RECAPITULANDO
Preclimax
El federalismo, por aquí abajo, es como el orgasmo múltiple y los billetes de 500 euros. Está documentado, existe, pero no sabemos de qué color es
Guillem Martínez 19/05/2019

Miquel Iceta.
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EL TERCER ACTO. Esto se acaba, amiguitos. O, al menos, entra en su tercer acto. El próximo lunes tendría que concluir la cosa testifical –no será así porque el TS permitirá ese día que los acusados electos vayan a las Cámaras a hacer el papeleo–. La pericial será, me dicen, breve, no obstante. Luego, la documental. Posteriormente, las conclusiones. Y, tachán-tachán, los informes finales, y últimas palabras de los acusados, si lo quieren. Pongamos que un mes en total. En algún momento, se tendría que realizar, o rechazar, el careo que propuso Melero entre Pérez de los Cobos y el mosso Ferran López. Si se hace, será bueno para las defensas, si no se hace, también. Pero, en todo caso, sería divertido/Marchena, enróllate, tronco. El ambiente, a estas alturas de partido, es en general optimista. Todo el mundo está optimista. Lo que indica que todo el mundo saldrá contento. A saber, es posible que, glups, la Fiscalía imponga cargos como una posesa y las defensas se quiten de encima las condenas más gordas à gogó. Se abre una horquilla de lo posible que va desde un optimismo luminoso de alguna defensa, que creen fehacientemente que los cargos han caído, y que sólo queda una desobediencia grave al TC –dos añitos de inhabilitación; ojo, Melero, un hombre solvente, apuesta por esta vía de investigación–, hasta posicionamientos más cenizos.
LO CENIZO. Rebelión ha caído completamente. Plaf. O al menos eso es lo que opinan defensas, juristas e incluso jueces con los que he hablado. La cosa es más ambigua con sedición –dependerá, vamos, de la afición al respecto del Tribunal–, si bien el optimismo también acaricia ese cargo. Existe, en todo caso, cierto temor ante un grado de tentativa, que agregaría años al compendio. Ojo por ahí, que con la cosa sedición se va a tocar, mucho, poco, o nada –depende de cómo se profundice en ella–, la cosa derecho de manifestación y de asociación. Nadie sabe, en fin, nada. La malversación come aparte. Se verificará, o no, en lo que queda de juicio. No obstante, hay novedades inquietantes. El Juzgado 13 de BCN –estamos aquí por él– ha planteado originalidades nuevas. La Fiscalía propone ahí la figura de la organización criminal para los acusados en esta causa que ha perdido su unidad. Organización criminal presupone en los acusados una jerarquía, una directrices, y un objetivo delictivo–. Sería posible extrapolar, en las conclusiones finales de la Fiscalía en el TS, el concepto organización criminal. De hecho, en algún momento de las testificales de la poli y la GC parecía que había ganas. Es, por otra parte, fácil la criminalización de un partido o grupo político, esa cosa por lo común vertical, poco democrática, secreta, turbia y con objetivos reales inconfesables. De hecho, ya ha pasado en otras épocas. Es una herramienta común y peligrosa. Máxime cuando su aplicación no es general, sino selecta. Sólo suelen exponerse a esa figura unos partidos y no otros. Podría haberse colado así con CDC y el caso Palau, o con el PP y el caso Gürtel. Incluso, por paralelismo con este caso –se está juzgando una punta de propaganda, me temo; algo deleznable, pero de difícil penalización, al punto que nunca se ha penado–, se podría haber extrapolado al PP del 11-M, que mintió sistemáticamente, con jerarquía, con directrices claras, con un objetivo –ganar las elecciones de 2004– y, además, con un muerto, lo que aleja la gravedad de aquel caso de este. Fue en Pamplona, en plena campaña gubernamental de desinformación, cuando una mujer quiso colgar un cartel en una panadería con lo que, según el Gobierno, era la verdad científica del atentado de Atocha. El panadero se negó, y el marido de la mujer, un poli, la mató. Sorprendería, por tanto y por su desmesura, la aplicación de la figura en este caso. Pero las causas penales son ansí.
CHUSTO O MUERTE. El optimismo es fenomenológico. Pero vamos a intentar explicarlo en términos más sólidos que líquidos. Si bien, según mi humilde parecer, cualquier cosa que no sea desobediencia al TC requerirá un diseño muy meditado, sorprendente, barroco, y que podría afectar a alguna región de lo cotidiano en muchas situaciones y colectivos, algunas defensas consideran que una condena asumible sería de unos 6 años, lo que supondría una próxima liberación. Menos de eso, cuatro años, ya supondría un festival, y la posibilidad de salir a la calle en un plis-plas. Por lo contrario, una pena de 10 años, o más, sería considerada una desmesura, una apuesta por el conflicto sin fecha de caducidad. Tal vez –se sea consciente de ello o no–, una propuesta política del Judicial, que potenciaría así un futuro político organizado sobre ese tema. Es decir, gestionado por el enfrentamiento entre unas derechas esp y cat victoriosas, rampantes e inmortalizadas por décadas. Es importante saber que de la sentencia saldrá la euroorden para los exiliados. Tendrá que ser, por tanto verosímil, lo que excluye los cargos propuestos en la anterior euroorden, que no son otros que los cargos discutidos en este juicio. O no, que igual se puede volver a apostar por el concepto donde-un español-no-llega-con-la-mano-llega-la-punta-de-su-euroorden, que tanta alegría produce en pequeños y grandes. Importante al respecto, en todo caso: dicen los bruselólogos que Puigde asumiría trullo por no más de 3 años.
LA LIBERTAD SIEMPRE ES PROVISIONAL. Este juicio nació envenenado por dos objetos. Que siguen sin solución. Uno es la instrucción y sus cargos, insolucionable hasta la sentencia. El otro es la preventiva de algunos de sus acusados. Ese encarcelamiento afecta al juicio, a su recepción, a su olor, pero también, glups, está afectando a la representación en dos Cámaras –se dice rápido–, y a la posible formación de un gobierno de izquierdas en solitario o en coalición. Vamos, que no es algo inocente, sino más bien estructural. Es una consecuencia –posiblemente deseada en su génesis; o no; tal vez sólo es consecuente con su génesis– de llevar a juicio –y no a cualquier juicio, sino a un juicio con cargos como el de rebelión– a la política, por muy borde que sea la política. Incomprensiblemente –o, glups, comprensiblemente–, no ha habido una solución al tema conforme los cargos más gore han ido cayendo como las hojas muertas / de mi juventud, tal y como asegura el tango. Posiblemente, el momento estético de llevar a cabo la liberación de estos presos puede ser al término del juicio, en breve. Lo que sería un indicio de normalidad y de normalización para la vida política, entre otras cosas. La sentencia, por cierto, se espera para julio, según unos, u otoño, según otros. A ver. El hecho de haber expuesto a unos políticos –es decir, personas que, como fue el caso, en todos sus cálculos no valoraron un segundo la posibilidad de cárcel– a la preventiva, puede tener algo positivo: unos políticos que en el futuro se posicionen y luchen contra la preventiva, un fenómeno arbitrario y antidemocrático que afecta a más del 80% de la población penitenciaria joven. Todo un misterio en un Estado con una baja tasa delictiva y una alta población penitenciaria. Dibuja la cárcel como paliativo y contención a la pobreza. La preventiva y la condena es, si duda y en todo caso, la mayor meditación ante la pobreza que ha hecho la clase política por aquí abajo. Socorro.
EL FEDERALISMO. El juicio en sí ha afectado a la mesa del Congreso. Por terror escénico, y ganas de no levantarse de la cama meado políticamente, no habrá en ellas minorías cat. Además, ambas Cámaras estarán presididas por un chico y una chica cat, relacionados con el federalismo. El federalismo, por aquí abajo, es como el orgasmo múltiple y los billetes de 500 euros. Está documentado, existe, pero no sabemos de qué color es. Es posible que, snif, sea como el procesismo, una autodefinición, sin ganas ni posibilidades de verse trasladada a una realidad efectiva, no auto-referencial. En todo caso, el federalismo, como el republicanismo, está para ejercerlo. Presentar objetos sexis y no esforzarse por su implantación, es procesismo. Es decir, algo peligroso, como cualquier otra estafa. A ver qué hacen. Cada X propuestas políticas, molaría que una fuera efectiva o, al menos, cierta. Por lo demás, es importante señalar cómo se ha accedido a esas posibles presidencias en las Cámaras. Se ha accedido por suicidio cat. ERC se ha negado a votar a Iceta como senador autonómico por la Cámara cat, en lo que es un acto sin recorrido y sin otra meditación. Es decir, ERC sigue en la lógica autorreferencial y propagandística del procesismo, ese luchar por la vida de telediario en telediario y ante una afición sentimentalmente radicalizada. Es posible que siga así hasta una victoria autonómica. O es posible que siga así siempre. El procesismo, como el brexit, está basado en hechos reales, si bien son un suicidio, pero crea una zona de confort. Sobre la posibilidad de que ERC se pase varias temporadas en este eterno día de la marmota: es importante saber que ERC es, hoy por hoy, el partido que agrupa a la inteligencia universitaria en Cat. Una inteligencia que no se ha notado en la planificación del procés, ni de sus consecuencias. Una inteligencia cat que es, por tanto, como la esp. Disciplinada, y que suele participar en política dándole la razón al jefe. Vamos, que no tenemos por qué esperar otra inteligencia en toda esta inteligencia. Que Iceta sea presi del Senado o no lo sea no cambia nada, pero indica una dinámica política cat consagrada, aún, a la propaganda automática, antes que a otro cómputo de posibilidades. Lo que es autodestructivo. Y un indicio de posibles y futuras autodestrucciones. Les cuento un acceso hipotético a una autodestrucción propagandística. El próximo 21-M los acusados electos van al Congreso. Al terminar la sesión, no se levantan. Están así varias horas hasta que la presi del Congreso autoriza la entrada de la poli. Obtienen una foto internacional. Arruinan su juicio. Lo lógico, en una escuela política autodestructiva y simbólica, sería hacer eso. Lo lógico en una escuela política de no someterse a riesgos –el procés era eso; salió mal, por ausencia de otra inteligencia que no fuera propagandística– sería no hacerlo. Lo lógico en el procesismo es arruinar antes instituciones, como ha pasado en el Parlament con Iceta –se han cargado un acuerdo veterano, una tradición de cortesía; no pasa nada cuando se hace conscientemente y evaluando las consecuencias; no ha sido así–, que biografías personales. Lo que indica que esta posibilidad que les he explicado, verosímil, lógica, con repercusiones personales severas, no se producirá.
SOBRE LOS RIESGOS. Les expliqué hace semanas que un grupo de amigotes nos habíamos inculpado por los Jordis. La razón: el temor a que su rol en el juicio suponga una reducción de los derechos de asociación y manifestación. Les informo: a algunos de nosotros nos ha llegado el sobreseimiento, el rechazo o como se llame, de nuestra autoinculpación. En todo caso, y por eso he empezado a escribir estas líneas, me han telefoneado, en ese tiempo, varios líderes procesistas, para solidarizarse y para comunicarme que están valorando seriamente autoinculparse. Siguen valorándolo. Lo seguirán valorando durante varios años. Tal vez durante generaciones. Obstruir la política y sus soluciones no implica, en fin, obstruirse la vida. Es, posiblemente, lo contrario.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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