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Estamos tocando el fondo: ¿diálogo difícil o imposible?

Un proceso difícil no puede suponer dejar en suspenso lo que exige la gobernabilidad de Catalunya, ni permitir que las derechas españolistas atemoricen a quienes deben hacer propuestas de cambio

José Antonio Pérez Tapias 26/12/2018

<p>Pedro Sánchez, con las ministras y ministros de su Gabinete, en Barcelona.</p>

Pedro Sánchez, con las ministras y ministros de su Gabinete, en Barcelona.

Fernando Calvo

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Con una derecha tirada al monte con mochila antipolítica, con un independentismo catalán metido en el bucle de sus contradicciones y con una socialdemocracia gobernante que con su habitual tibieza quiere combinar respuesta a las cuestiones sociales y repliegue conservador ante la crisis del Estado, poco ha faltado para que este artículo llevara por título “confesiones de un federalista (más que) escéptico”. En verdad, pensando que la solución para España y su Estado –es decir, para el Estado español, pues obligado es hablar en esos términos cuando de cuestiones jurídico-políticas se trata– es un federalismo plurinacional, sin embargo el escenario político queda tan distante de tal fórmula que el escepticismo al respecto es, cuando menos, inevitable. No cabe confiar en que el agravamiento de las circunstancias que rodean el conflicto de Catalunya –escribo así el nombre de la comunidad a la que hago referencia por mor de respeto militante a la pluralidad lingüística que acompaña a la diversidad nacional– y la consiguiente crisis del Estado vayan a aumentar las luces que permitan alumbrar la solución que en común podamos darnos. 

No se vislumbra salida alguna al conflicto catalán apostando a un “cuanto peor, mejor” que, de suyo, reúne más probabilidades de que todo empeore, como dice la tan coloquialmente invocada “ley de Murphy”. No es muy convincente la teorización leninista sobre el tensionar las contradicciones, reelaboración del “cuanto peor, mejor” en su día puesto en boga por Nicolai Chernishevski desde el populismo ruso –recientemente lo recordaba Enric Juliana–. A toda costa hay que evitar que todo vaya a peor, pues bastante sufre ya una ciudadanía que padece las consecuencias de un gobernar desde la Generalitat que apenas cubre tareas de mantenimiento. No obstante, aun contra la estadística, cabe pensar que, si hay los suficientes atisbos de racionalidad política, todavía puede ocurrir algo positivo a partir del momento en que haya una conciencia colectiva de que estamos tocando el fondo. 

Ambigüedad de los hechos y eufemismos en equilibrio 

El muy cantado verso de Gabriel Celaya “estamos tocando el fondo” nos sirve para apelar al diálogo como estrategia de futuro. Que estemos tocando el fondo no implica que no podamos bajar más peldaños hacia el abismo, pues ahí están los que se dedican a cavar para que el fondo se hunda más y sea imposible la salida, lo cual induce el frío distanciamiento con que se mira, tras los parabienes, el comunicado, tan escueto como liviano en su contenido, con que los gobiernos del Estado y de la Generalitat se presentaron ante la opinión pública. El momento vino dado por la decisión del presidente Sánchez de celebrar la reunión del Consejo de Ministros, el pasado 21 de diciembre, en Barcelona, la cual fue anunciada meses atrás y acogida como acertada manera de hacer presente el Gobierno de España en distintos lugares del territorio –anteriormente se hizo en Sevilla–. 

Decisiones a tomar en dicha reunión iban a permitir que quedara realzada como hito de singular trascendencia. El incremento del salario mínimo a 900 euros, con todo el calado social que la medida supone, era la propuesta estrella. Con todo, una medida de tanta valía, visto cómo evolucionó la situación en Catalunya desde tiempo atrás hasta la realización del Consejo anunciado, podía perder brillo ante nubarrones sobrevenidos por la dinámica de los acontecimientos. La proximidad de los juicios a los líderes independentistas presos y la huelga de hambre de algunos de ellos eran factores adversos para un clima favorable. La necesidad de un fuerte blindaje policial para poder realizar el Consejo de Ministros en Barcelona se presentaba como precaución indicativa de tensiones por el rechazo de los sectores independentistas a la presencia del Gobierno de España en Catalunya. Es cierto que los sectores ciudadanos no independentistas podían ver lo mismo de modo opuesto, pero aún las ventajas por ese lado no eliminaban el sospechar que una afirmación de poder con la sobreactuación que implica un fuerte dispositivo policial puede traducir una carencia de autoridad en la misma proporción. Nadie asegura que en términos internacionales no haya quien lo contemple así, dadas además las imágenes circulantes.

Afortunadamente, las manifestaciones en la calle y las consiguientes actuaciones policiales se mantuvieron después en límites asumibles, dejando de camino a salvo el papel de la Generalitat en cuanto a mantenimiento del orden. Y si eso facilitó hablar de diálogo, no lo hizo menos la flexibilidad del Gobierno de Sánchez para una declaración en común, ciertamente muy forzada, pero que al menos fue factible. Otros elementos contextuales quedaron en el aire, unos jugando a favor del encuentro –apoyo de los partidos soberanistas a la modificación en el Congreso del techo de gasto para el presupuesto del Estado de 2019– y otros, enturbiándolo. Tal es el caso del renombramiento del aeropuerto de Barcelona como “Aeropuerto Josep Tarradellas”, sin contar con las instituciones catalanas (Generalitat y Ayuntamientos) en decisión legal desde el punto de vista competencial pero de la que no cabe ocultar la forma impositiva en que se ha tomado, por más que se aduzca que así se hizo con la figura de Adolfo Suárez respecto a Barajas y que significa un reconocimiento a Catalunya –en operación ventajista, y puede que humillante, similar a hacer un regalo a quien no nos ha concedido el derecho a hacerlo–. 

Así, pues, hechos precedentes y decisiones consecuentes son el contexto en que fue escrito el texto en el que los dos gobiernos, en medio de sus ambigüedades, se comprometían a dialogar para abordar el conflicto en términos de “seguridad jurídica”. Dicha fórmula cabe entenderla, por el lado del Gobierno de España, como alusiva a diálogo en el marco de la Constitución y, por el lado del Govern, como referida a no transitar por vías unilaterales. A nadie se le escapa que ese equilibrio de eufemismos se debe a las distancias no explicitadas que es necesario salvar para que el diálogo se abra camino. Las partes consignatarias de tal declaración tienen sus respectivos lastres para ponerse a hablar en serio y, además, cada una de ellas cuenta con quienes tratan de frenarles para que no lo hagan. Las derechas españolistas no cejan en su vociferar pidiendo aplicación del 155, incluso con inconstitucional suspensión de la autonomía catalana. Las CUP, por el extremo contrario, no atemperan sus pretensiones de ruptura con el Estado. Y, entre unos y otros, los potenciales y deseables interlocutores se hallan mediatizados temiendo el efecto que sobre los respectivos electorados tengan las acusaciones que les vengan de los que, cual perros de hortelano, además de ladrar, ni comen ni dejan comer. Al señalamiento como traidores tanto temen el PdeCat y ERC como el PSOE, y en el caso de este tanto más por cuanto cunde el pánico electoral tras los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía: no faltan líderes territoriales socialistas que de manera muy parcial atribuyen el descenso en votos sólo a la política “blanda” del presidente Sánchez con el independentismo catalán. 

Pasos que faltan para hablar en serio de diálogo

Suponiendo que se superen los miedos electoralistas que atenazan a los partidos en época de posverdad y de redes que pueden convertirse en nudos asfixiantes, los llamados a ser protagonistas de un diálogo de todo punto necesario –y además expansivo e incluso abierto a quienes hoy lo critican como claudicación– han de perfilar claramente sus propias posiciones, a la vez que las maduran con la suficiente capacidad de escucha para reconocer en la otra parte la razón de la que puedan ser portadores. Sin subir el listón moral hasta allí donde lo puso Hans-Georg Gadamer al decir, desde la hermenéutica, que dialogar conlleva aprender a no tener razón, por lo menos hay que responder a la exigencia ética y epistémica –esencial para la democracia– de no pensar y actuar como si se detentara la verdad en régimen de monopolio. Si los presidentes Sánchez y Torra quieren dialogar sin engaños, y sin la estupidez de ponerse a discutir si el diálogo es de galgos o podencos –si es entre iguales o desiguales en jerarquía institucional, ridiculez protocolaria en medio del conflicto en que estamos, acrecentada con los desvelos de los asesores de Sánchez por poner centro de flores rojas para que no aparezca en imagen sólo el ramo de amarillas–, dichos presidentes y sus equipos han de partir al menos de un pacto sobre los desacuerdos, cuestión bien situada por el filósofo Ricoeur como indispensable punto de partida para abordar políticamente las cuestiones verdaderamente difíciles. 

Hay que reconocer que es realmente difícil dialogar en busca de una solución para el conflicto de Catalunya. Habida cuenta de la enorme dificultad, dado a dónde han llegado las cosas, lo que se exige es dilucidar si dicho diálogo se quiere posible o imposible. ¿Cómo estamos, pues, de voluntad política? Ésta es la cuestión. Si Sánchez no pasa de decir la obviedad de que ha de mantenerse todo en el marco constitucional, sin ni siquiera abrir la perspectiva de una reforma constitucional en profundidad para ir a un Estado federal plurinacional, entonces es que la posibilidad se cierra, lo cual se produce aún en mayor medida si hay negativa total a cualquier forma de referéndum que vaya más allá de votar sobre un hipotético nuevo Estatut. Eso, por más que se abunde en vagas promesas de autogobierno, es remedio ya del todo insuficiente para la gravedad de la patología que, por deslegitimación desde Catalunya, afecta al Estado. Para que el diálogo sea posible hay que avanzar propuestas capaces de romper el bloqueo en que estamos, ya que a estas alturas no tiene posibilidad de perdurar aquella fórmula orteguiana de la “conllevancia”, la cual, siendo dicha en tiempos que derivaron en tragedia, suena hoy a farsa, como bien puede calificarse aplicando el famoso dicho marxiano en El 18 Brumario

Pero si Torra y los suyos, contando con su mentor Puigdemont –este, por cierto, ha llegado a decir, no sabemos si con exceso de ingenuidad o de ignorancia, que si España fuera un  Estado federal como Alemania no estarían los independentistas propugnando lo que plantean–, no superan la pretensión de construir en el vacío una república respecto de la cual incluso un mosso en pleno quehacer policial espeta a un manifestante que la república que defiende “no existe”, entonces el diálogo también se imposibilita. Es decir, también por el lado del independentismo hace falta generar condiciones de credibilidad para la interlocución política. 

Acometer un proceso de diálogo difícil no puede suponer dejar en suspenso lo que exige la gobernabilidad de Catalunya, por una parte, ni permitir que las derechas españolistas, con el tironeo de la ultraderecha de Vox, atemoricen a quienes pueden y deben hacer propuestas de cambio en profundidad –¿por qué no de proceso constituyente, si cada vez se ve como más necesario?–. El problema de España no puede quedar al albur de centralistas y nostálgicos que, viendo lo que hacen y dicen, la prefieren de hecho rota, pues a eso puede conducir la intransigencia del PP y Ciudadanos, antes que compartida.  Es así cómo, vislumbrando el fondo, cada parte convocada a dialogar ha de saber que ha de pasar el trago de abandonar sus propios dogmas, porque son éstos los que originan sueños que se convierten en pesadillas, cosa que con mucho tino ponía en boca de uno de sus personajes el escritor Francisco Ayala cuando, desde el exilio, escribió justamente El fondo del vaso. Nuestro autor granadino dejaba ver en su relato que en ese estar que cualquier encarcelado pasa en prisión “hay tiempo para todo”, incluso para pensar en que “cada cual lleva dentro de sí mismo su peor enemigo”. No es cuestión de usurpar las reflexiones de nadie, pero sí de colegir que la desgracia de un encarcelamiento preventivo que no debiera haberse producido puede haber sido factor de análisis para líderes presos que hoy piden diálogo con la seriedad de quienes han puesto en juego su vida en libertad. Su palabra merece ser escuchada, para no vernos todos arrojados a ese fondo de la noche donde, como Gabriel Celaya nos dejó también escrito, “tiembla el árbol del silencio”. Insisto: el diálogo de verdad, si parece imposible, es imposible necesario. 

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Autor >

José Antonio Pérez Tapias

Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).

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9 comentario(s)

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  1. jose

    ¿Bendodo es ese que sobre el matrimonio hosexual votó el mismo día una cosa en el pleno de la Diputación de Málaga y otra en el pleno del Ayuntamiento de Málaga?

    Hace 5 años 2 meses

  2. Pedro

    (@ zyxwvut).- No es posible que haya escrito todo eso...¿de verdad es esa su idea del conflicto? O ha estado Usted viviendo en otro mundo los últimos 8 años, o es que es Usted incapaz de mirar-se al espejo. Se lo digo con todo mi respeto, señor: de producirse la separación de Cataluña algún día, Usted es uno de muchos que sufrirían una profunda catarsis cuando finalmente -pero demasiado tarde- se diera cuenta de que debe de ser muy triste no poder ser feliz porque alguien no quiere vivir más contigo.

    Hace 5 años 2 meses

  3. cayetano

    Parafraseando a Groucho Marx: "estos son mis principios, y si no le gustan, puedo cambiarlos", o Maquiavelo "el fin justifica los medios". Ambas son frases que remiten en el imaginario a la falta de principios, valores o ética, podríamos estirar su significado y decir falta de razones. Pero en ocasiones -en las más difíciles- es necesario que la razón superior sea encontrar la solución, que suele pasar por aprender a abandonar razones propias para construir razones comunes. La confrontación de los principios y razones propias pero diferentes lleva a la colisión con todas sus derivadas. Esa dinámicas y sus derivadas es de lo que debemos hablar, si unos hablan de la ruptura de España, otros tendran que explicar qué es romper la vida de l@s españoles-as tod@s con independencia de sus sentido de pertenencia nacional. Colegir esa voluntad primaria de la necesidad del diálogo es el primer paso, y para ello crear consensos sociales que partan de proyectos de progreso compartidos en convivencia, ante lo que nos espera -explicado y detallado- si continuamos por el camino de la colisión, es lo importante. Es necesario ganar el debate público, el consenso social sobre la necesidad del diálogo, sobre la necesidad de la cesión de tod@s. para construir un nuevo consenso, tal y como ocurriera al acabar la Dictadura, y continuando el espíritu que dió lugar a nuestra texto Constitucional. Modernizar nuestra estructura económica superando el modelo especulativo del ladrillo como motor económico, modernizándola a la altura de este nuevo milenio, es la tarea. Unir ambos debates insaparables, pues versan sobre el consenso de tod@s l@s españoles-as sobre el modelo de Estado y país, es también uno de los retos para crear consensos desde la esperanza en el Futuro. Mantener nuestro estado del bienestar, el de tod@s con independencia de la estructura territorial que nos dotemos, dependerá del consenso social que seamos capaces de articular para avanzar al son de los tiempos, sin perder de nuevo el tren de los avances tecnológicos y en infraestructuras, por unas u otras razones. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 2 meses

  4. cayetano

    No sólo el Mundo ha roto su status quo, como si se tratará de la interpretación sobre las revoluciones científicas de Robert Kunt, la acumulación de disonancias, falsaciones o excepciones agrietan el paradigma constitucional. Y lo agrietan desde su consideración de Estado democrático y social avanzado y de Derecho, no sólo desde su concepción administrativo-territorial. Efectivamente nada es lo que era pues aun cuando la Constitución siga siendo la misma, ya ha recibido varias reformas jurídicas, y sobre todo la realidad ha cambiado el significado de sus palabros y por ende su interpretación, no alcanzando a abordar aunténticas lagunas y disonancias con las realidades de España. Dicho lo cual, el debate territorial requiere de diálogo, no hay otro camino que nos salve del precipicio a tod@s, la vía de la confrontación se unilaterial o compartida por los ultranacionalismos de banderas con barras amarillas o rojas, sean en mayor o menos número, no vaticinan nada bueno para la democracia y la convivencia. Pero a veces se necesita ver el precipicio para contemplar la oscuridad del fondo y valorar la vida. Aunque en ocasiones la inercia es tal, que no sabemos como parar e indefectiblemente nos vemos impelidos por la cinética a despeñarnos. Las movilizaciones y pasos que dieron desde la mayoría social del independentismo en día 21 con motivo de las movilizaciones, y con la presencia del Consejo de Gobierno, indican la mayoría social independentista o no, valora y mucho la convivencia. Que existe un margen de confianza, aunque la inercias sigan operando se están desacelerando y debieran hacerlo más rápidamente. Los españoles debemos ser conscientes de que nos jugamos, que el a por ellos es nosotros, y que la confrontación no afectaría sólo a Cataluña sino al conjunto del Estado. Como decía Javier Aroca el inicio de la Transición fue acordar que habían de acordar, la importancia y transcendencia, qué nos jugamos con ello en todos las dimensiones de la vida española. Mientras esa apuesta no quede clara a la mayoría social de cataluña y España con independencia de las formaciones políticas, a través de un debate, que no analice desde el terreno de las declaraciones de los extremos, sino desde lo que ponemos en riesgo innecesariamente, no conseguerimos desenganchar a las formaciones políticas que alientan la confrontación. Es el debate público en España por el inicio del diálogo o confrontación, hablar o a por ellos, concretando que nos jugamos todos lo que puede desatorar el camino del acuerdo. Un cordial saludo.

    Hace 5 años 2 meses

  5. c

    la derecha catalana y española la d ls recortes, rescates a ricos, corruppcion , la del nacionalismo etc etc etc es la misma que ahora se las da de salvadores pero solo echan leña al fuego desd el principio para tapar su corruppcion y su codicia y asi entre alarmismos que la gente no se de cuenta etc Solo Podem en Comun vala algo en Cataluña

    Hace 5 años 2 meses

  6. Precario perpetuo

    Si España fuera un país democrático lo de Cataluña se hubiera resuelto en dos semanas. Para ejemplo ahí están Inglaterra y Escocia. Un referéndum y punto. Es de lo único que hay que hablar si tan demócratas somos. Que cada habitante catalán decida libremente si quiere vivir en una República independiente o prefiere seguir en el apestoso y retrógrado reino español de estructura neoliberal inamovible y que la “izquierda española” ha sido incapaz de cambiar en 40 años. La “izquierda española” mejor haría en preocuparse por las condiciones de vida de los precarizados asalariados y desempleados españoles. La desesperación de muchos de ellos (al igual que en Europa) es rentabilizada por la ultraderecha. Espabilen!

    Hace 5 años 2 meses

  7. Peio

    ¿Socialdemócrata el PSOE? ¿Quién es el vicepresidente, ¿Jerry Lewis? (Regreso al futuro 1985 Robert Zemeckis

    Hace 5 años 3 meses

  8. CJ

    Una curiosidad: ¿Por qué aclaras que escribes Catalunya en catalán y no aclaras xq escribes Parlamente también en catalán? No me parece ni bien ni mal, pero me llama la atención, ya que ambas palabras tienen traducción a la lengua española.

    Hace 5 años 3 meses

  9. zyxwvut

    Usted siga justificando los delirios, el desprecio, el supremacismo y la xenofobia del nacionalismo catalán, y seguirá dando cancha al neofascismo de VOX. Usted ni entiende, ni quiere entender lo que han sido seis años largos de insultos menosprecios y ninguneo a la mayoría social y política de Cataluña desde el secesionismo, de complicidad vergonzosa de "las izquierdas" con ese oasis putrefacto para conservar los puestos políticos bien remunerados. Usted siga usando como referente a personajes siniestros, manipuladores y maestros del doble lenguaje como el señor Enric Juliana. Luego, cuando a consecuencia del abandono, la cobardía y el egoísmo de "las izquierdas" avancen posturas neofascistas como las de VOX, o los del "frente nacional" de los neoconvergentes, ERC y CUP, usted haga llamamientos a tender "cordones sanitarios".

    Hace 5 años 3 meses

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