Las gitanas feministas y su revolución ruidosa
La Gran Recesión, la torpeza clientelar de las ONGs y el racismo educativo han producido estragos enormes en la comunidad romaní, y especialmente en las mujeres jóvenes. Pero un movimiento nuevo está en marcha
Ana Giménez Adelantado 26/11/2017
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La explosión del feminismo romaní, liderada por la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad, a la que se están uniendo diferentes organizaciones de mujeres gitanas y también de hombres, solo puede comprenderse en el contexto social, cultural y político que ha vivido España en la última década. Las consecuencias del crack del 2008 han sido dramáticas.
Los efectos de la Gran Recesión han afectado especialmente a los grupos más vulnerables, entre ellos a las mujeres gitanas, pero no sólo a ellas y a su comunidad. En los barrios periféricos, las tensiones sociales han aumentado a medida que la miseria avanzaba. La lucha de pobres contra pobres, de inmigrantes contra gitanos por los escasos recursos aumentó exponencialmente. Competencia y tensiones se transformaron en alterofobia, como siempre sucede cuando los intereses de grupo se ven afectados. Para la comprensión de estos procesos debemos partir, como dice Teresa San Román, de “la construcción de un conocimiento adecuado del mundo racista y/o antiracista que tenemos”. En esta situación de crisis estructural, en primer lugar se han extremado los mecanismos de protección del grupo y su aislamiento respecto a la sociedad. La comunidad se repliega hacia dentro y, como indica Patrick Williams, la desconfianza, el miedo y la inseguridad se perciben en la vuelta a posturas cada vez más conservadoras.
Las tensiones sociales han aumentado a medida que la miseria avanzaba. La lucha de pobres contra pobres, de inmigrantes contra gitanos por los escasos recursos ha aumentado exponencialmente
En el ámbito religioso se extreman los discursos en algunos sectores evangélicos: en ese contexto socio-religioso se apuntalan las tradiciones gitanas respecto a las mujeres, y las normas morales y sexuales desde una óptica conservadora (Manuela Cantón, 1999). Las mujeres cobran cierto protagonismo en las estructuras organizativas de la Iglesia Evangélica, pero esta tiene un perfil cerrado en el grupo y carece de la apertura necesaria hacia la sociedad; por esta razón, la formación continua sigue siendo una asignatura pendiente. En el ámbito católico, la ruptura de los vínculos con los gitanos es un hecho que se corresponde claramente con la progresiva segregación de los gitanos de la sociedad. El crepúsculo de la influencia católica sobre los españoles gitanos se inicia en septiembre del 78 con la última peregrinación a Sevilla. El declive continúa en los 90 y tan sólo repunta con el proceso de beatificación de Ceferino Jiménez en 1997. Veinte años despuésm la euforia del momento se ha disipado y el declive continúa inexorable. Todos los grupos de mujeres que en la década de los 90 hubieran podido beneficiarse de las estructuras políticas y formativas de la Iglesia se han quedado sin oportunidades. Sobre todo por la falta de visión política de las ONG vinculadas directamente a la Iglesia Católica, que hubiera permitido formar grupos de mujeres líderes en diferentes ámbitos. La misoginia de algunos y la torpeza de la mayoría arruinaron ese proceso liderado por grupos tan especiales como conservadores. El modelo no sólo está en retroceso sino completamente agotado. Las víctimas son de nuevo las mujeres gitanas, que se protegen una vez más en el caparazón de las tradiciones culturales porque simplemente no pueden dar un salto en el vacío hacia la anomia.
Aquel grupo de jóvenes estudiantes que veíamos surgir en la década de los 90 no tiene relevo generacional. Las niñas gitanas se han visto arrastradas fuera del sistema por dos factores, uno interno al sistema educativo y otro externo. El prolongado e intenso proceso de deterioro del sistema educativo español, cuyos indicadores se pueden visualizar claramente en los informes Pisa, junto con el caos educativo, los colegios-gueto y el apartheid informal empujan a las niñas y adolescentes gitanas fuera del sistema. Pero también influyen de forma dramática los factores externos y ante todo la crisis económica. El crack del 2008 ha bloqueado el acceso a los estudios de las niñas y adolescentes gitanas, obligadas a apoyar a los adultos en la lucha por la supervivencia. La escuela continúa siendo para ellas un privilegio inalcanzable.
Aquel grupo de jóvenes estudiantes que veíamos surgir en la década de los 90 no tiene relevo generacional. Las niñas gitanas se han visto arrastradas fuera del sistema
Así, las mujeres jóvenes –de entre 25 y 35 años-- que habían alcanzado en la última década del siglo XX unos estudios medios y una cierta estabilidad profesional en el ámbito privado e incluso como funcionarias en administraciones públicas, se encuentran en una posición de absoluto aislamiento, casi como una reliquia del pasado con la que podrán los estudiosos del futuro investigar los factores que produjeron su integración. Ellas no tienen relevo generacional y se encuentran fuera y dentro del sistema al mismo tiempo. Están atrapadas en una realidad en la que pueden contemplar el deterioro que se vive a su alrededor, analizarlo y comprenderlo sin ninguna posibilidad práctica de influir en el futuro ni siquiera de su propia familia. Sus hijas e hijos, escolarizados en educación primaria, están fracasando en los estudios, no logran superar los cursos y se producen fuertes tensiones familiares. El abandono escolar es generalizado y las madres y tías de esa “generación quemada” son incapaces de intervenir para motivar a los más pequeños para que superen las barreras de la escuela: la soledad y el aislamiento, el fracaso y la invisibilidad cultural, cuando no el racismo y la exclusión. El tesón que ellas derrocharon para alcanzar el “éxito” no ha servido para nada.
Los caminos del racismo son infinitos, sutiles, perversos e incorpóreos. Agotaría los sinónimos del diccionario de María Moliner para enfatizar cómo el racismo se cuela en todas partes, desde las instituciones a las leyes, las prácticas, los valores y las conductas. Se cuela en las administraciones públicas y en las instituciones privadas. Los políticos no viven una situación fácil, y como dice Teresa San Román, “si atienden (a los gitanos) protestan los ciudadanos, y si no los atienden protestan los antirracistas”. La conclusión es que las administraciones no los agreden, simplemente los excluyen. Si se añade a este proceso otras tres variantes (genocidio, expulsión y marginación), tenemos una imagen más que completa de la realidad que vivimos hoy. Sabemos quiénes somos y dónde estamos.
A pesar de todo, las mujeres gitanas muestran una capacidad de adaptación prodigiosa y una fuerza de resiliencia que se convierte en una auténtica actitud de resistencia, la misma que los gitanos han logrado mantener a lo largo de un milenio. Resisten con esa autoridad insurrecta de las gitanas casi centenarias, que con la mirada brillante enmarcada en un pañuelo negro –como debe ser-- afirman con rebeldía “Crisis, crisis… Estos payos no saben ná, los gitanos hemos estao en crisis toa la vida ”. Lecciones de la vida. De ese espíritu rampante que contempla en cada crisis una oportunidad, de esa inteligencia social prodigiosa, surge en 2013 una organización de mujeres tan pequeña en número como ruidosa en los medios de comunicación. Su potente discurso antirracista y feminista está rompiendo los esquemas establecidos en todos los niveles imaginables.
Frente al clientelismo de las ONG pro gitanas y gitanas, las gitanas feministas lanzan potentes discursos de denuncia frente a administraciones e instituciones. Defienden un feminismo gitano decolonial y opuesto al feminismo eurocéntrico y blanco que las excluye o las ignora. En esta lucha han establecido férreas alianzas de cooperación en la lucha con las feministas indígenas, africanas y americanas, y en general con todas las comunidades racializadas. Su enfrentamiento radical al racismo institucional en todas sus formas y facetas, y su lucha frontal contra el patriarcado a favor de los derechos y libertades de las mujeres, junto con su defensa de la dignidad y derechos de los colectivos gitanos LGTBI dan cuenta de que, frente a la revolución silenciosa de los años 90, las mujeres gitanas feministas levantan su voz y se empoderan para iniciar una revolución verdaderamente ruidosa. Y es sólo el principio.
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Ana Giménez, antropóloga, es profesora en el Departament de Filosofia i Sociologia, Fac. Ciències Humanes i Socials, Universitat Jaume I. de Castelló de la Plana, y lidera la Asociación de Gitanas Feministas por la Diversidad.
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