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Bruno Estrada / Economista y dirigente de CC.OO.

“La democracia no debe quedarse en lo público. Tiene que entrar también en la economía privada”

Emilio de la Peña 10/10/2018

<p>Bruno Estrada y Emilio de la Peña durante la entrevista.</p>

Bruno Estrada y Emilio de la Peña durante la entrevista.

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Parafraseando a Marx, los economistas críticos no han hecho más que cuestionar de diversas maneras el sistema, que genera una enorme desigualdad, pero de lo que se trata es de transformarlo. Bruno Estrada, economista, con perdón, adjunto al secretario general de Comisiones Obreras, director del Área de Democracia y Desarrollo Productivo de la Fundación 1º de Mayo de CC.OO., analiza las diversas maneras en que se ha tratado de transformar el sistema productivo durante el último siglo, pero sobre todo se pone a la tarea de cómo afrontar esa transformación hoy en sociedades complejas y desarrolladas. La llama La Revolución Tranquila. Ese es el título del libro que acaba de publicar. A su profesión de economista añade una doble afiliación: la de miembro de CC.OO. y, con la convicción de que el sindicalismo debe ser activista políticamente, la de integrante de Podemos.

¿Qué es la Revolución Tranquila?

La idea que quiero transmitir con ese concepto es que se pueden afrontar procesos de transformación social profundos sólo si se plantean desde espacios democráticos. La Historia nos ha llevado a la conclusión de que acelerar los cambios a través de procesos más o menos violentos finalmente convierten los supuestos avances en retrocesos. Es lo que ha pasado en los países del socialismo real o en muchas revoluciones más contemporáneas. Si la gran mayoría de la sociedad no va cambiando paulatinamente asumiendo esos proyectos, las vanguardias, que son las que establecen a dónde hay que llegar, al final se convierten en parte del problema y no en la solución. Por ejemplo, como indico en el libro, el sistema de valores de la Rusia actual es mucho más conservador, tras haber pasado supuestamente por lo que decían que era un sistema socialista, que el de la Suecia actual.

 

Asegura que la renuncia de la libertad a cambio de la igualdad ha supuesto un lastre para para el socialismo. ¿A qué se debió esa renuncia que no estaba en su origen?

Por un lado, tuvo que ver con ese planteamiento de que sólo las vanguardias eran capaces de establecer lo que la sociedad quería tener y, por tanto, no era necesario dar libertad a la gente. Creo que fue un grave error. Construir sociedades más igualitarias, más libres, exige la participación de la sociedad, no de pequeños grupos organizados.

Junto a ello, la socialdemocracia, que en sus inicios mantuvo un equilibrio entre igualdad y libertad, a partir de la revolución neoliberal de los años 80, tomó una posición sumisa frente al neoliberalismo y dejó de reconocer que es el Estado de Bienestar el que ofrece libertad para más gente, frente a la visión espuria de la libertad que nos quiere vender el neoliberalismo, que en el fondo es libertad para unos pocos privilegiados. La izquierda entonces contrapuso libertad con igualdad. Yo creo que son elementos complementarios: cuanta más igualdad haya mayor libertad habrá para mayor número de personas, porque la gente accede a mayores niveles de libertad si tiene unos niveles materiales cubiertos.

Pero el neoliberalismo, que ha hecho de la libertad su bandera, también prescinde de ella cuando le hace falta. El caso de Chile con Pinochet es el más claro.

Ese es un claro ejemplo de libertad económica y un régimen dictatorial de represión de trabajadores y sindicatos. La defensa de la libertad neoliberal es falsa, es la libertad de unos pocos.

 

¿Y cómo afrontar otra forma de libertad económica que beneficie a todos, no sólo a los ricos? 

Debemos repensar la libertad económica desde la democracia, que participen en ella todos los agentes de la actividad económica, no sólo los accionistas y directivos, sino también los trabajadores y los consumidores. En el seno de la empresa deberían opinar todos sobre las formas de producción, los horarios, las necesidades salud laboral por encima de las necesidades de producción. La democracia no se puede quedar a las puertas de las fábricas, como señaló Ernts Wigforss, ministro de Economía sueco en los años 30.

Es fundamental repensar la economía de forma diferente a como nos la han enseñado en la Universidad: una economía dirigida sólo por un pequeño número de agentes, cuando en el fondo la economía determina gran parte de nuestra vida. Tenemos que participar todos.

¿Pero, cómo puede conseguirse una democracia efectiva, donde esta abarque también la democracia económica?   

Para ello, la izquierda debe empezar a pensar en espacios diferentes a los que pensaba hasta ahora. Tradicionalmente la izquierda divide el espacio económico entre lo privado y lo público, y el único espacio de democratización es el espacio de lo público. Así se aspiraba a aumentar el espacio económico público como forma de aumentar la democracia. Yo planteo que entre ambos hay otro espacio que es el del capital colectivo: los trabajadores pueden también ser propietarios de las empresas, como implantó la socialdemocracia sueca, con una fortísima resistencia de los empresarios, que llegaron a ir a la huelga. Parte del incremento salarial de los trabajadores iba destinado a un fondo que tomaba una parte del accionariado de la empresa. Eso permite que la democracia entre en el espacio de la empresa. Durante la vigencia de esta legislación en Suecia, siete años, el desempleo se redujo hasta el 1,9%, porque la reinversión productiva de los beneficios en la empresa fue mayor. Y el Producto Interior Bruto per cápita de Suecia que en 1984 era el 78% del de EEUU aumentó hasta representar el 126% del Estados Unidos en 1991.

Suecia sin embargo ha cedido también al modelo neoliberal y ahora está amenazada por el ascenso de la extrema derecha.

La batalla por esa transición al socialismo se perdió por el conflicto social generado por los empresarios, al tiempo que era asesinado el principal impulsor de esa vía, Olof Palme. Pero es un modelo que se puede retomar. De hecho, el Partido Laborista Británico acaba de aprobar, en su reciente conferencia anual, una propuesta económica que recoge la participación de los trabajadores en la empresa, tal como se hizo en Suecia. La economía no se puede transformar sólo a través de lo público, sino también con la participación de los trabajadores en las empresas. 

¿No están pagando los partidos socialdemócratas el haber asumido sin más los planteamientos neoliberales? Electoralmente no hacen otra cosa que descender desde la crisis y sobre todo desde que se sumaron a las políticas de austeridad y recortes de derechos. 

Lo están pagando porque ante la crisis de 2007-2008 los ciudadanos europeos depositaron sus esperanzas en que los partidos que decían representar a los trabajadores y defender el Estado de Bienestar, se harían políticas diferentes, que defendieran a los ciudadanos frente a los mercados financieros. Sin embargo, la gran mayoría de los dirigentes de esos partidos se pusieron de parte de las políticas de austeridad y devaluación salarial. En España lo vimos con Zapatero, también en el socialismo francés y holandés.

Pero la asunción del modelo neoliberal por los socialistas viene de antes ¿no?

Sí, viene de ese aggiornamento socialdemócrata de la llamada Tercera Vía en los años 90. Un hecho relevante ocurrió en 1999 impulsado por Bill Clinton, abanderado de esa Tercera Vía, con Tony Blair. Clinton derogó la ley Glass-Steagall, aprobada tras el crash de 1929, que separaba los bancos de inversión, dedicados a la especulación, de los bancos de depósitos de los pequeños ahorradores, para evitar riesgos financieros a estos.  Nadie en sesenta y seis años se había atrevido a acabar con esa ley aprobada durante el mandato de Roosevelt. Ocho años después de la derogación de esta ley por Clinton se desató la mayor crisis financiera desde el Crash de 1929 con el desplome de gran parte del sistema bancario.

Los sindicatos son claves en la defensa de los trabajadores, lo han sido siempre. Y en ese periodo de auge neoliberal también han perdido fuerza ¿Qué ha pasado para que mucha gente se haya alejado de ellos? 

Por un lado, se ha debido a la ofensiva neoliberal. Los tres pilares de la hegemonía socialdemócrata de posguerra eran unos sindicatos fuertes, un sistema monetario-financiero controlado, establecido por los acuerdos de Bretton Woods, que evitaba burbujas financieras, y un Estado del Bienestar. Esos tres elementos son lo que ataca el neoliberalismo. Se llevó a cabo una desregulación financiera, con la consecuencia de la explosión de varias burbujas financieras que tienen lugar a partir de los años noventa en la periferia y que finalmente estallan en 2007-2008; se produce un intento de jibarización del Estado de Bienestar y se debilita a los sindicatos, como los agentes que en las empresas pueden enfrentarse a la posición preeminente de los accionistas. Eso se aprecia más en el mundo anglosajón que en los otros países occidentales.

¿Ha afectado también el cambio en los modos de producción?

Las formas de actuación de los sindicatos no pueden ser ahora las mismas. La existencia de grandes fábricas, donde los trabajadores tenían una sensación de comunidad, se ha roto en muchos espacios con la externalización productiva. La acción sindical es mucho más compleja y no se ha respondido de forma adecuada. Yo creo que ahora se está aprendiendo mucho en el tema. Yo pertenezco a Comisiones Obreras. Hace tres años iniciamos un proceso de repensar el sindicato. En Estados Unidos y el Reino Unido se plantean también un cambio en línea con nuestro modelo: que además de la acción sindical en la empresa, el sindicalismo debe desarrollar también el activismo político, sin ser un partido político, algo que allí se había perdido. 

¿Y en España? ¿Qué posibilidades de transformación se observan?

Creo que deberíamos ser optimistas. Y valorar cosas hechas aquí. El 15M significó la posibilidad de establecer un relato sobre las causas de la crisis muy diferente al que hubo en la mayor parte de los países europeos. El 15M consiguió marcar como responsables de la crisis al capitalismo depredador, a los grupos financieros y a los fondos de inversión, a los latifundistas de capital, cosa que no ocurrió en otros países europeos. El 15M ha permitido así vacunarnos del ascenso de la extrema derecha, o grupos racistas, que estamos viendo ahora en gran parte de Europa.

Parafraseando a Marx, los economistas críticos no han hecho más que cuestionar de diversas maneras el sistema, que genera una enorme desigualdad, pero de lo que se trata es de transformarlo. Bruno Estrada, economista, con perdón, adjunto al secretario general de Comisiones Obreras, director del Área de Democracia...

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Autor >

Emilio de la Peña

Es periodista especializado en economía.

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1 comentario(s)

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  1. cayetano

    El 15-M es de 2011 y su realidad cambio el panórama político, pero sus ondas como tales pierden vigor, sobre todo con la normalización de la involución social. La indignación tuvo su momento, pero sin movilización o vida social activa que dote de vertebración social y estructura crítica a la sociedad, la normalización está conseguida. Plantearse todo tipo de vertebración y organización formal e informal de las relaciones humanas para creer tejido crítico, es la única fórmula que permite perdurabilidad a la respuesta ciudadana, ante estereotipos que uniformados o diversificados son alentados por los distintos poderes para adocenar. No es la respuesta política de los sindicatos, sino la imbricación con la respuesta cultural, vecinal, consumerista, por el ocio, y todo tipo de colectivos marginados en sus condiciones de vida sean todas o algunas, lo que debe dirigir la acción sindical. Las estructuras e infraestructuras sindicales deben ser un vórtice expansivo que vertebre sociedad, abarcando desde los aspectos más lúdicos a culturales hasta llegar a los más reivindicativos. De otra parte la democratización de la empresa siendo importante, no vacuna de cambios como los experimentados, como tampoco lo haría la cooperativización de la economía. Si contamos con instituciones empresariales que aglutinan a numerosos actores, la delegación de la representación democrática añadida, acaba por constituirse en capacidad de decisión que no otra cosa es el domine constitutivo de la propiedad. Más allá de la ingienería voluntarista de una vanguardia contra el ethos de una sociedad expuesto por Bruno, el elemento fundamental y estructural con que choca dicha vanguardia, es la apropiación de una nomenclatura con capacidad de decisión sobre la red de medios de producción. Dicha realidad material es la que permite la subsistencia de las prácticas culturale capitalistas durante el socialismo, el paso de ésta al capitalismo sin apenas violencia y sobre dicha experiencia el avance de posiciones conservadoras. En la URSS los hijos de la Nomenclatura eran grupos de motoristas emuladores de los norteamericanos paseándose por Moscú, de ahí al conservadurismo tras la caída de una estructura de Poder que reproducía suigenerís el capitalismo, sólo un paso. Por eso mismo, la democratización siendo más trascendente que la experiencia soviética a dichos efectos, sin embargo no supera el hecho de que la representación es delegación de la auctoritas. Pero más allá de sistemas de relaciones, orgnización, prelación, dominio..., existen las condiciones económicas de un sistema. Magdoff y Bellami justifican el nacimiento de la ideología neoliberal, en el descendo de la Tasa de Ganancia, lo que provocaría en los 70 el balbuceo que se consolidaría en los 80 con Tatcher y Reagen del Neoliberalismo. No es cuestión académica establecer la causalidad materialista del neoliberalismo, o pretender su nacimiento como parte fundamental de un proceso exclusivo de retroceso en la correlación de fuerzas por l@s trabajadorxs. Si reconocemos que el neoliberalismo es la respuesta a la perdida de la TSG y su desregulación responde a la expansión de la financiarización, al objeto de sustituir a la economía productiva como motor del crecimiento económico ( dinámica insustituible a hoy para el sistema capitalista). Cualquier alternativa sistémica debe pasar por considerar una alteración del relieve humano que permita la recuperación de la economía productiva como motor de crecimiento, en lugar de la especulativo-financiera. De no ser así, con sólo un cambio de las correlaciones de fuerzas entre trabajadorxs y clases populares, podríamos asistir a dicha sustitución de planos, recuperándose sin más a la economía productiva como motor del crecimiento, sin operar cambio alguno en las dinámicas sustantivas del sistema capitalista. Esa cuestión establece dos campos diferentes alternativos, unos que han de almordarse a los rigores de la desregulación del más fuerte, y otro que vislumbra la recuperación de TSG productivas positivas a través de cambios radicales en el relieve del entorno humano y sus relaciones. En cualquier caso, las empresas democráticas suponen la europeización del sistema productivo español por llegar, una iniciativa loable que requerirá de grandes esfuerzos en la España del Negro más que del Rosa, por cierto, una pelí tronchante Rosa y Negro ( 2009), fotografía la España rancia que todavía pervive agazapada . Un cordial saludo.

    Hace 5 años 6 meses

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