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reflexiones de una lectora de best-sellers, I

¿Es éste un buen lugar para hablar de los “best sellers”?

Leonor S. Martin 20/01/2018

Steffano Mafel (Flickr)

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Empiezo a escribir con el temor en el cuerpo, como si estuviera a punto de decir Jehová, es decir, de morir lapidada. Hablar de best-sellers en según qué foros se me antoja un deporte de riesgo. Y sin embargo, me parece que puede tener sentido hacerlo. Debatir, aclarar algún término, quizá tender algún puente.

Mi primera reacción al pensar en escribir sobre ellos fue ponerme ácida, sarcástica, levantar la ceja. No sé qué instinto catalizaba mi reacción, pero mi primer impulso era clarísimo: debo hablar mal de estas novelas.

Pero resulta que trabajo como lectora editorial (adivinen qué tipo de libros publican los sellos para los que leo) y que coordino un taller de escritura (adivinen de qué tipo de novelas), y además intento ser una persona leal, y también coherente. Así que me descubro a mí misma inventándome argumentos de todo tipo, incluso falsos, para organizar una buena defensa del género.

Por suerte caigo en la cuenta a tiempo de que esto no es ningún tribunal. Suena bastante ridículo pensar siquiera que una tiene poder para defender un género que se defiende por sí solo: basta echar un vistazo a la apabullante realidad de su existencia en ciertas librerías. 

No voy a meterme en jardines que me sobrepasan, como definir qué es Literatura, o cultura. Fíjense que yo misma, en lo poco que llevo escrito, ya he divorciado a los best sellers (en adelante, BS) de la Literatura. Pero partiré de la base de que la Literatura es algo mucho más grande que los gustos y tendencias de los escritores mismos, de los críticos, incluso de los lectores. Parece que nos empeñamos en hacerla pequeña al querer encajarla cada uno en su horma. Me viene al pelo aquí, lo que no hace tanto dijo el último Nobel de Literatura, Kazuo Ishiguro, en su discurso de aceptación del premio: “Debemos poner mucho cuidado en no resultar en exceso estrechos o conservadores en nuestra definición de lo que es la buena literatura”.

El quid de la cuestión puede que esté en el adjetivo "buena". Entiendo que para poder calificar a una novela de buena o mala convendría definir unos estándares previos de calidad literaria, aplicables a los géneros populares o mainstream. También para empezar, estaría bien señalar las características literarias de este género, más allá de sus cifras de ventas. Matizar estos aspectos y aplicar los resultados al estudio de las novelas en concreto nos procuraría, creo, bastantes sorpresas. Para empezar, la de que el género extiende sus tentáculos a sellos y obras que, a priori, no se consideraban parte de la familia. También – no oculto que soy optimista y algo ingenua– que las fronteras marcadas por los prejuicios desdibujan los límites del género BS y chocan con la realidad: el éxito es caprichoso y a veces encumbra obras cuya calidad algunos aceptan a regañadientes, o cuyo justo reconocimiento incluso escatiman. Quizá los BS no existan, y sólo nos quepa hablar de buenas y malas novelas.

Así pues, y por ir entrando de una vez en esta escurridiza materia, parece que hay dos puntos centrales en este debate: la calidad y el dinero.

A mi juicio la calidad literaria, el rigor de una narración, puede establecerse con criterios bastante objetivos, cuasi-científicos. Tengo la fantasía de que llegará un día en que se podrá pedir la devolución del importe de una novela cuya mala calidad pueda justificarse con argumentos objetivos, y no sólo con opiniones. La calidad puede observarse en el empleo básico de la técnica general (aspectos como, por ejemplo, el manejo del punto de vista o de la temporalidad), pero siempre de dentro a fuera. Es decir, que su análisis debería realizarse desde la comprensión del contenido de la obra. Es la historia en sí la que pide la forma de ser contada. Otra cosa es que el escritor posea la habilidad, el talento o la paciencia para dar en el clavo. Y otra más que el crítico la mida con raseros que no le corresponden y, en base a ellos, emita sentencias torcidas.

Tengo la fantasía de que llegará un día en que se podrá pedir la devolución del importe de una novela cuya mala calidad pueda justificarse con argumentos objetivos

Parece lógico concluir que en una novela de aventuras o en un thriller, por ejemplo, resulta tan inconveniente —al menos a priori—incluir grandes digresiones filosóficas, escritas con sintaxis muy compleja y léxico elevado, como acciones deslavazadas, realizadas a tontas y a locas por agentes sin ningún propósito ni humanidad pero, eso sí, con gran velocidad y efectos especiales.

Abogar por la calidad de las novelas iría antes en la línea de evidenciar esos fallos y, por así decirlo, subir el listón “educando criterios”, que de erradicar géneros enteros (los géneros que a la gente más les gusta leer, encima), como he oído decir con triste frecuencia.

¿No sería entonces responsabilidad de los gestores de la literatura –autores, editores, críticos…– que se pasearan por el mundo ciertas obras indecorosas?

Suena de una candidez abrumadora, lo sé, pero ¿no sería mejor para todos que la distinción desapareciera y la Literatura, en lugar de expulsarlo de su seno, abrazara al género BS y procurara contribuir a mejorar su calidad, a reforzar sus vínculos, desde las herramientas de las que dispone?

Cabría preguntarse qué sentido tiene, hoy por hoy, hablar de BS, de mainstream, desde páginas dedicadas a la crítica literaria o cultural, o desde este Ministerio. Es una obviedad que los prescriptores naturales de estas novelas no se hallan en tales lugares, sino más bien entre los compañeros de trabajo, en la familia, en las redes sociales. No parece fácil que el lector habitual de BS oriente su siguiente lectura en función de las críticas de ningún suplemento literario. Pero, claro, tampoco se les ha ofrecido esa posibilidad real, me temo.

Es muy probable que al lector de BS le dé igual la calidad literaria de la novela de moda. Pero dudo mucho que rechazara una novela porque estuviera bien escrita. Quiero decir que estoy convencida de que muchos lectores defienden ciertas novelas, indefendibles desde lo literario por su escasa calidad compositiva, porque son las únicas que abordan temas que les interesan, con unas formas que ellos pueden entender, o incluso sentir. Y eso les hace perdonar los defectos de forma, soslayarlos, o no reparar en ellos siquiera. ¿No hemos oído mil veces aquello de “como novela no es muy buena, pero…”?

Es muy probable que al lector de BS le dé igual la calidad literaria de la novela de moda. Pero dudo mucho que rechazara una novela porque estuviera bien escrita

Esa lectura ingenua les reporta disfrute, los entretiene y, muchas veces, les hace pensar. Y sentir. También refuerza su sentido de pertenencia a un grupo, y nutre su imaginario con referencias comunes. ¿No busca esto también, entre otros objetivos, la gran Literatura?

Tengo la loca teoría de que a estas personas les gustarían más, o acaso lo mismo, todas esas novelas si estuvieran bien escritas, además. ¿A qué me refiero cuando digo “bien escritas”? Por ejemplo, a que la narración emplee adecuadamente la técnica por la que opta; a que los personajes, además de correr aventuras, lo hagan desde unas personalidades construidas y no desde el yermo emocional y humano, desde una superficialidad que hasta resulta  inverosímil; a que detrás de todo el tinglado haya un propósito, un contenido, que no sea simplemente el del lucro del grupo editorial. Y, puestos a pedir, que se deje caer alguna pregunta sanadora y no sólo respuestas circunstanciales y paliativas.

Y esto me hace regresar a mi duda anterior acerca de si es este el sitio adecuado para hablar de BS. No puedo evitar un pensamiento que sé que encierra no poco cinismo: como muchos afirman, pronto habrá más escritores que lectores. Llámenme ingenua, pero tengo fe en que sean precisamente ellos, los escritores, quienes acudan de vez en cuando a las páginas de crítica literaria, aunque sólo sea por ver si alguien los menciona. Quizá una sana y humilde pedagogía del BS debiera dirigirse al escritor, y no solo al lector, como tendemos a pensar. Dicho queda.

Pero llega el momento de hablar del dinero. Qué pereza, ¿verdad? Mejor lo dejamos para la próxima entrega.

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5 comentario(s)

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  1. Godfor Saken

    "A mi juicio la calidad literaria, el rigor de una narración, puede establecerse con criterios bastante objetivos, cuasi-científicos. Tengo la fantasía de que llegará un día en que se podrá pedir la devolución del importe de una novela cuya mala calidad pueda justificarse con argumentos objetivos, y no sólo con opiniones." HE AHÍ UNA MAGNÍFICA IDEA PARA UNA NOVELA !

    Hace 6 años 1 mes

  2. Godfor Saken

    “Que un autor se gane la vida como escritor implica que no se permite poner en cuestión su oficio. Entre otras cosas porque no vive siquiera de vender novelas, sino de haber sido elegido por diferentes grupos de poder mediático y cultural que, si le consienten en nómina, le presentarán como a uno mejor que los y las demás (le llaman capital simbólico). Alguien admirable, minuciosamente ensalzado, productor de un autor de “éxito” y unas obras lo suficientemente constantes como para mantener un número suficiente de compradores, público, seguidores, fans”. Eva Fernández, “Narrativa crítica para un capitalismo incompetente”. http://vientosur.info/spip.php?article12322

    Hace 6 años 1 mes

  3. Godfor Saken

    De “La Voz del Amo”, de Stanislaw Lem: Soy incapaz de comprender por qué no se permite circular por las vías públicas a la gente que carece de carné de conducir y, sin embargo, es posible encontrar en los estantes de las librerías infinitos libros escritos por personas carentes de pudor alguno, por no hablar ya de conocimientos. La inflación de la palabra impresa se debe, seguramente, al incremento exponencial del número de personas que se dedican a escribir, pero también, en la misma medida, a la política editorial. En los albores de nuestra civilización, solo unos pocos elegidos, gente con una sólida formación, sabían leer y escribir. Este criterio siguió funcionando también después de la invención de la imprenta, y aunque no podía evitarse que de vez en cuando viera la luz la obra de algún necio, su número global no era tan desorbitado como en nuestros días. En la actualidad, la cantidad de porquería que inunda el mercado es tal que las publicaciones verdaderamente valiosas pasan desapercibidas, porque es más fácil encontrar un libro importante entre diez mediocres que mil entre un millón. Además, resulta cada vez más inevitable el fenómeno del pseudoplagio, que consiste en repetir no intencionadamente pensamientos que a uno le son ajenos y desconocidos.

    Hace 6 años 1 mes

  4. Godfor Saken

    ‘Perycalipsis’, por Stanislaw Lem (de su libro ‘Vacío Perfecto’, una antología de críticas de libros inexistentes): Hay que organizar con urgencia el Humanity Salvation Found, el Fondo para la Salvación de la Humanidad, con un capital de dieciséis billones paridad oro, con una tasa de interés del 4 % anual. El dinero del Fondo servirá para pagar a todos los creadores: inventores, científicos, técnicos, pintores, escritores, poetas, dramaturgos, filósofos y proyectistas, según las normas que siguen: quien no escribe nada, no proyecta, no pinta, no patenta ni propone nada, cobra una remuneración vitalicia de 36.000 dólares al año. Quien practica una de las actividades arriba mencionadas, recibe proporcionalmente menos. Perycalypsis contiene un índice tabular completo de descuentos para todas las formas de la creación. Quien haga un invento o edite dos libros al año, pierde todo derecho a cobrar. Si aumentamos la producción anual a tres títulos, en vez de cobrar, debemos pagar al Fondo una suma prevista. Gracias a este sistema, sólo cometerá un acto de creación un verdadero altruista, un asceta del espíritu que ama al prójimo y no a sí mismo, deteniéndose automáticamente la producción de la basura que se vende ahora. Joachim Fersengeld conoce la cuestión por propia experiencia, ya que él mismo costeó (perdiendo dinero) la edición de su Perycalypsis. Por tanto, sabe que la falta total de rentabilidad no determina la liquidación total de toda la creación. No obstante, el egoísmo se manifiesta tanto en la avidez de peculio cuanto en la de la fama; para quitarla de en medio, el Programa de Salvación instaura el anonimato estricto de los creadores. Para impedir que las solicitudes de remuneración de las personas desprovistas de talento obtengan el visto bueno, el Fondo examinará, por medio de los órganos adecuados, las cualificaciones de los candidatos. El valor meritorio de las obras que éstos presenten no tiene la menor importancia. Lo único que será tomado en cuenta será su valor comercial, o sea, sus posibilidades de venta. Si el resultado del examen es positivo, la pensión se adjudica al instante. Para el caso de una actividad creadora clandestina se establece un sistema de castigos y represiones, incluyendo demandas judiciales entabladas por un organismo especial de Control de Emergencia. Se instituye igualmente un cuerpo nuevo de policía, los llamados Patinantes (Patrullas de Investigación Anticreativas). De acuerdo con el código penal, aquel que clandestinamente escribiera, difundiera, sugiriera e incluso señalara disimuladamente al público cualquier fruto de la creación, deseando obtener gracias a este procedimiento lucro o renombre, sufrirá el castigo de incomunicación, trabajos forzados y, si reincide, el de reclusión en una mazmorra con cama de piedra y azotes en cada aniversario de la comisión de su delito. Por introducir de contrabando en el área de la sociedad ideas cuya trágica influencia sobre la vida pueda compararse con la plaga del automóvil, el cinematógrafo, la televisión, etc., se prevén castigos duros (que pueden llegar incluso a la pena capital), la deshonra en la picota y la obligación a perpetuidad de usar el propio invento. Son también delitos todos los intentos de susodicho contrabando; en caso de premeditación, se recurre a una estampación vergonzante en la frente del delincuente, hecha con tintas indelebles, que reza: «Enemigo del Hombre». En cambio, no se considera delito la grafomanía pura, sin pretensiones de lucro. En cualquier caso, las personas sujetas a esta tara son aisladas de la sociedad por ser peligrosas para el orden, e ingresadas en instituciones cerradas, suministrándoseles, por motivos humanitarios, grandes cantidades de tinta y papel. Ni que decir tiene que la cultura mundial no sólo no sufrirá menoscabo por culpa de esta reglamentación, sino, por el contrario, empezará a florecer. La humanidad volverá a las grandes obras de su historia, ya que la cantidad de esculturas, cuadros, dramas, novelas, aparatos y máquinas es en este momento suficiente para las necesidades de varios siglos. A nadie se le prohibirá tampoco que se dedique a los llamados descubrimientos que hacen época, a condición que no los pregone. Después de haber regulado así la cuestión, es decir, después de haber salvado a la humanidad, Joachim Fersengeld pasa al último problema pendiente: ¿qué debe hacerse con el monstruoso alud de cosas que ya existen? Fersengeld, hombre de un valor cívico extraordinario, dice: todo lo que ha sido creado hasta ahora en el siglo xx no vale nada, aunque contenga alguna que otra joya del arte o el intelecto, ya que, hecho un balance definitivo, no habrá manera humana de encontrar esas joyas en el océano de basura. Por lo tanto, postula la destrucción global de todo lo que ha sido creado: películas, revistas ilustradas, postales, partituras, libros, trabajos científicos, periódicos, siendo esta limpieza de los establos de Augias lo único que corresponde a los «Debe» y «Haber» históricos del balance de la humanidad. (…) Joachim Fersengeld subraya que conoce muy bien la infamia de la quema de libros y bibliotecas enteras. Pero los autos de fe organizados en el transcurso de la historia eran infames porque eran retrógrados. Todo depende de la posición desde la cual se ordene la quema. El propone un auto de fe curativo, progresista y salvador, y, puesto que Joachim Fersengeld es un profeta consecuente hasta el extremo, aconseja en su último párrafo que en primer lugar sea destrozada y quemada su propia profecía.

    Hace 6 años 1 mes

  5. Godfor Saken

    De ‘El Libro Negro’ (1952), de Giovanni Papini: Desde hace ya algún tiempo soy uno de los mayores accionistas de la Novel's Company Ltd., y como estoy transitoriamente en Chicago quise visitar el laboratorio de la sociedad. Entre todos los productos presentados en papel impreso y ofrecidos al público, la novela es el más solicitado y el que más se vende, de modo que surgió en el cerebro de un joven amigo la idea de levantar una verdadera industria cuyo objetivo seria ofrecer a los consumidores, y en grandes cantidades, un material novelístico tipo standard. «La fantasía al servicio de la evasión», tal seria la fórmula básica de la Novel's Company Ltd. La novela, que ha llegado a ser para muchas personas un producto de consumo diario y de primera necesidad, no podía ser dejada a la anticuada producción individual casi artesana, no podía quedar librada a la iniciativa privada. El establecimiento donde se fabrican en serie las novelas, se levanta junto a las orillas del lago Erie, y se compone de varios cuerpos distribuidos en un jardín, pabellones en los que se han instalado las diversas reparticiones. La división del trabajo se aplica aquí rigurosamente, y es la clave de la producción industrial en masa. En uno de los pabellones trabajan los especialistas en paisajes agrestes y los de escenarios urbanos; en otro los que preparan las descripciones de interiores y de mobiliarios: desde la taberna negra hasta el castillo del multimillonario. En un tercer pabellón se afanan los creadores de tipos femeninos de toda clase y medida: aventureras de mediana categoría, vírgenes ricas y enamoradas, damas adúlteras, campesinas del Oeste, mulatas delincuentes y prostitutas fatales. En otro pabellón próximo se elaboran los tipos masculinos: los gángsters, los cowboys, los políticos, los bailarines profesionales, los conquistadores de salón y los aprovechadores de mujeres. Luego está el pabellón donde se inventan nuevas modalidades y formas de delitos e intrigantes alternativas tenebrosas; otro da cabida a los peritos en erotismo, en toda clase de inversiones y perversiones sexuales, los que son asesorados por médicos psicoanalistas y meretrices retiradas. No falta una biblioteca de novelas, de todos los tiempos y países, utilísima para las imitaciones y plagios; en ella un lingüista adscrito a la sección vocabularios sugiere a los obreros principiantes y menos expertos los términos de los diccionarios técnicos: el slang y el argot. En el centro del parque se alza el edificio de la dirección central, donde un grupo de ajustadores bien pagados, utilizando las diversas partes proporcionadas por los repartos antes mencionados y unificándolas, elaboran novelas bien confeccionadas, de acuerdo a los módulos y especies preferidos por el gran público. El director general, un viejo novelista que en tiempos pasados fue bastante popular en los Estados Unidos, me dijo que ahora la producción se orienta, por razones económicas, hacia dos tipos de novela: la Novela Venérea (con una juiciosa dosis pornográfica) y la Novela Criminal en dos subespecies: aquella en la que triunfan los delincuentes y aquella en que triunfan los policías. La Novela Sentimental y la Psicológica se hallan en el mercado en franco descenso, igual que la Histórica y la Social, y añadió: “Nuestra producción media anda alrededor de unas doscientas novelas mensuales, pero esperamos aumentarla en el año próximo. Los obreros que se ocupan de la fabricación suman quinientos, en su mayor parte son jóvenes diplomados en las universidades, y también hay ex periodistas y literatos fracasados. Pero no faltan mujeres, quienes han demostrado ser trabajadoras diligentes e incansables. Naturalmente, tenemos una grandiosa tipografía dotada de máquinas modernísimas, y una oficina comercial que por medio de agentes y representantes distribuye nuestras novelas haciéndolas llegar hasta los lugares más remotos del país. Nuestros productos standard han conquistado millones de lectores porque corresponden al tipo promedio de los gustos. Sumadas en total, nuestras tiradas anuales ascienden a varios millones de ejemplares, nuestro éxito es inmenso y seguro, la ganancia comienza a ser activa. En la próxima asamblea de accionistas podremos proponer un dividendo del 12 por 100”. Salí muy satisfecho de la fábrica Novel's Company Ltd. El negocio se desenvuelve de una manera inmejorable y estoy satisfecho por no haber invertido mal mis dólares.

    Hace 6 años 1 mes

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