Iba a ser el quinto Tour de Froome, el cuarto consecutivo, y el gran dominador de las grandes vueltas de esta década ha sido finalmente tercero. Tanto da, porque ha ganado la carrera un gregario que jamás había acabado entre los 15 primeros de ninguna vuelta de tres semanas, casi como si el ciclismo fuese heredable o le hubiese pasado la licencia del taxi que conducen, ese que permite al Sky cobrar tarifa libre, adelantar por la derecha, aparcar en doble fila y seguir manteniendo el monopolio en la carrera francesa, donde han ganado seis de las últimas siete ediciones.

La carrera, en líneas generales, ha sido muchísimo mejor que los dos últimos años, pero tampoco llega al mínimo exigible. Como ya se explicó, la primera semana es un pacto de no agresión entre todos para ir agradablemente de paseo por la campiña francesa, con todo controlado. Las etapas de montaña, donde ha habido intentos de revertir el dominio absoluto del Sky, al final se han acabado resolviendo en los últimos metros y, de manera excepcional, en los últimos kilómetros. La lucha por la general, en definitiva, jamás ha tenido mayor alternativa que esperar a que el líder tuviese un desfallecimiento, una caída o una avería en mal momento, porque era virtualmente invulnerable.

Omar Fraile, un corredor que hasta hace un suspiro apenas tenía palmarés, lleva 14 meses ganando etapas en las mejores pruebas

Los Pirineos fueron una continuación de los Alpes, como si un hilo conductor uniese ambas cordilleras de manera subterránea. En el medio, el Macizo Central asistió a la única victoria española en toda la edición, y la primera en dos años. El vizcaíno Omar Fraile, un corredor que hasta hace un suspiro apenas tenía palmarés, lleva 14 meses ganando etapas en las mejores pruebas del calendario y a los mejores corredores. Su estilo es una mezcla de fuerza bruta y cierta inteligencia táctica, por este orden no intercambiable. Cuando ataca, y a veces lo hace de salida, nadie le coge. Cuando le cogen, remata al sprint a gente mucho más rápida. Cuando llega en grupo, gana con toda una panoplia de armas.

Es el perfecto corredor rematador, una figura bastante escasa en la historia del ciclismo español, y que se suele asociar a italianos meteóricos con cara y actitud de pillo. No es que Fraile carezca de esto, es que hace alarde constante. Señala un día, y ahí gana. No se le ve en el resto de la carrera. El culmen fue en la Vuelta 2017, donde, tras ir enfermo y cerrando el pelotón en todas las etapas, señaló un día y quedó segundo. Al día siguiente abandonó.

Este es el ciclismo realmente existente. Bajo la gran sombra del Sky florecen otro tipo de corredores cuyo rendimiento tampoco es que inviten al optimismo. Sagan, por ejemplo, cuya carrera es paralela a la del dominio del equipo británico, ha vuelto a completar un Tour al ataque todos los días, gastando tanta o más energía que los líderes, que se toman sus jornadas de reposo. Hasta que una caída en los días finales le privó de más cabriolas y exhibiciones, su Tour era digno del Sky en su modalidad. Y ya van seis así, tantos como maillots de la regularidad ha ganado.

Es por eso que nadie alza demasiado la voz contra el poder imperial del equipo que domina el ciclismo. Dumoulin, el último en hacerlo durante las primeras etapas del Giro ("Si yo fuera Froome no estaría aquí" dijo, en alusión a la sanción por dopaje pendiente) lo acabó pagando y ha estado muy callado durante este mes de julio, donde finalmente ha acabado segundo igual que en Italia, un doble segundo puesto que no se veía desde 1992. Además, sus tácticas en carrera han sido muy discutibles y en ciertos momentos ha parecido que ayudaba a los intereses de los que deberían ser sus rivales.

Así fue en la etapa más disputada de los Pirineos, con Aspin, Tourmalet y Aubisque. El español Mikel Landa buscaba rescatar su decepcionante carrera con un ataque de lejos, y llegó a ir segundo en la general virtual. Al inicio del puerto previo al Soulor se puso a tirar un gregario, que finalmente ganaría la etapa, y la ventaja de los fugados se redujo en 2´ de manera muy rápida. Una vez más, la carrera iba a estar en al grupo, así como las jugosas bonificaciones que han sido parte del bastión que el ganador Geraint Thomas ha construido.

En las rampas finales, y por primera vez en muchos años, el líder del Sky se quedó solo. Los sucesivos ataques del esloveno Roglic -cuarto al final, un notable contrarelojista que flojeó en la crono final- habían agotado tanto a Froome como al debutante Bernal y ¿quien fue a ayudar a Thomas en la persecución? El mismísimo Dumoulin, defendiendo antes su segundo puesto que yendo a por un hipotético primer puesto si se hubiese producido un desfondamiento del líder.

Allí donde el Sky se ha visto apurado ha venido Movistar u otros compañeros ocasionales a brindar su auxilio

Como resumen de este Tour funciona bastante. Allí donde el Sky se ha visto apurado -todo esto con abundantes dosis de imaginación- ha venido el Movistar u otros compañeros ocasionales a brindar su auxilio. En el caso del equipo español, el pago a cambio ha sido ridículo: ganaron la etapa-experimento de solo 65 km. con Nairo Quintana, con tan mala suerte que al día siguiente se cayó gravemente. Su quinto puesto provisional se convirtió en un décimo que no sirve de nada a alguien que fue el gran rival de Froome en su primera época de dominio.

Peor aún ha sido lo de Landa, fichado porque "será el referente del ciclismo español en los próximos años", que termina séptimo tras ser incapaz de ganar tiempo en ninguna etapa de montaña, y ejecutar una crono final lamentable donde perdió 3´ en 30 km. contra sus supuestos rivales, y eso que era un Tour con mucha montaña y poca crono. Por una razón o por otra, la estructura que patrocina el Movistar, de casi 40 años de antigüedad, no gana el Tour desde Miguel Indurain, porque el Tour de Pereiro en 2006 se ganó de aquella manera.

Landa, que durante sus dos años en el Sky hizo cronos soberbias, ha involucionado. Una vez más se cumple el paralelismo del equipo británico con el US Postal de Lance Armstrong: corredores que volaban cuando estaban al abrigo del equipo dominador se convierten en meros muñecos de trapo cuando salen fuera "a liderar". Es importante señalar que hace 12 meses Landa y el ganador del Tour Geraint Thomas eran compañeros de equipo, y miren dónde está ahora cada uno.

El galés supo aguantar. Con 32 años le ha venido la gran oportunidad después de mucha mala suerte, y desde luego tenía el potencial para ganar la carrera. No ese potencial que se ve en un deportista desde su juventud -debutó en 2007 y acabó el antepenúltimo-, pero sí el de alguien que lleva trabajando para la victoria de sus líderes desde entonces. Ya en 2015 subió los Pirineos con los mejores, y venía de dominar la reciente Dauphiné Libere con cuatro etapas de montañas seguidas.

Thomas tenía ofertas para salir del Sky y liderar equipos. Habló abiertamente sobre la posibilidad, y finalmente optó por quedarse en la formación. Landa se fue. Cumplió los dos años de contrato sin aprovechar sus oportunidades -incluyendo un abandono en el Giro 2016 jamás explicado- y se fue a liderar el Movistar, donde resulta que ya había un líder con mucho mejor palmarés y trayectoria que el corredor alavés. Se ve quién ha acertado y quién se ha equivocado.

A la sombra del Sky casi todo florece. El ejemplo más claro es Egan Bernal, un colombiano de 21 años que ha acabado 15º, el mejor resultado de un corredor de su edad en varias décadas. Lo que no refleja ese número es que ha sido realmente decisivo, desempeñando el rol que le hubiese tocado a Thomas de no haber alcanzado el liderato gracias a haberse caído menos que Froome: suya es la mejor subida a Alpe d´Huez, suyo es el mérito de haber remolcado a Froome en el tramo final de Aubisque. En la tercera semana de carrera, en la primera vez en su vida que competía más de siete días seguidos.

Da la sensación de que el equipo invencible es capaz de convertir al corredor que necesiten en el corredor campeón para extender su dominio un año más

Da la sensación de que el equipo invencible es capaz de convertir al corredor que necesiten en el corredor campeón para extender su dominio un año más. El triunfo de Thomas se fraguó en el momento en que hizo la preparación como jefe de filas ante la incertidumbre judicial de Froome, y se plasmó en que salió de la primera semana con 1´25" de ventaja sobre el ganador de cuatro Tours: ya no le podía remontar a poco que aguantase o no se cayese.

El próximo año Thomas tendrá 33 años y Froome 34. Indurain o Armstrong dejaron de ganar la gran prueba francesa con 32 años. No están, en absoluto, agotados como corredores, pero por edad el galés no podrá marcar una era, y la de Froome tiene que empezar su curva descendente. Bastará con que, una vez conocido el recorrido de la edición 2019, el mandamás del equipo David Brailsford decida quién será el ganador: con mucha montaña y poca crono Bernal. Con abundante montaña y escasa crono, Thomas. Con montaña de sobra y apenas 30 km. de crono, Froome. Porque lo que está claro es que ni el recorrido ni los rivales importan cuando se ha ganado la carrera seis veces en siete años y con tres corredores diferentes, el último de ellos un gregario que jamás había acabado entre los quince primeros.