jugado, y que piense que el futuro pasa por tener una ciudad con una estructura comunitaria fuerte para responder a una crisis, y que por tanto es importante fortalecer la participación ciudadana, los tejidos sociales. Una persona inteligente y sensible, debería hacerlo y pensar así. Está por ver que el Ayuntamiento tenga esa actitud.

Desde el primer momento la FRAVM denunció el desmantelamiento de la atención primaria para levantar el hospital de campaña de IFEMA; mientras todos aplaudían, ustedes denunciaban, ¿siguen pensando que fue un error?

Ha sido un error, un tremendo error. Y de esto no se está hablando, no se está hablando suficientemente. Todo lo que tiene que ver con la prevención en la salud se ha aparcado. Todos nosotros somos conscientes de que estábamos en una situación excepcional, pero en estas nueve semanas, nos hemos quedado con centros de salud que solo atendían situaciones verdaderamente complejas porque no tenían medios ni personal. Todos somos conscientes de que estábamos en una situación verdaderamente difícil y debíamos apoyar. Pero en una sociedad del siglo XXI no se deberían producir estas cosas, aparcar, frente a la pandemia, enfermedades que aparentemente son menores, aunque no dejan de ser importantes y que si no se atienden desde los centros de salud, acaban en urgencias, colapsando hospitales y dificultando al mismo tiempo también la acción de combate contra la pandemia. Se ha hecho todo de manera absolutamente improvisada. Creo que la gente no es consciente de ello; todo el mundo ha hecho un esfuerzo de moderación, porque en situaciones como esta, nadie quiere generar problemas. Pero insistimos en que ha sido un error.

Locales de juego, las apuestas. A la FRAVM les viene preocupando su proliferación sobre todo en los barrios con rentas más bajas. Ahora, el Ayuntamiento los ha incluido entre las actividades económicas a las que se aplicará una rebaja fiscal por el coronavirus con bonificaciones del 25% en el Impuesto de Actividades Económicas.

Los datos que tenemos mediante las asociaciones con las que trabajamos muy estrechamente en estas cuestiones hablan de que se ha incrementado sustancialmente la demanda de ayuda. Gente que se siente agobiada y que llama para pedir ayuda, porque saben que pueden caer ahora, en el confinamiento, con más facilidad. Todavía no tenemos datos de cuánto se ha podido incrementar el juego online, estamos detrás de ello y muy preocupados. Pero también nos preocupa mucho que la ciudad de Madrid, su ayuntamiento, considere que es importante ayudar a estos negocios, nos preocupa que se llegue a equiparar un local de apuestas con un bar o con una mercería. Es muy fácil envolverlo todo en términos de empleo, pero todos sabemos que hay empleos que no son muy deseables, incluso hay algunos que no deberían existir. Somos conscientes que vivimos en un mundo y en un país en el que existen una serie de normas en torno a la libertad económica y de empresa que hacen inviables ciertas prohibiciones. Pero una cosa es que no se puedan prohibir las apuestas y otra cosa distinta es que no se puedan regular de tal manera que sus locales queden limitados a determinados lugares y a determinadas condiciones de tal manera que no generen una ludopatía. A mí se me abren las carnes viendo que las administraciones tienen que mantener abiertos centros de ayudas para ludópatas y que por otro lado se den facilidades fiscales a los locales de juego y apuestas.

Nos preocupa mucho que la ciudad de Madrid, su ayuntamiento, considere que es importante ayudar a las casas de apuestas

Operación Chamartín. Llama la atención que se haya aprobado en plena crisis de coronavirus, a finales de marzo.

La operación Chamartín es la mayor evidencia de que al Ayuntamiento y a la Comunidad de Madrid les cuesta reaccionar con rapidez ante las emergencias sociales, pero que en las cuestiones que les interesa a las grandes corporaciones sí son capaces de poner a un equipo de personas a trabajar y sacar adelante un proyecto congelado. Esto debería hacernos pensar si todo el personal administrativo que está en Urbanismo no habría que haberlo derivado a Servicios Sociales para salvar a la gente, en lugar de poner en marcha la operación Chamartín. Yo me lo pregunto.

Desde el primer momento, la FRAVM ha pedido la apertura de las cocinas de los centros escolares para hacer un reparto de menús gratuitos. ¿Quizá esto podría haber sustituido o evitado el menú de la pizza de Ayuso?

De todos los chavales que tienen necesidades alimentarias, el Ayuntamiento asumió a los que tenían becas-comedor municipales. Las chavalas y chavales que han sufrido las dietas Telepizza son las que tenían la renta mínima de inserción. Perfectísimamente se podría haber mantenido a las empresas que tenían un contrato en los colegios, dedicando sus esfuerzos a la alimentación de esta población infantil y de sus familias, porque no hay ningún distrito de Madrid que no tenga un colegio con cocina. Estamos hablando de 21 cocinas; si antes estábamos hablando de 30.000 familias en situación de emergencia social, eso significa que aproximadamente cada distrito tiene unas 1.500 familias con necesidades alimentarias. Es verdad que el Ayuntamiento argumenta que el reparto de comida en centros escolares tiene una carga estigmatizante, y eso es cierto; ponerte en una cola durante una hora, hasta que te atienden para recoger una bolsa de comida, supone que te pueda ver todo el barrio; tiene que ser muy duro para cualquiera ponerse en esa cola. Nosotros somos conscientes de eso. Pero entre ponerte en una cola y no poder comer, te pones en una cola. Mientras el Ayuntamiento no garantice una tarjeta-monedero a las familias que necesitan cubrir sus necesidades alimentarias, será más barato y más viable hacerlo mediante cocinas. Y lo único que tenían que haber hecho la Comunidad de Madrid, o el Ayuntamiento en su caso, es haber mantenido los contratos que nunca debió anular. 

Por último, las residencias de mayores…

Es inasumible que el 10% de las personas que estaban viviendo en las residencias de mayores hayan fallecido en las condiciones de desatención que se han dado. Es una barbaridad. Y si encima la presidenta de la Comunidad de Madrid declara que ella era consciente de que no se estaba asumiendo a la población de mayores en los hospitales por sus pocas posibilidades de prosperar, resulta del todo inadmisible en un sistema de protección social como el nuestro. Creo que cuando se pueda investigar en profundidad, irán saliendo cosas más graves de las que hemos conocido hasta ahora. Otro de los problemas graves de esta pandemia es que las personas que os dedicáis a la información hayáis tenido limitaciones muy grandes para poder desarrollar vuestro trabajo. Las cosas se han ido sabiendo por la cabezonería de las asociaciones de familiares, que, saltándose las normas, han ido a las residencias exponiéndose incluso ante la policía. Estamos en la semana nueve del confinamiento y nuestro gobierno regional está más obsesionado en pasar a la Fase 1, en cuántos bares o negocios abren, que en medicalizar las residencias, atender a las familias que han perdido a un ser querido y en hacer una investigación. La gente necesita respuestas.

La llama que encendieron los movimientos vecinales en los setenta, años en los que también comenzaba una nueva normalidad en España, ha permanecido candente; quizá no del todo visible, pero cuidada y atendida durante décadas por ciudadanas comprometidas para las que el tejido de una democracia sana, fuerte y...

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Autora >

Ritama Muñoz-Rojas

Periodista y licenciada en Derecho. Autora de 'Poco a poco os hablaré de todo. Historia del exilio en Nueva York de la familia De los Ríos Giner, Urruti'.

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