Ser feminazi hoy
¿Por qué vamos perdiendo?
Anita Botwin 14/09/2017
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A veces me asalta la duda sobre por qué aún no hemos ganado las feministas. Está claro que nos encontramos en un momento de apogeo del movimiento, donde sobre todo las más jóvenes muestran un gran interés y tratan de cambiar los espacios en los que viven. Sin embargo, sigue habiendo asesinadas, agredidas, violadas y oprimidas en todas sus diversas formas.
La crisis-estafa nos ha empujado a muchas a la precariedad. Cada vez me encuentro con más mujeres cualificadas o con grandes empleos anteriores que han vuelto al hogar a cuidar a sus mayores o a sus pequeños. Debido a la falta de conciliación laboral y a la Ley de Dependencia nos vemos obligadas a cuidar de nuestros retoños, y trabajamos desde casa con la teta cogida al niño mientras sostenemos el móvil o tecleamos en el ordenador.
Si no hemos ganado, entre otras cosas, es porque la brutal carga laboral no nos permite dedicarnos a la militancia, a unirnos, poner en común ideas y atacar a ese monstruo invisible que viene a vernos cada día. Nos hacen creer que hemos conquistado espacios y que tenemos mucha suerte porque podemos vestirnos como queramos, siempre y cuando lo marque la sociedad y los códigos del momento. Ya podemos votar y tenemos nuestra propia cuenta corriente, aunque esté en números rojos.
Toda mujer, sea cual sea su circunstancia, es una mujer víctima del machismo en algún momento de su vida
Me preocupa especialmente que no exista una verdadera sororidad. Esa palabra con la que nos llenamos la boca. Toda mujer, sea cual sea su circunstancia, es una mujer víctima del machismo en algún momento de su vida. Especialmente si la mujer no es blanca, heterosexual o del primer mundo. ¿Por qué entonces no estamos unidas? Especialmente porque al ser oprimidas, muchas de nosotras, no somos capaces de ver aún y aceptar la situación en la que nos encontramos. Igual que el obrero pelea con otros obreros para ser el responsable o para que no le larguen del curro. El capitalismo y el patriarcado nos quieren sumisas, peleando entre nosotras, cotilleando sobre el nuevo pecho que se ha puesto Fulanita o cómo Menganita ha trepado en su puesto de trabajo porque se ha liado con el jefe.
En el momento en el que seamos capaces de tendernos la mano, de disfrutar juntas de nuestra libertad, de mandar los cuidados a paseo, no sólo habremos conquistado nuestro objetivo, sino que el mundo se pondrá patas arriba. Una huelga de cuidados, por ejemplo, es el arma más letal con la que podemos derribar al patriarcado y al capitalismo: 2x1. El día en que decidamos no llevar a nuestros niños al colegio, no fregar los platos, ni los calzoncillos, ni hacer la comida ni la cena ni el desayuno, habremos dado el tirón de orejas más fuerte que podría esperar el machista de nuestros días. Entonces quizá cuando el hombre no encuentre qué ponerse, cómo cambiar los pañales y tenga caca en su propia cara entienda cómo se sienten las mujeres.
Por supuesto, no es la única solución. Al ser feministas precarias tenemos mucho menos maniobra de ataque. Las mujeres que trabajan 12 horas diarias –entre casa y el trabajo-- tienen muy poco tiempo para dedicarse a unirse con sus amigas feministas y elaborar un plan. Todo está maquiavélicamente pensado para que sigamos encerradas en nuestras jaulas.
Sin embargo, pienso en las sufragistas inglesas y en cómo algunas de ellas tuvieron que dejar su hogar para poder luchar por lo que después fue de todas. ¿Nos estamos acostumbrando a la precariedad y al machismo?, ¿estamos tan agotadas que lo damos por perdido? Alguna vez, hablando con el típico machista, he tenido que tirar la toalla, porque era como hablar con una pared. Una pared con gotelé. Muchas de las que me leéis habréis sentido lo mismo. Ese desgaste y desazón que produce tratar de convencer a nuestros posibles aliados es un tiempo de oro para marcar nuestro gol ganador.
Tenemos que conseguir que el patriarcado deje en paz nuestra cara, nuestras tetas y nuestras manos con las que lavamos sus gayumbos. Y una cosa sí que es clara, y no nos quepa ninguna duda, las mujeres podemos hacerlo: podemos parar al monstruo.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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3 comentario(s)
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Julio
si la realidad os ofende, la naturaleza os oprime y la ciencia empirica es una invencion del patriarcado, el resultado es que las feminazis no odian a los hombres, se odian a si mismas por ser mujeres. Pero no te equivoques hay muchas mujeres orgullosas de serlo, inteligentes, guerreras que no viven del victimismo ni tratan la excepcion como norma. Conoce la historia del feminismo, su origen y su noble lucha y ya si eso me cuentas que tiene que ver con la estupidez de hoy en dia.
Hace 6 años 6 meses
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Ignacio
Vamos perdiendo por dos motivos: 1) no incluis a los hombres incluso a los que yo, me considero feministas; y 2) Hay una faccion absolutamente fuera de la realidad que consiente en politicas discriminatorias negativas, prohibidas en todas las constituciones y que ademas ataca los propios logros de las propias feministas de hace unos pocos años, de las mismas que se liberaron sexual y socialmente, ne mi humilde opinion
Hace 6 años 6 meses
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juan
Han ganado las mujeres, y apropiarse el feminismo que es algo transversal para otras dimensiones es un error porque eso no es aceptable para otras mujeres con ideologías distintas en otras dimensiones. ¿Andrea Levy no puede ser feminista? El rollo de "el capitalismo nos quiere sumisas" hace reir cuando uno recuerda aquellas fotos de los politburós de los partidos comunistas y parlamentos del bloque del este, tan poco paritarias. Muy procapitalistas eran Thatcher y Merkel y ahí estaban votadas por la gente, y sin pregonar ninguna sumisión femenina, anteriormente Golda Meir también dirigió un país "capitalista". Cada vez las mujeres van copando las altas esferas de gobiernos, instituciones internacionales y empresas y es un hecho muy positivo. Y bueno, yo no se el entorno de la autora, pero vamos, yo gestiono la limpieza, comida y arreglo de la ropa sin subcontratar a nadie para hacerlo.
Hace 6 años 6 meses
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