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TRIBUNA

El 1-O: rememorizar España

Si fuese catalán, votaría sin duda el 1-O. O lo intentaría. Ni el Gobierno ni el Govern nos dejan otra salida. Ahora bien, votar Sí sería apoyar un acto de “desobediencia institucional” del Govern que, más que ilegal, es inútil y peligroso

Santiago Alba Rico 16/09/2017

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Lo malo de dedicarse a escribir es que uno no puede callarse sin que el silencio mismo construya una frase que requiere interpretación. No he dicho nada sobre Catalunya y eso debe querer decir algo. Quiere decir algo: que no se puede ser ya ni más tonto ni más inteligente que los peores y los mejores análisis, que es difícil saber lo que uno piensa, que ninguna palabra que digamos acercará una solución y que la situación misma privilegia la eficiencia de las consignas y los juramentos. Daré, pues, un rodeo fatigoso y acabaré con una propuesta inútil.

En la disyuntiva histórica entre “España” o Democracia, hoy Rajoy quiere hacernos creer que es la Democracia, y no “España”, la que requisa urnas, registra periódicos y prohíbe debates

Llevo años diciendo que la ventaja comparativa de España es su derrota total: la falta de memoria. ¿Cómo puede explicarse que el país más xenófobo, el más homófobo, el más católico y el más machista, recién salido de una dictadura tras una historia “imperial”, sea hoy la vanguardia antropológica de los derechos civiles en Europa? Suelo citar siempre el pasaje en que el historiador tunecino Ibn Jaldun (1332-1406) resolvía en su Introducción a la Historia universal el enigma de la parsimonia de Dios, que había retenido cuarenta años a los judíos vagando por el desierto antes de dejarlos entrar en la Tierra Prometida: es que --dice el historiador-- era necesario esperar la muerte de la generación más vieja, la que había vivido la traumática experiencia de Egipto, para que entrara en Palestina un pueblo joven y nuevo, liberado de “la memoria de la esclavitud”. En España, Franco necesitó cuarenta años para “liberar” a los españoles de la memoria de la libertad; y la Transición otros cuarenta de “hedonismo de masas” y consumo capitalista sin raíces para que olvidáramos también este olvido. El resultado fue inesperado y se llamó 15-M, un amnésico movimiento por la democracia que se desentendía de la justicia histórica. Para los militantes más veteranos era muy doloroso asistir a una protesta que lo descubría todo por sí misma, sin referentes políticos ni maestros (recordemos la acusación de “adanismo”), y que, aparte la desinfección de símbolos y banderas, ignoraba los pecados originales de la Transición (monarquía, consenso de élites, gestión franquista, represión de la memoria histórica) para coger, y criticar, el presente al vuelo. Lo que tuvo de realmente potente el 15-M fue precisamente su defecto estructural: no le importaba nada cómo se había construido el régimen del 78: lo que le importaba es que no era suficientemente democrático. “Lo llaman democracia y no lo es”, gritaba. Digamos que la saludable vacuna quincemayista es inseparable de esta trágica amnesia inducida. Mientras Europa volvía a los años treinta del siglo pasado muy deprisa, oscuramente memoriosa, los españoles no tenían ya historia a la que volver, y ello para lo malo y para lo bueno. El proyecto podemita de nueva hegemonía y de “construcción de un pueblo” sólo fue posible gracias a este previo despojamiento, tan injusto como inesperadamente fecundo.

Fue esta “falta de memoria” la que convirtió a España, por primera vez en quinientos años, en una “diferencia” positiva respecto de Europa y casi en un referente mundial: un país comparativamente más tolerante, más pacífico, sexualmente más integrador, menos racista. En pleno desmoronamiento del régimen del 78, fue también este “cero histórico” el que permitió reactivar significantes que la derecha, aupada en su éxtasis neoliberal, había dejado sueltos (como “patria”) y al mismo tiempo plantear sin terremotos la cuestión tabú siempre pendiente, la que nos ha abocado a todos los atolladeros históricos y ha limitado una y otra vez la democracia: la “cuestión nacional”, que no es la “cuestión catalana” ni la “cuestión vasca” sino la “cuestión española”. España, un país sin hacer, cuya hechura se vio siempre interrumpida o incompleta, que nunca se intentó construir bien, se encontraba ante una oportunidad sin precedentes: la de una población desmemoriada que, secundada por unos políticos realmente democráticos y unos medios de comunicación sensatos e independientes, habría podido resolver “la cuestión española” sin apenas asperezas y con un vasto consenso popular. La “cuestión española” es ésa, la de la democracia plena, que muchas generaciones de dirigentes políticos, de derechas y de izquierdas, han vivido como una amenaza para “España” y no como una posibilidad de refundación. En la disyuntiva histórica entre “España” o Democracia, hoy Rajoy quiere hacernos creer que es la Democracia, y no “España”, la que requisa urnas, registra periódicos y prohíbe debates.  

Porque el problema es ése. La población española perdió “la memoria de la libertad” pero también, en la misma andanada, la del patriotismo esencialista con todos sus valores imperiales nacional-católicos y parafascistas. Salvo la franja más senil de la derecha española, nadie en nuestro país siente nostalgia de la dictadura o considera amenazadoramente “rojos” a los que, como hizo el 15-M, tratan de democratizar, y no de españolizar, España. ¿No queda memoria? Sí queda. Los únicos que recuerdan todo en este dichoso país del Loto son precisamente los que siempre han perseguido la memoria. El PP, el partido más transversal de España, contiene una mitad neoliberal para los tiempos de bonanza y mayorías absolutas, y una mitad imperial-católica para la adversidad: conserva, bien enquistada en el hígado, toda la memoria mala de nuestra historia para activarla de nuevo contra cualquier proyecto de democratización que cuestione su poder. La ventaja paradójica de España oculta también este peligro: España es el único país del mundo en el que los descendientes de los perdedores de la Guerra Civil han perdonado a los vencedores y han olvidado sus agravios mientras que los descendientes de los vencedores no acaban de perdonar a los perdedores ni dejan de verlos como “enemigos”. Toda la “cuestión española” --la de la democratización o refundación de España-- pasa por la resolución de este dilema en la relación de fuerzas. ¿Podrá la mayoría desmemoriada imponerse a la minoría ideológica o logrará la minoría ideológica, acantonada también en un sector del PSOE, rememorizar y des-democratizar España de nuevo? La irresponsable dinamita ideológica de algunos medios de comunicación, ni independientes ni pedagógicos, hace temer lo peor. El gobierno y sus opinantes ancilares están despertando las “células durmientes” de la memoria negra; y vertiendo en el “cero histórico” el pasado que convendría no resucitar.

El País Vasco y Catalunya formaban parte --y, aún más, la vanguardia-- de esta España desmemoriada, como lo prueba el resultado electoral insólito de Podemos en Euskadi y de los comunes en el Ayuntamiento de Barcelona. Sus respectivas burguesías (de Euskadi y Catalunya), verdaderos pilares del régimen del 78, hoy juegan papeles distintos por los mismos motivos: protegerse a sí mismas. Las dos juegan a favor de la rememorización y des-democratización desde posiciones diferentes. El PNV, con una arenosa mayoría, administra con calma geológica su pragmatismo un poco autista: es el único régimen del 78 que queda. Por su parte Convergencia (hoy Partido Democrático de Catalunya), jibarizada por la misma crisis de régimen que ha restado millones de votos al bipartidismo español, ha buscado salvarse mediante una ruptura en la que, empujado por las espumosas movilizaciones, por el crecimiento amenazador de ERC y el sincero radicalismo de las CUP, ha acabado por creer. Sobre esto, en todo caso, se ha dicho ya mucho y bien. Ni al PDeCat hay que reprocharle “intenciones” ni al procés falta de legitimidad. Hay que reprocharles más bien que hayan conducido a Catalunya a una rememorización paralela a la de “España” --paralela incluso en sus procedimientos antidemocráticos-- sin el apoyo de una mayoría social suficiente, dejando más bien fuera, mediante un falso e imposible referéndum, a esa abrumadora mayoría que quiere un referéndum. El procés no tiene ladrillos para una república catalana ni --mucho menos-- para una república “socialista”. “España --escribía Guillem Martínez en una de sus formidables crónicas-- es irreformable, pero Catalunya también”. El 1-O, mucho me temo, abrirá una herida y cerrará el carril que en el Estado estaba ya cerrando el escaso tino de Podemos. Si no hay una catástrofe, el 2 de octubre habrá que tratar, sobre todo, de olvidar muchas cosas, y ello como condición para un necesario reordenamiento de las alianzas en torno a la mayoría desmemoriada (que, como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertemos seguirá ahí, al menos durante un rato más).

¿Podrá la mayoría desmemoriada imponerse a la minoría ideológica o logrará la minoría ideológica, acantonada también en un sector del PSOE, rememorizar y des-democratizar España de nuevo? 

Sabemos que el responsable último de lo que pasa es el “régimen” español, que no hay posible equidistancia entre la erdoganización del PP y la defensa del derecho a decidir, que la democracia tiene en Catalunya la mayoría de su parte. Sabemos, al mismo tiempo, que todo lo que se podía hacer mal, el procesismo lo ha hecho mal. Sabemos que la única solución para la “cuestión española” pasa por un referéndum en Catalunya y que una y otra vez --la última ayer-- “España” se ha negado a negociarlo. Sabemos que no habrá en Catalunya un referéndum el día 1-O, pues, por muy democrático que sea su impulso, su aplicación no podrá serlo. Llegamos al 1-O sabiéndolo todo y sin poder hacer nada para trasladar a la realidad este saber. Y sin embargo, salvo que ocurra un milagro que haga descarrilar sobre el mismo colchón los dos trenes, ni el Gobierno va a detener su ofensiva rememorizadora ni el Govern va a desconvocar la consulta. De manera que, nos guste o no, tenemos que tomar una decisión: ¿qué hacemos con el 1-O?

Y he aquí mi inútil propuesta.

Primero para los españoles. La reacción del PP demuestra una vez más que la “cuestión nacional” es la “cuestión española” y que la cuestión española es la de la democratización de España. No podemos, por tanto, permanecer callados frente a esta “España” turca que persigue urnas, registra periódicos y amenaza con meter en la cárcel a cientos de alcaldes en Catalunya, pero que impide también reunirse para debatir en Madrid y en Vitoria y despierta nuestras “células durmientes” imperiales, felizmente marginadas hasta ahora. Como bien decía Jorge Moruno, lo que está en juego ya no es sólo el derecho a decidir de los catalanes sino las libertades democráticas de todos los españoles. “Lo llaman democracia y no lo es”: se impone que los desmemoriados volvamos a salir a la calle contra los memoriosos negros que quieren invertir el trabajoso e incompleto camino recorrido en los últimos cuarenta años.

En cuanto a los catalanes, no me atrevería a darles ningún consejo, pero sí me aventuro a decir lo que yo haría el día 1 de octubre si fuese catalán. En Catalunya hay tres opciones. Una no votar, otra votar sí, otra votar no.

si aceptamos que el 1-O no va a haber ni tanques “españoles” ni independencia de Catalunya, no nos queda más remedio que seguir defendiendo la democracia en Madrid y la sensatez en Catalunya; y al revés

No votar es votar a favor de Rajoy y contra el derecho a decidir. Da igual cuál sea nuestra verdadera intención; el resultado es éste. Tiene razón Javier Gallego cuando distingue entre “desobediencia institucional” y “desobediencia civil” (o cívica, como reivindica con fundamento Pérez Tapias). Pues bien, convocar un referéndum ilegal es “desobediencia institucional”; votar en una consulta ilegal, en cambio, es un acto individual de “desobediencia cívica”. La respuesta del Gobierno español justifica sobradamente, y aun reclama, este acto de desobediencia. Si fuese catalán, votaría sin duda el 1-O. O lo intentaría. Ni el Gobierno ni el Govern nos dejan otra salida.

Ahora bien, votar Sí sería apoyar un acto de “desobediencia institucional” del Govern que, más que ilegal, es inútil y peligroso, y lo es en la medida en que su aplicación --cualquiera que sea el resultado-- dejaría fuera a más de la mitad de los catalanes y en ningún caso llevaría a una ruptura democrática. Yo no podría votar Sí al Govern, a su imposible referéndum ni a la Ley de Transitoriedad, muy chapucera y muy conservadora y continuista en el plano institucional.

Así que no sólo votaría No sino que llamaría a todos los catalanes, incluidos mis amigos independentistas de izquierdas, a votar No. Votar No es un acto obligado de “desobediencia cívica” contra el Gobierno y un acto libre de “desobediencia política” contra el Govern, que no está en condiciones de utilizar bien nuestro Sí. Votando No reivindicaríamos el derecho a decidir de Catalunya --y por tanto la posibilidad de la independencia-- al mismo tiempo que impediríamos la fulminante des-democratización del procés. Entre la espada y la pared, entre el Gobierno y el Govern, el No es un voto y, por lo tanto, un Sí; pero es un No y, por lo tanto, un No: no al camino imposible --hacia la república catalana o la ruptura democrática-- del pseudorreferéndum. “Pseudo” --aclaro-- no porque sea “ilegal” sino porque su ilegalidad invalida de hecho, como no-democrática, cualquier aplicación de sus resultados.

En los últimos años, gracias a los desmemoriados de Madrid y de Catalunya, en procesos desgraciadamente paralelos, se ha conseguido naturalizar, en cafés y tertulias, el debate sobre la “cuestión nacional”, que es la “cuestión española”, que es la “cuestión democrática”. Nunca se había llegado tan lejos. La respuesta de la minoría ideológica con memoria, en plena descomposición del régimen del 78, ha sido la de rememorizar “España” en detrimento de la democracia. Nuestros errores y la erdoganización del Estado pueden cerrar esa puerta aún semi-abierta. No sé cómo se puede evitar. España es irreformable y Catalunya también. Bueno. Pero si aceptamos que el 1-O no va a haber ni tanques “españoles” ni independencia de Catalunya --como no va a haber una invasión extraterrestre o una lluvia de ranas--, no nos queda más remedio que seguir defendiendo la democracia en Madrid y la sensatez en Catalunya; y la sensatez en Madrid y la democracia en Catalunya.

Pero si hubiera una invasión extraterrestre o una lluvia de ranas, o las dos cosas, entonces --claro-- me callo.

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Autor >

Santiago Alba Rico

Es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. Sus últimos dos libros son "Ser o no ser (un cuerpo)" y "España".

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24 comentario(s)

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  1. Julia

    Veo que no puedo decir lo que pienso esto es lo que hace años pasa en Cataluña y ahora me van a contar paparruchas los que han pisado aquí de turistas . Llevo casi cincuenta años aquí y podría decir muchas cosas , por cierto no se parecerían nada a lo que he podido leer en sus comentarios .

    Hace 6 años 6 meses

  2. fer

    Pues yo creo que todo esto es una autentica chorrada. Qué es Cataluña? Espera.....la están pintando.

    Hace 6 años 6 meses

  3. Isabel Bataller

    La unión argumentativa entre memoría (que Rico no llama memoria historica pero se supone) y proceso o actitud democrática es insostenible. O dicho al reves el unir argumentativamente que en Espana el proceso democrático va unido a la "capacidad de olvidar" tergiversa completamente las necesidades historicas, sociales y personales y tergiversa el proceso autentícamente democrático. El recordar no supone no poder "perdonar" sino que para que ello suceda , previamente se necesita la conciencia de los sucesos historicos. Precisamente la responsabilidad historica, por ejemplo sobre el holocausto en Alemania, lleva a tener presente historicamente los danos producidos y buscar una compensación (que es imposible y solo puede ser simbólica, osea el saber del horror en si). El olvidar sería terrible para los judios y las fuerzas democráticas que fueron aniquiladas. En Espana se cree no poder recordar, tener presente, saber, reconocer los hechos y pensar que lo pasado fue tan terrible que no se va a poder ser democratico recordando. Todo lo contrario. NO se puede ser democratico sabiendo que lo que hicieron nuestros abuelos democráticos no esta presente, recordando. Ya dijo Sigmund Freud hace más de un siglo, lo que no se recuerda se repite!!

    Hace 6 años 6 meses

  4. Miguel Mayol

    El 1-O habrá casi un 60% de participación y sobre un 75% de SI, muy probablemente, que incluso contando los no Sies como Noes, si hubiese votado el casi 80% de las pasadas autonómicas seguirán siendo mas de la mitad de los votantes. Yo no entiendo porqué no se denuncia por prevaricar a todos los que ignoran los vigentes tratados internacionales que hayq ue aplicar de buena fe según la convención de viena, y es que en su artículo UNO escribe: Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural. Y el TC pudo en su día sentenciar que Cataluña no es una nación, (lo que probablemente ayudó mucho a que, siéndola, su población se enfadase contra esta injusticia) pero es imposible negar que es un pueblo

    Hace 6 años 6 meses

  5. Eugenio

    Felicitaciones a todos los comentaristas. Me transmitís optimismo y inteligencia. Tan distinto a los comentarios de otras publicaciones!. En cuanto al artículo: me da algo de pena. ¡Como puede ponerse a un mismo nivel las estratégias y decisiones de quién prohibe de las que realiza el que intenta seguir sus compromisos con el electorado sorteando las prohibiciones!. A los que estáis de acuerdo con la opción de insurrección cívica pero no institucional, votad en blanco. Votar No, sin sentirlo, distorsiona la posibilidad de contarnos honestamente, y resta opciones a futuros reconocimientos de un anhelo sincero de muchos.

    Hace 6 años 6 meses

  6. juan

    Es muy difícil votar no en Catalunya porque sería validar el status quo del odio a Catalunya que se tiene desde España y el haberse saltado la legalidad (también la catalana) por parte de los independentistas. Los que no quieren la independencia hacen mejor en no votar tratando por un lado de desacreditar la legitimidad del referéndum con un muy baja participación y un sí casi total que es sabido no corresponde a las preferencias reales ahora mismo de la población. Los permanentes ataques a la lengua hacen inviable un modelo de estado plurinacional justo. En Suiza hay 3 lenguas oficiales, y la más hablada (el alemán de allí) es desconocida por el 20% de la población y ahí están aguantando juntos. Aquí el ultranacionalismo español sigue exigiendo el castellano como lengua vehicular en todos los territorios "por derecho de conquista", buscar una historia común que diga que España es la nación más antigua de Europa, etc etc...esas obsesiones de UPyD. La verdad es que el escenario es interesante con ambas partes mostrando que el fin justifica los medios, unos con lo de las votaciones exprés en el Parlament, los otros baneando dominios de internet como China y Turquía, igual con esto el 2-O es posible sentarse y repensar una España más como Suiza (ya que tanto les gusta a los gobernantes tener cuentas bancarias allí), a lo mejor nos entendemos mejor y el dinero puede quedarse aquí.

    Hace 6 años 6 meses

  7. iskender

    , postura respetable y admirable yo votaré si y haré todo lo posible e imposible para el que quiera votar no pueda hacerlo.

    Hace 6 años 6 meses

  8. Daniel

    Este artículo es una, de las muchas desgraciadamente, evidencia del fracaso del sistema educativo de nuestro país. Cuanta ignorancia en tan pocas líneas

    Hace 6 años 6 meses

  9. Gekokujo

    El símil de los judíos vagando cuarenta años en el desierto no vale de mucho, los mismos líderes o sus herederos siguen mandando en España, travestidos en demócratas pero los mismos al fin y al cabo. Por tanto no se trata de resucitar "células durmientes" de la "memoria negra" puesto que nunca se han ido. Adicionalmente decir que poner peros a una ruptura definitiva con "el consenso y la democracia que todos nos hemos dado" del '78 me suena a un Suresnes 2.0.

    Hace 6 años 6 meses

  10. Javier

    El reaccionario disfrazado de progre ha vuelto a ladrar. No es posible determinar qué es más desagradable, si lo que dice o su cara.

    Hace 6 años 6 meses

  11. explorador

    La intelectualidad debería entrar de una vez en el debate sobre la limitación de la vigencia temporal de las Constituciones. No puede ser democrático que a una generación tras otra se le niegue el voto sobre la ley primera y principal que rige sus vidas. NO es democrático que se vote un Parlamento cada cuatro años y una constitución cada cincuenta, si es que se vota. Nuestra constitución en estos momentos es arbitraria y tanto da que hubiese sido redactada por un dictador si rige sin que la gran mayoría de los españoles la haya votado nunca.

    Hace 6 años 6 meses

  12. Alex

    Buen artículo, pero creo que el autor se confunde en un aspecto: las chapuzas hechas en el Parlament se hicieron para permitir el voto, fuese "sí" o fuese "no". No entiendo por qué piensa que votar "sí" validaría esas chapuzas, mientras que votar "no" no lo haría... Creo honestamente que, aunque lo ha intentado, el autor no ha conseguido ser plenamente objetivo.

    Hace 6 años 6 meses

  13. Akfields Cedar

    Hay gente adanista y gente que cuando tiene una posibilidad de República a un palmo de sus narices se pone a rebuscar excusas en el baúl de las batallitas perdidas. Despierta!

    Hace 6 años 6 meses

  14. dora

    Debió ser desesperante para los organizadores del “atado y bien atado” en 1978 la actitud cerril del “bunker” Los sufrimientos de los Claudio Boada, José María Ruiz Mateos, Villalonga, Botín, Manuel Márquez Balin, Francisco González, Bartolomé March José María Oriol, Carlos de Godó, Gregorio López Bravo, Amuchastegui, etc debieron ser días de no dormir. Ya tenían inventados por el otro lado a los “Sevillanos” Isidoro y Alfonso para dar el golpe en Suresnes, a Carrillo apalabrado y que unos nostálgicos cerriles les estropearan el negociete debió de ser angustioso. Afortunadamente todo salió bien y se pudo durante 40 años ganar lo esperado

    Hace 6 años 6 meses

  15. Linus

    Jo, me sabe mal que este artículo no transmita el mismo optimismo que transmitían los la innocencia (imperfecta) de las primaveras. Me sabe mal que se presuponga que un Podemos bienintencionado pero muy frágil será mucho más crítico que la sociedad civil en Catalunya (por importante que sea la parte burgesa que tiene). Creo que si España tenía ladrillos para una república socialista, Catalunya también. Y que el oxígeno y la fuerza de todo el bloque social que para mí es "Contexto", crucial para decantar consciencias que se despiertan en estos claroscuros, se acabe perdiendo en las encrucijadas de la legalidad y el perfeccionismo inabarcable en primavera. Con mucho aprecio, un sincero.

    Hace 6 años 6 meses

  16. Lluís M Bassas

    Buff, em sembla massa retòrica per acabar dient el de sempre i menystenint-nos. Ho sento, estem fent allò que molts de vosaltres en els somnis més radicals que heu tingut mai i sentiu enveja. És molt sana l'enveja si s'usa com a motor per a millorar. Ànims vosaltres també ho podeu intentar. I quan el 2 d'octubre ploguin gripaus no us espanteu, és el senyal que us enviem per a que capgireu el vostre país.

    Hace 6 años 6 meses

  17. NUBEROJA

    Vaya sarta de afirmaciones gratuitas envueltas en un estilo alambicado hasta la pedantería para concluir con obviedades trilladas. Te/nos lo podías haber ahorrado. Menos mal que Moruno aportó luz refulgente al tema catalán con esa frase inédita. Aparte resentimientos cainitas. Háblanos de las primaveras árabes regadas con sangre por el Mossad, la Cia y el wahabismo. Ahí estás descollante

    Hace 6 años 6 meses

  18. Josam

    Me parece interesante el artículo porque pone de manifiesto el problema de base: todo nacionalismo es conservador y susceptible de radicalización. Llegados a este punto está claro que el PPSOE jamás será capaz de articular una solución política a este entuerto. Sólo nos queda, con sus defectos, Podemos. Por desgracia nos conocemos demasiado bien y ya sabemos lo que va a votar en las próximas elecciones el currante neofranquista español medio.

    Hace 6 años 6 meses

  19. CapitanRed

    En efecto, en democracia hay que votar y, votar según la voluntad de cada cual. Es de lo que se trata; el negar el voto e impedirlo es la antítesis de la democracia. saludos.

    Hace 6 años 6 meses

  20. Iñaki

    No es la desmemoria, es el miedo de padres y abuelos la causa del adanismo de las generaciones más jóvenes. La "reconciliación" nacional tuvo su germen en el miedo y en el conformismo, no en un pacto entre iguales. Y obviar todo esto como elementos de análisis, es errar en las soluciones. Los lugares que más rechazan el actual status quo, el bipartidismo, y demás componendas del actual régimen político, son aquellos en los que la verdad oficial se ha cuestionado por parte de la ciudadanía. En los lugares en los que ha estado movilizada. En aquellos lugares en donde la ciudadanía ha permanecido a merced de sus representantes, ocurre lo que usted relata. ¿La solución? La de los catalanes está en mano de los propios catalanes. Así se lo va a demostrar a toda la izquierda de teclado y salón que da la espalda a Cataluña. Así se lo va a demostrar a todos aquellos que dicen que un marco legal es el único horizonte de una sociedad. Siempre estaré encantado de leer y debatir teorías, pero las realidades las hacen los pueblos. Y el pueblo catalán ha decidido ser soberano. Le pese a quien le pese.

    Hace 6 años 6 meses

  21. Iñaki

    No es la desmemoria, es el miedo de padres y abuelos la causa del adanismo de las generaciones más jóvenes. La "reconciliación" nacional tuvo su germen en el miedo y en el conformismo, no en un pacto entre iguales. Y obviar todo esto como elementos de análisis, es errar en las soluciones. Los lugares que más rechazan el actual status quo, el bipartidismo, y demás componendas del actual régimen político, son aquellos en los que la verdad oficial se ha cuestionado por parte de la ciudadanía. En los lugares en los que ha estado movilizada. En aquellos lugares en donde la ciudadanía ha permanecido a merced de sus representantes, ocurre lo que usted relata. ¿La solución? La de los catalanes está en mano de los propios catalanes. Así se lo va a demostrar a toda la izquierda de teclado y salón que da la espalda a Cataluña. Así se lo va a demostrar a todos aquellos que dicen que un marco legal es el único horizonte de una sociedad. Siempre estaré encantado de leer y debatir teorías, pero las realidades las hacen los pueblos. Y el pueblo catalán ha decidido ser soberano. Le pese a quien le pese.

    Hace 6 años 6 meses

  22. caipira

    En pocas palabras : "Primaveras" solo las que quiera la OTAN.

    Hace 6 años 6 meses

  23. MANOLO MALIME

    Santi, la democracia existente en Madrid y Barcelona es la democracia para la casta en el poder, los parias de la tierra no tenemos democracia, somos seres explotados y alienados por esa “democracia”,P que, ¿es abstracta? No, es muy concreta basta con fijarnos con las burradas que se cometen contra los parias y la propia naturaleza, cada día más destruida.

    Hace 6 años 6 meses

  24. svalk

    <i>........la de una población desmemoriada que, secundada por unos políticos realmente democráticos y unos medios de comunicación sensatos e independientes, habría podido resolver “la cuestión española” sin apenas asperezas y con un vasto consenso popular.</i><br> Otro centralista que no se ha enterado que catalanes ,vascos y gallegos NO VAMOS A DEJAR DE SERLO JAMAS y que su constructo represor (españa) nos repele hasta los tuetanos

    Hace 6 años 6 meses

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