1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

fotorreportaje

De cómo eran las calles y lo que sus paredes decían

Una reflexión sobre pintadas y grafitis durante un paseo por Santiago de Chile

Daniela Farías 24/05/2020

D.F.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Estos días que no podemos salir a la calle, o no del todo, tengo más vivo el recuerdo del último paseo que me di por Santiago de Chile, antes de regresar a Barcelona, hace ya dos meses. Vivo en esta ciudad desde hace siete años, y aterricé en ella muy poco antes de que se declarara el estado de alarma y se obligara al confinamiento.  

Son las tres de la tarde y hace el calor seco tan típico de Santiago, ciudad edificada en medio de un valle cerrado. No había pisado el centro desde hacía un año, por estas mismas fechas, y lo hice de nuevo con mi amigo Daniel, un adicto a los paseos por esta zona de la ciudad. Con él recorríamos este mismo centro cuando éramos adolescentes y cruzábamos la calle Bandera de punta a punta, sumergiéndonos en los fardos de ropa de segunda mano en busca de algo que no superara los dos mil pesos (dos euros aproximadamente) que llevábamos en el bolsillo. Por eso, esta caminata es ya un clásico en nuestra relación. Antes me preparo psicológicamente, porque sé que el recorrido durará toda la tarde, aunque ya no buscamos trapos usados.

Estoy ansiosa por ver la ciudad después del estallido social, así que nos adentramos en el barrio Lastarria, el equivalente al de Gracia en Barcelona, o al de Malasaña de Madrid, en versión latinoamericana, ahora más latina que nunca. En este vecindario conviven bares y tiendas de moda con mercadillos callejeros en los que se vende ropa, libros, discos, merchandising alusivo a la revuelta social (camisetas, pañuelos, pines)... Siento que la gente también está diferente, más colorida, más viva, hablando alto.

Seguimos caminando y al llegar a la Alameda, la calle principal de Santiago, en la salida del metro Universidad Católica, hay vendedores ambulantes de todo tipo de comidas: sushi, hamburguesas de soja, zumos de fruta, wraps. Me doy cuenta de cuánto echo de menos la comida callejera.

Al acercarnos al Centro Cultural Gabriela Mistral vemos un grupo de extranjeros comandados por un guía que les va explicado los grafitis, las pintadas, esténciles, pinturas y papelógrafos que se extienden kilométricamente por los muros del edificio. Encontramos imágenes que van desde Keanu Reeves hasta Pedro Lemebel. 

Muro del Centro Cultural Gabriela Mistral. Foto: Daniela Farías.

Si bien esta estética urbana siempre ha estado presente, se multiplicó y adueñó de las paredes de Santiago desde octubre, cuando comenzó la revuelta.

¿Qué nos dicen estas frases que el guía intenta explicar al grupo de extranjeros? ¿Cuál es el discurso que está en las paredes?

Al preguntarme si los extranjeros lograrán entender estas pintadas, pienso en Van Dijk, y en la indisoluble relación de dependencia que establece entre discurso y conocimiento. “Adquirimos la mayor parte de nuestro conocimiento a través del discurso, y a la inversa, necesitamos poseer un conocimiento del mundo para poder producir y comprender el discurso”.

Es decir, aun cuando en el grupo de extranjeros haya alguno que domine el español perfectamente, no logrará entender lo que dicen las pintadas, si no “conoce” un poco la realidad chilena. Por ello, la responsabilidad del guía es doble: traducir, incluyendo la explicación de alguna metáfora, y contextualizar. Como si estuviera trabajando con un texto escrito. Porque de hecho lo es.

¿Y cuál es esta realidad que reclaman las paredes y por qué el discurso se presenta en este formato?

Como práctica discursiva, el grafiti, incluyendo el “de leyenda”, es decir las pintadas –rayados como decimos en Chile–, siempre está hecho sobre una superficie que no está destinada a ser soporte de escritura. Armando Silva sostiene que este es “un tipo de escritura cualificado por la acción (situada) del lado de la prohibición social”. Su carácter transgresor le viene dado por presentarse en lugares no legitimados para fines escriturales. 

Ya en la antigua Roma se registran inscripciones fuera de las casas lujosas para denunciar la opulencia con la que vivían los ricos en esa época

Su práctica se remonta a tiempos antiguos. Ya en la antigua Roma se registran inscripciones fuera de las casas lujosas para denunciar la opulencia con la que vivían los ricos en esa época. Las encontradas en las ruinas de Pompeya se refieren a la política –incluyendo campañas electorales–, al amor, mensajes obscenos, entre otros.

En Latinoamérica, durante la Conquista, cuando se estaban comenzando a conformar las ciudades, las pintadas fueron utilizadas por quienes no pertenecían a la institucionalidad letrada y encontraron en los muros una vía para expresar sus demandas. Así lo relata Ángel Rama, quien recoge un pasaje de la crónica de Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, para referirse al reparto del botín de Tenochtitlán, tras la derrota azteca de 1521, en que los capitanes se sintieron estafados y utilizaron las paredes para expresar su reclamo: “Y como Cortés estaba en Coyoacán y posaba en unos palacios que tenían blanqueadas y encaladas las paredes, donde buenamente se podía escribir en ellas con carbones y otras tintas, amanecían cada mañana escritos muchos motes, algunos en prosa y otros en metro, algo maliciosos [...] y aún decían palabras que no son para poner en esta relación”.

Cortés contestaba las pintadas sobre la misma pared de su casa, hasta que cerró el debate con estas palabras: “Pared blanca, papel de necios”. Además, promete castigar a los quienes continúen “ensuciando” las paredes.

Para Rama, lo que hace el conquistador es fijar una jerarquía de la escritura que condenaba el uso de muros para estos fines. Desde tiempos remotos la cultura hegemónica imperante quiere minimizar el discurso plasmado en las paredes, por no pertenecer a la institucionalidad, por no formar parte de los grupos de poder. El castigo que quiere imponer Cortés no nace sino del miedo, y tal y como plantea Foucault en El orden del discurso: “¿Qué hay de tan peligroso en el hecho de que la gente hable y de que sus discursos proliferen indefinidamente? ¿En dónde está por tanto el peligro?”.

Tan pesada y temible es la materialidad del discurso de las paredes que la institucionalidad busca sancionarla y borrarla. Durante la cuarentena, en Chile, el gobierno de Sebastián Piñera ha aprovechado para “limpiar” los muros de Santiago, sobre todo los de centro, donde se concentran la mayor parte de mensajes. Aún más, hace algunas semanas ha causado revuelo y repudio la imagen de una fotografía del mismo Piñera posando en Plaza Dignidad, frente a la estatua del general Baquedano, lugar emblemático por ser el epicentro de las manifestaciones contra él y su gobierno. La provocación y alardeo de su poder es doble: por una parte, presume de saltarse libremente la cuarentena, y por otra, vuelve a pisar el sitio donde se han cometido violaciones a los derechos humanos.

Durante la cuarentena, en Chile, el gobierno de Sebastián Piñera ha aprovechado para “limpiar” los muros de Santiago, sobre todo los de centro

Lo que sucede es que uno de los mensajes recurrentes es precisamente “La calle es nuestra”, a lo que Piñera respondió con la ya típica prepotencia de la derecha chilena, borrando las pintadas en su contra e inmortalizando el momento con una fotografía. Guardando las proporciones, la fotografía en cuestión ya ha sido comparada con la que se hizo Hitler en 1940, con la torre Eiffel de fondo tras la invasión de París por las tropas nazis.

En esta lucha por el espacio del discurso se encarna una lucha por el poder. La delimitación de los espacios de escritura da señas de quién ejerce el poder, quién escribe. Estos espacios se construyen mediante prácticas desde las instituciones, es ahí donde se reparten los roles y los lugares desde donde se escribe. Lo que realmente molesta de los grafitis es que hay actores nuevos en el elenco, sujetos desvinculados de la ley de tales instituciones, que instauran espacios de escritura imprevistos para dar cuenta de lo que no aparece en los ámbitos legitimados por el poder. Entonces empiezan a correr los sistemas de exclusión que señala Foucault para controlar la producción del discurso, como por ejemplo, la llamada “Ley Sticker”, proyecto que por estos días fue aprobado de manera general por la Cámara de Diputadas y Diputados de Chile y que busca sancionar con multa a quienes, utilizando tinta, pintura o materia orgánica, hagan firmas, pintadas, grafitis, esténciles u otras figuras sobre cualquier elemento de transporte público, paradas, terminales o vagones de metro. Lo que llama la atención es que, por una parte, ya existen medidas que castigan daños reales a la infraestructura del transporte. Y, por otra, la urgencia que se dio el Gobierno para votar este proyecto de ley, que, si bien fue hecho meses previos al estallido social, el Ejecutivo decidió darle carácter de “simple urgente” una vez que la revuelta tomó vuelo, argumentando la proliferación de mensajes políticos en la vía pública. Parece ser más importante y “urgente” que cualquier otro tema, incluso durante la emergencia sanitaria.

El grafiti en general –aunque aquí hablo sobre todo del llamado “de leyenda”, es decir, la pintada– tiene dos grandes momentos. El primero es en París, en el mayo del 68, en el que, a través de esta expresión, el movimiento universitario y obrero exige sus demandas. Y el segundo, a principios de los años 70, cuando jóvenes de algunos barrios Nueva York denuncian la violencia policial y el racismo.

Latinoamérica se ve influenciada por estos dos grandes hitos del grafiti. En Brasil, en los sesenta, se popularizan las pintadas en contra de la dictadura militar. En Sao Paulo, por ejemplo, en los ochenta, nace una manifestación aún más contracultural, la pichação, que vendría a ser una pintada más sofisticada, y se presenta como propia de un determinado grupo con un estilo definido. A veces es una firma o un mensaje de protesta casi ilegible para quien no esté familiarizado con este movimiento, por lo complicado de su tipografía, tomada de las bandas del heavy metal ochenteras como AC/DC, Iron Maiden y Metallica, y que se asemejan a las primeras runas anglosajonas: trazos gruesos, siempre en color negro y en vertical. Además, generalmente está hecho sobre edificios altos, por tanto hay doble riesgo: el ser atrapado por la policía y el de la caída. Hoy en día, las pichações, que pueden verse en los edificios de las calles de la ciudad paulista, denunciando la desigualdad, evidencian también una forma de vida, un discurso. Los “pichadores” son el segmento excluido de la sociedad, se oponen a la oficialidad del arte contemporáneo y a los patrones estéticos burgueses que lo rigen, es decir, no buscan “embellecer” la ciudad, sino irrumpir y construir una nueva estética que rompa con el ideal de ciudad moderna.


En Chile, a mediados de los setenta, se inician las actividades culturales clandestinas en contra de la dictadura de Pinochet. Cogen fuerza así las brigadas muralistas, cuyos ideales estéticos se remitían a una época antes del golpe de Estado. Pero es a fines de aquella década cuando surge una propuesta más vanguardista, a cargo del grupo Colectivo de Arte de Acción (CADA), que, mediante la performance y la intervención en el espacio público, aboga por una práctica artística política, contrainstitucional, con crítica social e invita a la gente a ser parte de activa del proceso creativo. El grupo originalmente estuvo formado por los artistas Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, el sociólogo Fernando Balcells, el poeta Raúl Zurita y la novelista Diamela Eltit.

En los años ochenta comienza a masificarse la práctica de plasmar en las paredes el descontento y las demandas sociales; principalmente en 1983, cuando las manifestaciones masivas en las calles son constantes. Es en este año cuando el grupo CADA crea la consigna “No +”. Lotty Rosenfeld relata: “Nos dimos cuenta que el puño en alto y ‘El pueblo unido jamás será vencido’ ya no tenían efecto, y se necesitaba un slogan nuevo”. La iniciativa consistía en escribir este texto abierto en las paredes de Santiago, para ser completado por la gente. Posteriormente se transformó en un símbolo de resistencia usado hasta el día de hoy. Las calles se llenaron de frases como “No + hambre”, “No + detenciones”, “No + tortura”, “No + exilio”, “No + CNI”. Otras  frases que podían leerse eran “Tenemos hambre”, “La ciudad nos vomita” y  “Vida ajena”.

La dictadura le había quitado a la gente el espacio público. El toque de queda había instaurado el miedo, y consecuencia de ello fue el aislamiento y los sentimientos de soledad. El retorno a este espacio urbano dio la posibilidad de expresar por fin todos estos sentimientos y reclamos. Una de las maneras fue precisamente a través de las pintadas en la pared y el grafiti en general.

Algo similar ocurre con la revuelta social que vive actualmente el país. Al igual que en los ochenta, el regreso a las calles surge de una situación de emergencia. Es esclarecedor que una de las consignas más importante del movimiento sea “Chile despertó”. Implica que antes estuvo dormido, callado. Hay un sentimiento de decir, más bien gritar “¡Ya basta!”, y tiene que ser en las calles, de manera colectiva, ya no en el encierro en el que habíamos permanecido durante treinta años. Sin ir más lejos, una de las pintadas que puede leerse es precisamente “No es por treinta pesos es por treinta años”, que indica que la revuelta no la gatillan los treinta pesos (tres céntimos de euro) en el alza del billete de metro, sino los treinta años de desigualdad social, desde el retorno a la democracia –años 90– hasta hoy, propiciada por un modelo capitalista descarnado con base en la Constitución de 1980, que está vigente hasta ahora y que fue hecha en un gobierno antidemocrático y sin mesas electorales.

Aislados y en silencio, como es tan típico de las ciudades del capitalismo avanzado. Una de las pintadas recurrentes que se leen es “No era depresión era capitalismo”. Al igual que en los años ochenta, existen también esas ansias por expresar el sentimiento colectivo de alienación y descontento con la clase política. De ahí que veamos frases como “Hoy como ayer la dictadura continúa” o “La dictadura sigue, se llama neoliberalismo”.

Mientras caminamos con Daniel, leemos, miramos. A veces nos detenemos, pero no siempre. A esto se refiere Silva cuando señala la velocidad y fugacidad como rasgos distintivos del grafiti. Así lo describe Cortázar en su cuento Graffiti:

“Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto, pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: ‘A mí también me duele’. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer”.

Tal y como dan cuenta de ello sus dos grandes momentos, el grafiti ha hecho eco de reclamos, por tanto, es una voz colectiva, y el anonimato –otro rasgo distintivo que señala Silva, sobre todo en el de leyenda– contribuye a la configuración de un sujeto de la enunciación colectivo, que para Mijaíl Bajtín siempre es social. En tal sentido, y siguiendo al filósofo del lenguaje, el grafiti tiene un carácter polifónico, en él hay multiplicidad de discurso, de ideología en relación con el sistema de lengua.  

De pronto, Daniel me dice: “Hay fórmulas que se repiten”, enunciados que se repiten. Ya lo dijo también Bajtín: “Nos expresamos únicamente mediante géneros discursivos, es decir, todos nuestros enunciados poseen unas formas típicas para la estructuración de la totalidad. Poseen unas formas relativamente estables”.

Por tanto, las pintadas corresponden también a un género discursivo, ya que presentan estas formas estables en cuanto a su contenido temático, estilo verbal y composición de las que habla Bajtín. Lo vemos por ejemplo en pintadas con la construcción “hasta que”: “Hasta que valga la pena vivir”, “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. O las con los signos menos (–) y el signo más (+), del tipo: “-guanacos +insumos médicos”, “-pacos +amor”, “-milicos +ideas”.

En Chile se usa  la palabra paco para referirse a policía y yuta para referirse a cualquier ente policial, ya sea un militar (milico) o un carabinero; guanaco es el carro lanza aguas con el que la policía reprime a los manifestantes. Estas palabras aparecen muchas veces en las pintadas: “Ni yuta ni tuya”, “Yuta bastarda”.

Avenida Alameda del Libertador Bernardo O'Higgins. Foto: Alonso Reyes. 

Heredado de la iniciativa del grupo CADA de los ochenta, se lee el “No +”:“No + AFP” (fondo de pensiones), “No + CAE” (crédito universitario que tiene a más de 870.000 estudiantes endeudados), “No + represión”, “No + migajas”. Similar a los “Nunca +”: “Nunca + en Chile”, “Nunca + milicos en las calles”.

Gasolinera incendiada en calle Diagonal Paraguay. Foto: Alonso Reyes.

También se repiten enunciados con la interjección “¡basta!”:Basta de abusos”, “Basta de matar”, “Basta ya”, “Basta ya de represión”. También con la interjección “¡fuera!” para exhortar la salida del presidente o alguno de sus ministros, siendo “¡fuera Piñera!” el más común.

Otras son llamados a la acción del tipo prender “fuego a”: “fuego a la yuta”, “fuego al capital”, “fuego a los milicos”.

El estallido social comenzó por la acción y el llamado de los estudiantes a evadir el metro luego de que el Gobierno informara del alza en el precio del pasaje. Es por ello que se leen en las paredes numerosas pintadas de carga más humorística, con el imperativo “evadir” de la segunda persona singular: “Evade el metro no mis besos”, “Evade todo menos el amor propio”, “Evade todo menos la responsabilidad afectiva”. Y declaro otra vez mi amor por Bajtín cuando dice: “La risa nunca pudo oficializarse, siempre fue un arma de liberación en manos del pueblo”.

Calle Curicó. Foto: Jerome Guillet.

Otro imperativo es del tipo “Pelea” o “lucha como”: “Pelea como latinoamericana”, “Pelea como Gladys Marín”, “Pelea como niña”, “lucha como chica”. Este último se repite porque las adolescentes tuvieron un rol fundamental en el llamado a la evasión del metro que derivó en la revuelta popular.

Pintada en la pared de lo que fue el banco BCI. Avenida Vicuña Mackenna. Foto: Alonso Reyes.

 

Muro del Hospital del Trabajador. Foto: Alonso Reyes. 

También está por todas partes el ya universal acrónimo A.C.A.B. del inglés All cops are bastards (en español: ‘Todos los policías son bastardos’), y su sinónimo 1312, que resulta de la sustitución de las letras por el número que ocupan en el abecedario.

Cae la tarde, cruzamos plaza de la Dignidad, ex plaza Baquedano, lugar habitual de las concentraciones durante toda la revuelta. Es por ello que la gente decidió darle un nombre más acorde con las demandas sociales, primero por las redes sociales, haciendo un llamado a sugerir cambiar el nombre en Google Maps, petición acogida por la aplicación, que sustituyó el antiguo nombre por el nuevo. Renombrar las cosas las modifica.

Bajamos por la calle Vicuña Mackenna, se alternan pintadas con algunas casas antiguas quemadas. De pronto nos sorprende el incendio del museo Violeta Parra. La gente amontonada viendo cómo se rompen los cristales y caen pedazos de cosas. Nunca había visto un incendio tan de cerca. Aún no vienen ni los bomberos ni la policía, algunos a mi lado dicen que es a propósito que nadie llegue a apagar el incendio, que muy posiblemente fueron estos últimos quienes lo hicieron.

—¿Quién fue? —pregunto a Daniel.

—Cualquiera. Todos y nadie. Ya vamos que ahí viene la yuta asesina —dice medio en broma medio en serio.

A mí me entra el miedo y nos alejamos, entre el sonido de las sirenas, el humo y el olor a quemado. En uno de los muros leemos: “Esto se borra las balas no”.

Avenida Vicuña Mackenna a pasos de Plaza Dignidad. Foto: Alonso Reyes.

 

Estos días que no podemos salir a la calle, o no del todo, tengo más vivo el recuerdo del último paseo que me di por Santiago de Chile, antes de regresar a Barcelona, hace ya dos meses. Vivo en esta ciudad desde hace siete años, y aterricé en ella muy poco antes de que se declarara el estado de alarma y se...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Daniela Farías

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí