1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

El salón eléctrico

Spielberg contra Scorsese

Los dueños de las piscinas en forma de riñón en las que nadan tiburones, capaces de sacrificar a los suyos durante los tiempos de la caza de brujas, son un hueso muy duro de roer

Pilar Ruiz 13/03/2019

<p>Steven Spielberg y Martin Scorsese.</p>

Steven Spielberg y Martin Scorsese.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

El olvido de la mención a Stanley Donen, fallecido unos días antes, en el “in memoriam” de la última edición de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias cinematográficas, Oscar para los amigos, quizá tenga algo de metáfora de la decadencia de la que una vez fue Meca del cine.

La cosecha anual de películas nominadas también certifica que han desaparecido los gigantes del arte más importante del siglo XX y levanta acta de defunción del que fue principal vehículo cultural contemporáneo. Respecto de la condición del cine como rey del espectáculo, la última gala da fe de cómo espantar al respetable. (Los innumerables haters de los Goyas patrios deberían de recordar este fiasco gringo: como diría un castizo, hasta en cagarla nos ganan.)

El notario de la irrelevancia actual de Hollywood tiene nombre: Steven Spielberg. Aunque quizá esté más cerca de registrador de la propiedad o abogado de Lehman Borthers como ha demostrado al ejercer su poderosa influencia para hacer ganadora a una tv-movie tan previsible y torpe como Green Book (Peter Farrelly, 2019) frente a una obra que es cine por derecho propio como Roma (Alfonso Cuarón, 2019), y ello a pesar de las críticas hípsters.

Cuarón no podía ganar más que el Oscar a mejor director, casi una obviedad. Porque el año anterior el premio gordo se lo había llevado otro mexicano, Guillermo del Toro, porque ya vale de darle caña a Trump –ahí sigue– y porque en vez de contar “una de indios” con épica, digamos Bailando con Lobos (Kevin Costner, 1990, siete Oscar de los buenos), la de Cuarón es “una de indias” que solo friegan suelos y cuidan de niños ajenos. Y abortan. Sin remordimiento, además. A pesar del Me Too, hay reglas no escritas. Por no hablar de otras reglas del canon hollywoodiense, como que la actriz protagonista no se parezca a Jennifer López, Salma Hayek ni mucho menos a las bellezas exóticas de antaño estilo Lupe Vélez. En el mismo México hubo una campaña de ataques racistas contra Yalitza Aparicio, su aspecto físico, su clase social y su origen –“estas pinches indias, ¿qué se han creído?”–revelando que lo que cuenta Cuarón sobre su país se queda muy corto.

Yalitza Aparicio en la alfombra roja de los Oscar.

Yalitza Aparicio en la alfombra roja de los Oscar.

La gran mayoría sospechamos que en estos premios –tampoco en otros– no hay interés en alguno en reconocer la obra más brillante o perfecta desde el punto de vista técnico-narrativo, sino aquella que de forma más eficaz apuntale el entramado industrial escondido tras el telón de glamur fantasioso. La fiesta de auto homenaje más famosa del mundo, modelo copiado con peor o mayor fortuna en el resto de países aunque en vez de industria cinematográfica sea “artesanía rural” (Jose Luis Cuerda dixit) sigue a rajatabla los preceptos que los viejos romanos y su heredera directa la Iglesia católica –santa patrona del glamur escénico– bautizaron como Propaganda. Por eso nada se puede dejar al azar. Entonces, ¿están los Oscar amañados? ¡Oh, sorpresa! La sombra de Weinstein es alargada y no solo por sus presuntos abusos sexuales, sino por haber arramplado con artimañas oscuras y dólares a porrillo unas cuantas estatuillas a su favor: recordemos aquella chorradita pazguata de Shakespeare in love (J. Madden, 1998). Pero no hay que escandalizarse demasiado; lo de premiar sinsorgadas es antiguo y la lista de errores no cabe ni en formato panorámico. Un ejemplo: Alfred Hitchcock recibió en 1968 su único Oscar, el honorífico; dijo “muchas gracias” y se fue.

No es el caso de Steven Spielberg (Cincinatti, 1946). Siete candidaturas al Oscar al mejor director, ganador de dos, nominado 10 veces a la mejor película, con el premio Irving Thalberg a la edad de 40 años, el niño de oro –ya ancianito áurico– formaba parte del establishment hollywoodiense desde antes de cumplir 30 años. A pesar de coincidir en el tiempo, en el espacio y en la casa de Stanley Donen, nunca perteneció a la “Nueva Ola americana” como Scorsese, Coppola, Bogdanovich y los demás. Ni toro salvaje ni motero tranquilo, cuenta Peter Biskind.

“La primera vez que oí hablar de él ya era un tipo de Hollywood, ya era parte del sistema, un tío sin segundas intenciones y ni pizca de espíritu rebelde.” (Matthew Robbins, guionista de Tiburón y Encuentros en la tercera fase).

Su afán patológico de éxito era motivo de mofa en un Hollywood setentero lleno de autores “arty” desde su pelea con el mítico productor Darryl F. Zanuck (1902-1979), cuando el novato quiso hacer Loca evasión (1974) mucho más comercial de lo que pretendían los estudios. Zanuck le mandó a paseo. Pero ya no estamos en los tiempos de los Oscar de Zanuck: La barrera invisible (Elia Kazan, 1947) Eva al desnudo (J. L Mankiewicz, 1950), Qué verde era mi valle (John Ford, 1941). Tiempos muertos y enterrados.

Según muchos historiadores del cine y cinéfilos de medio mundo, Spielberg podría ser el principal sospechoso –junto a George Lucas– de un buen thriller: el asesinato con enseñamiento del cine de autor a manos del cine de entretenimiento, suceso luctuoso ocurrido a finales de los 70. Ambos cómplices acabaron con casi todos sus compañeros de generación, uno por uno. Desde entonces la Fábrica de Sueños ya no pare obras maestras ni delicatessen que sujeten la producción de ingentes –e indigentes– productos industriales en forma de clones, secuelas y sagas disneyrizadas. O Tv-movies. Un abogado sagaz tipo Paul Newman en Veredicto final (Sidney Lumet, 1982) podría esgrimir aquello que dijo Spielberg respecto a la su, muy a su pesar, mejor película: “Me identificaba más con el tiburón que con las víctimas”. 

Mr. Spielberg as himself y como miembro de la junta gobernadora de la Academia, hizo campaña entre los académicos más relevantes con un solo objetivo: impedir que Netflix se llevara un Oscar a mejor película.

“Spielberg sostiene que las películas que debuten en servicios de streaming o permanecen en una corta franja de tiempo en cartelera no deberían ser elegibles por la Academia para lo que propone endurecer los requisitos, medidas que afectarían no solo a las producciones de las plataformas de streaming sino también a muchas películas independientes, sobre todo aquellas que cuenten con un menor presupuesto y de habla no inglesa.” (Agencias, 4-3-2019)

Una polémica nacida en el festival de Cannes 2018 tras décadas de Palmas de oro sin distribución y declaraciones altisonantes a favor y en contra de la inclusión de las películas marca Netflix, que decidió retirase del mercado de cine más importante del mundo. Hollywood es otro cantar: los dueños de las piscinas en forma de riñón en las que nadan tiburones, capaces de sacrificar a los suyos durante los tiempos de la caza de brujas, son un hueso muy duro de roer; o sea: el Oscar Gordo debía ir la simpleza mal contada de Farrelly. Curiosamente, no a otra candidata más digna en un palmarés desnutrido de talento como La favorita (Lanthimos, 2019) suponemos que por demasiado cultureta y dirigida por un europeo raro: para muchos académicos WASP aún peor que ser mexicano.

Olivia Colman, reinona indiscutible, en La favorita.

Olivia Colman, reinona indiscutible, en La favorita.

Netflix se ha defendido y no por razones altruistas; al fin y al cabo quiere lo mismo que los demás: ganar dinero. Las malas lenguas murmuran que Cuarón luchó a brazo partido para mantener el blanco y negro, la protagonista indígena, los idiomas español y mixteco. Pero los llenazos de Roma en las 100 salas en las que se estrenó en EEUU para poder acceder a los Oscar –la paradoja es que cada uno de sus planos pide a gritos pantalla grande– puede hacer replantear a la plataforma sus propias directrices, algunas tan opacas como no revelar datos de audiencia o taquilla. Si quiere alcanzar el prestigio que dan los premios, Netflix dará su brazo a torcer: la voraz pescadilla del sistema no puede dejar nada sin morder. Nadie en este negocio lo tiene fácil y menos cuando desembarque el verdadero coloso: Amazon o “un anillo para gobernarlos a todos”.

Con todo, la resistencia numantina de la industria norteamericana ante las nuevas formas de acceder a las producciones audiovisuales recuerda el histerismo ante el cine sonoro, la televisión y el video. Nadie diría que allí se filmaron Sunset Boulevard o Cantando bajo la lluvia (el fantasma de Donen al fondo). Generaciones cinéfilas que descubrimos a los clásicos en la tele con cortes de publicidad y doblajes franquistas e incluso coloreados por Ted Turner, que luego vivimos la guerra Betacam versus VHS versus DVD y que ahora pagamos por plataformas –esas que han descuajeringado la plaga de la piratería– escuchamos atónitos que la única forma de ver cine es en un cine. Qué más quisiéramos. Sobre todo si las salas no hubieran desaparecido de las poblaciones que no son capitales o de los centros de las ciudades para convertirse en megatiendas low-cost, si la entrada no costara 9 euros o los exhibidores no nos estafasen con proyecciones tan cutres como la del Cinexin.   

De eso no se ocupa Steven Spielberg pero sí de afirmar que las películas producidas por plataformas no son cine sino televisión. Y eso cuando está por estrenar la próxima película de Martin Scorsese. El irlandés lleva el sello Netflix después de que Hollywood abandonara el proyecto del neoyorquino: “Hago con ellos lo que los estudios no han querido hacer”.   

¿Se avecina otra noche de cuchillos largos como la que acabó con la New Wave americana? ¿Podrá Spielberg dejar a Scorsese fuera del juego de los Oscar? ¿Le acusará de destruir el cine y de hacer productos televisivos? ¿Qué hará Marty? Un duelo épico, un western, una película de mafiosos o una peli de autor como El juego de Hollywood (1992) de Robert Altman, otro devorado por los tiburones. Ya sea en un cine o en el salón de casa, pagaríamos por verlo.

El olvido de la mención a Stanley Donen, fallecido unos días antes, en el “in memoriam” de la última edición de los premios de la Academia de las Artes y las Ciencias cinematográficas, Oscar para los amigos, quizá tenga algo de metáfora de la decadencia de la que una vez fue Meca del cine.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Pilar Ruiz

Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

4 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Godfor Saken

    Monoforma - Es la forma interna de lenguaje (montaje, estructura narrativa, etc.) utilizada por el cine y la televisión comerciales para representar sus mensajes. Es el bombardeo denso y rápido de imágenes y sonidos, la estructura modular en apariencia “fluida” aunque fragmentada, que tan bien conocemos todos… Técnicas de montaje rápido, acción paralela, alternancia entre planos lejanos y cercanos, etc. En nuestro tiempo incluye una intensa superposición de elementos musicales, efectos sonoros y de voz, cortes bruscos para provocar gran impacto, música melodramática que satura las escenas, modelos rítmicos de diálogos y cámaras que se mueven sin cesar… Son repetitivas, predecibles, y cerradas con respecto a su relación con el público… Todas se sirven del tiempo y del espacio de un modo rígido y controlado: de acuerdo con las directrices de los medios, y sin conexión alguna con las amplias e ilimitadas posibilidades de los espectadores. La Monoforma en todas sus variedades esta basada en la convicción de que el público es inmaduro, que necesitas formas previsibles de representación para “engancharlo” es decir, manipularlo. Por eso muchos profesionales se sienten cómodos con la Monoforma: su velocidad, su montaje impactante y la escasez de tiempo/espacio garantizan que los espectadores no pueden reflexionar acerca de lo que esta sucediendo de verdad.” [...] Por crisis de los medios entiendo la irresponsabilidad cada vez mayor de los medios de masas audiovisuales (mma) y su devastador impacto en los seres humanos, la sociedad y el medio ambiente. Hablo de la apatía generalizada del público frente a unos mma que actúan deliberadamente como medio de transmisión de ideologías violentas, manipuladoras y autoritarias; me refiero también al desconocimiento crónico y ampliamente extendido de los efectos que esos mma producen en cada uno de nosotros. Hablo de la negativa, poco menos que unánime, de los profesionales del gremio a iniciar el más mínimo debate crítico con respecto a su oficio. Hablo también de la represión feroz que se ejerce dentro de los mma para mantener a los profesionales dentro del redil y reducir al silencio cualquier forma de expresión que resulte disonante. Hablo, en fin, de la obstrucción que practican los sistemas educativos de todo el mundo para impedir el acceso de los jóvenes a formas críticas de enseñanza de comunicación audiovisual y a todo aquello que pudiera incitarlos a cuestionar el papel y las prácticas de los mma. [...] Peter Watkins, “Media crisis” (La crisis de los medios)

    Hace 5 años

  2. Godfor Saken

    "En el fondo, imagino a Hollywood como un señor mayor, sentado en su silla mecedora en el portal de su casa de madera de nogal y una pipa, repasando los años de su vida y aceptando, con exquisita satisfacción, que las cosas, pese a todo, han salido bastante bien. El Señor Hollywood, entre muchas de sus viejas luchas, ha logrado que la gente crea, por ejemplo, que los malos son malos porque nacieron malos y que la Libertad (esa señora en faldas largas que posa en el río Hudson) posee un alcance moral por el cual vale la pena morir". Nicolás Agustín Mattera, 'Égalité' (revista El Estado Mental, 16 de noviembre 2015).

    Hace 5 años

  3. Godfor Saken

    ¿El ocio como negocio? La cuarta ambigüedad se refiere a la legitimidad ética del coste económico de estas cuatro superproducciones (El Señor de los Anillos, Harry Potter, La Guerra de las Galaxias y Matrix) así como del flujo que ganancias que generan. El primer fenómeno taquillero lo obtuvo La Guerra de las Galaxias (1977) que recaudó en su momento unos 700 millones de dólares (13)s. Esto significa que fue vista por unos ciento cincuenta millones de personas. Los dos episodios de la nueva trilogía han recaudado 925 y 648 millones de dólares. El coste de la trilogía de El Señor de los Anillos ha sido de 300 millones de dólares. La primera parte ha recaudado 860 millones, la segunda, 925 millones, y la tercera, 918 millones. En número de espectadores, significa que cada episodio ha sido visto por casi doscientos millones de personas. Concretamente en España, La Comunidad del Anillo ha sido vista por siete millones de personas, recaudando 31 millones de euros. La producción de la primera película de Harry Potter costó 139 millones de dólares. Lleva recaudados 975 millones, y el segundo episodio, La Cámara Secreta, 869 millones de dólares. El coste de la trilogía de Matrix asciende a un total de 600 millones de dólares, el cual ya ha sido ampliamente compensado, ya que la primera parte ha recaudado 460 millones de dólares, la segunda 738 millones, y la tercera, 423 millones. Keanu Reeves firmó el contrato por 10 millones de dólares para interpretar al personaje de Neo. Si comparamos estas cifras con las que se mueven entre las estrellas del fútbol, veremos que se sitúan en parámetros semejantes: David Beckhman fue comprado al Manchester United por 42 millones de euros y tiene como contrato anual de 6 millones y medio de euros, además de su suelo mensual. En un mundo donde las dos terceras partes de la humanidad viven por debajo del umbral de la pobreza, ¿no es acaso un lujo, incluso un insulto, que se gasten tales cantidades para el mero entretenimiento? Por un lado, hay que decir que detrás de una producción cinematográfica hay una gran comunidad. No hay más que quedarse hasta el final de la proyección para hacerse cargo de la cantidad de personas que han intervenido: no sólo los actores principales y secundarios, sino todo el equipo de dirección y técnico (cámaras, luces, montaje, digilitación...), el vestuario, los decorados, la banda sonora, asesores de diversos tipos, los extras (veintiséis mil en el caso de El Señor de los Anillos), los lugares donde se ha filmado... todos ellos conviviendo durante años de rodaje. En definitiva, las producciones cinematográficas forman una gran comunidad convocada por una causa común. Lo cual significa que la industria cinematográfica no sólo es un negocio, sino que crea una comunidad de objetivos, gustos e intereses. Comunidades que crecen en tanto que, en el caso de las cuatro superproducciones que tratamos, han dado origen a toda una iconografía que se expande a través de video-juegos y juegos de rol, pósters, muñecos, red de aficionados internáuticos... en definitiva, una conspiración anónima de gustos e intereses que se nutren de los mismos mitos. Con todo, el flujo de dinero que está en juego no es arbitrario. El ocio cumple una función psicológica y social que puede ser fácilmente manipulable. De aquí que haya que estar atentos a los mensajes que se transmiten a través de la industria cinematográfica. La cuestión está en tomar conciencia de lo que aporta el ocio en nuestra cultura: si es un tiempo escindido o integrado. Porque la honestidad o deshonestidad de la industria del espectáculo participa de la honestidad y deshonestidad de nuestro sistema. Se sabe perfectamente no sólo que hay estudios de mercado que investigan las apetencias de los espectadores, sino que se estudia cómo manipular sus mentes y contaminar sus valores, de modo que en el entretenimiento se refuerce el idiotecimiento, en lugar fomentar un espacio crítico capaz cuestionar los productos que se proponen. -Javier Melloni, “El cine y la metamorfosis de los grandes relatos”.

    Hace 5 años

  4. q19

    El olvido de Stanley Donen es imperdonable. Pero a mí sí me pareció muy reivindicativa, rebelde, atrevida, la película "Munich" (2005) de Spielberg (no de las más antiguas). Con este film no hace falta que se pronuncie contra Israel, ya lo ha dicho todo. Es espectacularmente antisionista.

    Hace 5 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí