Programados para cualquier guerra, para invadir un país mediano y para levantarse después de cada paliza con el ánimo intacto para, si hace falta, recibir otra. Ese es el ardor guerrero y el espíritu de batalla con el que Simeone ha impregnado el vestuario del Atleti desde hace años. Nada más llegar, convirtió el Calderón en un barrio de Esparta y ahora, cada vez que un rival visita el Metropolitano, sabe que se encontrará con Las Termópilas si hace falta. Es lo que tiene Simeone. Ha convencido a unos jugadores que no parecían campeones de que lo son, ha persuadido al vestuario de que todo lo que parecía imposible es posible y ha transmitido a la grada que a base de camiseta y sudor, se puede. No hay atlético que se precie y cholista honrado de serlo que no sepa que a Simeone le discuten el estilo, porque sus resultados son indiscutibles. Ahora bien, lo curioso es que de un tiempo a estar parte nadie parece tener interés alguno en ahondar sobre cómo está ganando el Atleti, sobre cómo se está manteniendo de pie y sobre cómo sigue ahí, en la pelea por todo.

Igual no vende, ya saben, pero resulta que el Cholo está sacando a flote un equipo que, a estas alturas de la película, acumula 25 lesiones, 17 musculares por cierto. En cada partido, una baja. A cada victoria, una lesión. Y a cada envite, un cliente más de la enfemería. “Somos pocos, pero combativos”, decía el año pasado Simeone. Este curso su versión es aún más explícita: “Somos pocos, pero luchamos”. No hay un euro para fichar, el límite del fair play está donde está y la plantilla es la que es. No vendrá nadie más, los jugadores son los que son y los que están sanos son los que están sanos. Y con eso, habrá que ir tirando hasta donde haga falta, porque las notas llegan en mayo y no hay demasiado tiempo para llorar en navidades. Al menos, Simeone no está dispuesto a hacerlo. Compite con lo que tiene, saca lo que puede y a pesar de la plaga de lesiones, hace de tripas corazón y sigue ahí, manteniendo al grupo firme en Liga, Champions y Copa. Jugando mejor o peor, con días buenos y malos, con aciertos y errores, pero lo mantiene. Y eso es oro molido.

Qué decir de la actitud, predisposición y carácter de este grupo de jugadores, único e irrepetible. Este es un vestuario integrado por gente con un grado de compromiso tremendo con el club, con un sentido de pertenencia notable y con una capacidad para el sacrificio sobresaliente. Si un compañero cae, otro ocupa su lugar. Y si uno no sabe jugar en una demarcación, aprende. En este equipo hemos visto a Giménez de lateral derecho y de mediocentro; a Thomas de carrilero e incluso de segunda punta; a Saúl de lateral izquierdo, central, pivote, volante y delantero; y a Godín, cojo, de nueve puro con dos pelotas y un balón; Así los quiere Simeone. Tipos que se adapten, compitan y ganen. Como el lema de los famosos marines; adaptarse, combatir y vencer o morir. Soldados del Cholo.

Resta un mundo para saber qué suerte correrá el Atleti en sus diferentes competiciones, pero nadie podría discutirle a Simeone y a ese vestuario que se emplean a fondo en cada tarea. Salen a lesión por partido, llevan 25 y van camino de las 30 durante este curso, pero siguen ahí, compitiendo, inasequibles al desaliento. Eso exige y merece un respeto. Esta gente dignifica la camiseta. Y eso, pase lo que pase, está más allá de cualquier título. Nada vale tanto como el compromiso.