Tribuna
Sustentar la cultura con tu vagina
La activista gitana reflexiona sobre el ritual del ‘pañuelo’
Mónica Santos 16/05/2018
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Principio de Igualdad de los seres humanos que prohíbe la discriminación basada en el sexo.
Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (artículo 2, 5, 16)
Convención sobre los derechos del niño. (CDN)
La libertad de creencias tiene su límite en el respeto a los derechos fundamentales. Sin igualdad no hay libertad.
Las tradiciones y costumbres no pueden servir de justificación para violar los derechos humanos.
Poder decidir sobre nuestra salud, nuestro cuerpo y nuestra vida sexual es un derecho humano. La Dignidad humana no es negociable.
No estamos protegiendo a nuestros hijos estamos amputándolos si no dejamos que nuestros hijos crezcan en una sociedad de manera sana y libre. El fin último de cualquier padre no tendría que ser sobreprotegerlos; de esta manera nunca serán libres para tomar decisiones por sí mismos, ya que nunca los dotamos de las herramientas necesarias. Como gitana que soy, conozco perfectamente el miedo al que se enfrentan los padres, a la sobreprotección del grupo; han sido demasiados siglos de persecución, del robo de nuestros hijos, del descabezamiento familiar que nos provocaron cuando nos robaron a nuestros hijos y maridos para usarlos como fuerza humana gratuita, y de cómo las mujeres para no morir por inanición tuvieron que salir a las calles a pedir, a leer la mano, para poder comer, en tiempos en los que el único lugar reservado a las mujeres era el hogar. Eso nos supuso que nos paseasen por las calles, como paseaban a las mujeres comunistas en la Guerra Civil, y apareciéramos en la literatura como mujeres libres, sexualizadas, salvajes… nada más lejos de la realidad, esto no era feminismo era HAMBRE. En nuestra historia, lejos de las fábulas que otros nos colgaron, está todo por contar.
Soy gitana, nadie me tiene que explicar cómo el miedo ocupa cada espacio de nuestras vidas. Por supuesto que no es un miedo infundado, tenemos cientos de miles de casos para poner como ejemplos. Pero en algún momento tendremos que enfrentarlo, está comprobado que escondernos no sirve para nada. Si queremos cambiar las cosas tendremos que hacer cosas diferentes. Vivimos en un gran círculo, el pez que se muerde la cola. Es hora de poner en una balanza los pros y contras, y hacernos muchas preguntas. Tendremos que determinar qué tiene más peso. No podemos seguir cargando nuestros miedos en las espaldas de nuestros hijos. No se lo merecen. Como padres debemos hacer un esfuerzo final, que no es otro que dejar que nuestros hijos elijan ser de una manera libre, sin ataduras morales ni de cualquier tipo. Para ser hay que hacer. En los errores que cometemos aprendemos qué es lo que queremos. No tenemos ningún derecho, en nombre de unas tradiciones que no son nuestras, de impedirles que sean lo que ellos decidan. Los padres podemos orientar, ayudar, pero nunca dirigir, presionar o coaccionar. Sus vidas no nos pertenecen. No hay nada más sagrado que la libertad y la dignidad de un ser humano. Solo potenciando las capacidades de nuestros hijos obtendremos sociedades más sanas y justas. El miedo mal conducido solo da lugar a represión, y la represión saca lo peor de los seres humanos.
Reflexiones sobre el “ritual del pañuelo”
¿Se tiene derecho a la propia cultura cuando esa cultura pueda interferir en la garantía de derechos fundamentales básicos?
¿Las mujeres no lo encuentran sumisión; o es una cuestión más bien de identidad cultural?
¿Es una práctica denigrante y vejatoria aun siendo una “decisión propia”?
¿Qué implica la vejación para la dignidad de la mujer?
¿Somos conscientes del daño físico y psíquico en nombre de la tradición y la cultura que estamos provocando en nuestros jóvenes?
¿Cómo afecta a nuestros jóvenes que no puedan tener relaciones de adolescentes normalizadas?
¿La “honra” de la familia está en la virginidad y pureza de nuestras mujeres? ¿Podríamos llamar a eso coacción?
¿Por qué nuestros hijos deben tomar la decisión de “escaparse”? ¿Es una forma de resistencia? ¿Para no pasar por la humillación de tener que demostrar que se es virgen?
¿Las culturas son estáticas no pueden evolucionar? ¿Somos esclavos de nuestras creencias?
Regular la sexualidad y qué es apropiado para la mujer ¿es proteger o controlar nuestra sexualidad y nuestro cuerpo?
¿Es lo mismo elegir llegar virgen al matrimonio que tenerlo que demostrar?
¿Supone “el ritual del pañuelo” una violación a nuestro derecho a la intimidad y a nuestra dignidad?
¿Reprimimos el deseo de nuestros jóvenes cuándo comienzan a experimentar el despertar sexual? (Tengamos en cuenta que despertar sexual no es sinónimo de relación sexual).
¿Recae sobre las mujeres la carga de la defensa de las normas y valores culturales? ¿Sirve esto para restringir sus derechos humanos?
¿Dichos “valores” se usan para justificar la “prueba de virginidad”?
¿Usamos la opinión “de una mayoría” para justificar la discriminación que usamos en contra de nuestras mujeres?
¿La moral pública pesa más que la dignidad?
¿Somos conscientes de que “nuestros valores tradicionales” provienen de una época ridícula, y que ni tan siquiera eran nuestros?
Internalizar humillaciones legitima la violencia contra las mujeres, en tanto se asume como normal.
¿Cómo se naturaliza la violencia contra las mujeres? ¿Sabemos detectar qué es la violencia estructural y simbólica?
¿Cómo muchas de nuestras mujeres han logrado desnaturalizar la violencia y han logrado denunciarla?
¿Podemos acceder con facilidad a grupos donde haya mujeres de nuestra comunidad que expongan expresiones de su vida cotidiana donde además se hable de la violencia que hayan podido ejercer sobre ellas? Intercambio de experiencias, reflexión colectiva…
¿Nuestro sistema de valores y creencias legitiman la violencia de la dominación estructural y simbólica como aceptable y normal?
Diferenciación naturalizada/ subordinación/ interiorización/ Mujeres reproducen y mantienen “valores culturales”
El origen de la violencia ejercida contra las mujeres está en la desigualdad estructural de dominación que la sustenta.
¿Somos mujeres que queremos y podemos transformar nuestra realidad y ser protagonistas de nuestras propias vidas?
¿Sabemos que el racismo y el machismo se articulan en la sociedad de la misma manera: destrucción del “otro”?
Todo por hacer…
Salud y libertad
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Mónica Santos
Es activista gitana.
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