1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Inger Enkvist / Hispanista

“Los profesores deberían ser la élite de un país”

Miguel Ángel Ortega Lucas 19/04/2017

<p>Inger Enkvist, fotografiada en 2014.</p>

Inger Enkvist, fotografiada en 2014.

P. J. Andersson / CC

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

En el Congreso de los Diputados se viene hablando semana sí, semana también, sobre educación: de catedráticos de instituto a sindicatos de alumnos, pasando por exministros y representantes de escuelas llamadas libres por sus planteamientos frontalmente opuestos al sistema tal y como lo venimos conociendo, al menos, desde la Revolución Industrial. Todo con el supuesto objetivo de alcanzar lo que sería otra revolución, de menor importancia universal pero igualmente histórica: que los partidos que conforman el hemiciclo español se acaben poniendo de acuerdo en torno a un pacto de Estado por la educación que impida –supuestamente– que alguien lo cambie al día siguiente de ganar las elecciones.

Como dijo el diputado de ERC y miembro de la Comisión de Educación Joan Olóriz, no sabemos si se llegará a algún pacto, pero mientras tanto “estamos aprendiendo mucho”. El pasado 4 de abril compareció ante los representantes políticos, como invitada experta, la profesora sueca Inger Enkvist: hispanista, ensayista –autora de estudios sobre Ortega y Gasset, Unamuno y María Zambrano, entre otros–-, ocupa la Cátedra de Español de la Universidad de Lund y asesora al Ministerio de Educación de su país. Enkvist vino a exponer su particular punto de vista sobre el panorama educativo, pero sobre todo en torno a la educación en sí como un proceso orgánico eminentemente humano. Es la suya una visión incómoda, a priori, cuyos planteamientos cuestionan tanto a quienes piden un replanteamiento total de la dinámica y el enfoque en las aulas como a quienes siguen considerando la educación como un proceso igualmente industrial, o casi, de productos iguales y acabados en serie llamados alumnos.

Para Enkvist se trata no de producción sino de artesanía; algo mucho más complejo que debe tener presente siempre que tanto profesor como alumno son seres humanos únicos en sus aptitudes y circunstancias, pero también que sin una altísima capacitación del profesor y una mínima voluntad de esfuerzo por parte del alumno –-derivada, en gran parte, del talento del primero para prender la motivación-–, el proceso nunca será efectivo. El profesor es por ello, en su opinión, la figura central del tablero, sobre la que debe pivotar una conciencia social (de las familias y del Estado) que apoye el proceso reduciendo en lo posible el número de palos en las ruedas a su trabajo. Aunque todo tiene muchos, demasiados matices.

La hispanista no tiene, ni pretende tener, respuestas para todo, pero su análisis bien merece ser escuchado. Hablamos con ella después de su comparecencia, y desde el primer momento dejó claro, a través del ejemplo de la tan nombrada Finlandia (el supuesto modelo a imitar, el país, vecino del suyo, del que todo el mundo habla como referente virginal en educación), que cuanta menos injerencia política en cuestiones de educación, mejor: la política estatal en Finlandia –nos explicaba en un castellano perfecto–, con una historia mucho más difícil que la de Suecia en el siglo XX por la influencia de los totalitarismos nazi y luego soviético, no tuvo tanto tiempo de pensar en sistemas educativos, así que “dejaron trabajar a los profesores”, sin demasiadas reformas. No les fue nada mal. Pero esto, aclara, tampoco es “garantía de nada si el nivel de los profesores es bajo”.

Cuando la profesora habla de nivel conviene tener en cuenta siempre que no habla, o no sólo, de baremos, de notas de oposición, de ponderaciones estrictamente (discutiblemente) cartesianas: habla de una formación integral que hace del profesor un profesional capaz por ser, antes, una persona consciente de que el conocimiento cultural no es una base de datos sino una forma de comprensión profunda del mundo, imparta la materia que imparta [es culto precisamente porque sabe muchas cosas, no sólo del libro de texto de este curso, así como que todo en este mundo está interrelacionado]. Alguien respetable por lo que aporta como persona y profesional, ergo respetado: ahí radica su autoridad. Éste es el principal argumento de Enkvist para confrontar (con mayor o menor razón) a quienes defienden que la escuela tradicional de niños atornillados al pupitre oyendo/aguantando un aluvión de información cercena de raíz la creatividad; empezando por la motivación de saber para qué aprender lo que se supone que hay que aprender.

A cualquier niño del mundo le gusta hacer cosas, muchas cosas: ¿no es un fracaso del sistema que en cuestión de un par de años un ser de curiosidad infinita se convierta en un ente apático –en el mejor de los casos– al que puede no interesarle nada, que no encuentra nada que le motive lo suficiente para aprenderlo en profundidad? De nuevo, para la docente sueca, el profesor: “Si el maestro no es una persona culta”, responde, “si es incluso vulgar, es imposible que despierte en el niño el interés por el conocimiento”, sea en la escuela que sea. Y “si el maestro, la maestra, da a entender por su comportamiento que no le interesa mucho su trabajo, que está ahí sólo por el sueldo, el niño sin darse cuenta hará lo mismo”, es decir, “lo menos posible”. Si por el contrario se encuentran con alguien realmente capacitado, que sabe y sabe aplicarlo en la clase, el niño que no tiene esos modelos en casa, el que tiene problemas (“con la televisión e internet mostrando modelos negativos” además), verá en esa figura a un posible referente adulto a imitar.

[Cabe recordar en este punto que, al menos en España, la motivación de los profesores para entregarse tan pródigamente a su trabajo está siendo asimismo cercenada por la política gubernamental, con una progresiva precarización de su trabajo a través de bajadas de sueldo, aumento de horas lectivas y multiplicación de burocracia a rellenar que no deja mucho margen a la imaginación y la poesía tipo Robin Williams en El club de los poetas muertos.] 

Enkvist es francamente partidaria de los exámenes, como evaluación continua e incluso como “motivación” para ver materializado el esfuerzo; pero, de nuevo, ¿no debería tener el alumno una motivación mucho más tangible, más ligada a la vida, que rendir un examen, cumplir con un conocimiento muchas veces abstracto que acaba olvidándose, nueve sobre diez, a la semana siguiente? (Sin contar con la clasificación de la capacidad de un ser humano por un nota determinada...) Lo de la vida, para esta profesora, es una “falacia”, porque “todo sirve para la vida”. Pero para ella una prueba (aprenderse para el viernes, por ejemplo, las capitales de Asia) no es sólo eso, sino “proponerse una meta y cumplirla. Es una manera de auto-estructurar el carácter y la voluntad. Y eso es para la vida”. “Aprender es una recompensa en sí”.  

Por lo demás –de nuevo el profesor–, “un buen maestro sabe presentar las cosas de manera que el niño aprenda como un juego intelectual, no como la recompensa de un caramelo si lo hace bien. El buen maestro no establece distinción entre lo intelectual, lo social y lo personal, porque una clase es también un grupo social. El conocimiento es atractivo, es divertido, nos sirve” para todo. Por eso, en su opinión, se respeta a un profesor que tiene en cuenta todo esto, aunque los niños lo perciban sin ponerle nombre, porque “no es un autómata” dispensando datos. “Los jóvenes se dan cuenta enseguida de esto. Con un grupo de alumnos de ESO tienes diez minutos”, dice, no sabemos si exagerando, para ganártelos o perderlos.

¿Deberían ser, por tanto, la élite? “Sin duda”. Es lo que ocurre en Finlandia, donde “un alumno no encuentra nunca a un representante de la escuela que no sea culto”, porque de aquellos que solicitan el ingreso en la formación de profesores “sólo entran los mejores”, en torno al 20% de los alumnos, los de las notas más altas, igual que en Singapur. En ambos casos reciben una formación de varios años para ser profesores que propicia que “ya sean buenos docentes antes incluso de empezar a ejercer”. También cuentan con mentores, profesores veteranos que les acompañan en los primeros años de trabajo para aconsejarles. Por otra parte, los profesores “tienen una confianza bastante alta en los funcionarios del Ministerio de Educación”: porque han salido igualmente del mismo proceso de selección. “Son como ellos, así que hay confianza mutua. Eso es envidiable”.

‘Disrupciones’

Respecto a la ESO, la docente sueca también tiene una opinión nada popular (el adjetivo es suyo). Existe cierto paralelismo entre la actual enseñanza secundaria obligatoria española –producto de la LOGSE aprobada por el PSOE a principios de los ’90– y lo que ocurrió en su país también en los últimos compases del siglo: hacia los años 70, dice, Suecia contaba con altos niveles económicos y educativos, y una paz social “envidiada en otros países”. Pero, ya que funcionaba tan bien, se trató de incentivar el “igualitarismo”, pensando que no dañaría a la calidad de la enseñanza. Se redujo la exigencia académica con el objetivo de que “todo el mundo” pudiera cumplir los objetivos, incidiendo a la par “más en los métodos que en los contenidos”. El resultado, para ella, es una prueba de que con la mejor intención (de integrar al mayor número posible de alumnos) se puede conseguir el efecto contrario: “No fue lo mejor”, ni para los alumnos “con problemas” ni para los otros. Bajó el nivel de todos, sencillamente.

Por ejemplo, en España sucede con frecuencia que un alumno pueda ir pasando de curso “sin dar golpe” –por motivos diversos– hasta la adolescencia, para encontrarse en el bachillerato con que tiene que estudiar de verdad; incluso “chicos que llegan con buenas notas”: de repente se les exige mucho mayor rendimiento, estando además “seguros de que los profesores no ven lo magníficos que son. Entonces hay llantos, crisis... Son ignorantes, convencidos además de que no lo son. Esto es muy peligroso. De ninguna manera es un logro”.

“Es un sistema que perjudica a todos”, asegura Enkvist, precisamente por tratar de igualar sin tener en cuenta que, por mucho que nos empeñemos, nadie es igual a otro. Lo cual no tiene nada que ver con que todo el mundo tenga derecho a tener las mismas oportunidades. “No funciona como estaba pensado. Se pensaba que esto era lo justo, lo socialmente justo, pero no lo es”. Se trata de un sistema “tan unificado que no permite variantes. ¿Dónde vas a insertar al alumno que tiene dislexia, o problemas de concentración... Si ofreces lo mismo a todo el mundo, sin contar con las capacidades concretas, no estás teniendo en cuenta la realidad. Es cruel para todos, también para los que no pueden aprender lo que podrían aprender. Lo bueno sería que los niños aprendieran avanzando cada uno a su ritmo...”. Pero a ver quién le pone el cascabel a ese gato.

También (tema espinosísimo) por lo que la corrección política ha dado ahora en llamar alumnos disruptivos: es decir, los conflictivos de toda la vida, y en muchos casos no dejan dar clase (porque no quieren estar ahí). Para la profesora sueca, un alumno “no puede echar a perder la oportunidad de aprender de los demás. Esto es algo que no se dice en voz alta porque parece excluyente, pero nadie tiene el derecho a robarle a nadie su derecho a la educación”. ¿Qué hacer en estos casos, entonces? ¿Qué hacen en Suecia? También allí “hay un tabú en general contra las intervenciones claras. Se intenta hablar y hablar... Se intenta con un funcionario, luego con otro... Lo difícil es aceptar que algunos no cambian por hablar”.

[Lo difícil, también, es aceptar que quizás no todo el mundo tiene por qué querer estar ahí, o no tiene por qué consagrar su tiempo a lo que no le interesa en absoluto. Aquí entraría otro asunto pendiente, el (des)prestigio aún latente de la Formación Profesional, en un país en que, de unas décadas a esta parte, todo el mundo parece tener la obligación bíblica de hacer una carrera universitaria. El diputado Olóriz Serra incidió también en cómo hacer atractiva esta vía cuando no se cuenta con un tejido productivo que pueda dar muchas más salidas de las actuales a quienes optasen por ello. Porque también existen demasiados alumnos que, sin hacer ruido, pasan “con mucha pena”, dice Enkvist, por años y años de escolarización: “Los hay que odian ir al colegio cada día, y esto los políticos se lo toman con calma” –es probable que ni siquiera lo vean.]

¿Sería partidaria, entonces, de la división de los alumnos por niveles? (¿Y respecto a qué baremos? ¿A los estrictamente académicos? De nuevo: ¿es un alumno más inteligente por saber responder mejor a las preguntas de un examen?). Acecha la tan temida palabra segregación: “Se puede hacer de diferentes maneras, manteniendo más o menos cohesionada la franja de edad hasta los 11 años más o menos. Pero después de eso, las diferencias entre los alumnos se agrandan; cualquier profesor sabe que son muy diferentes en sus intereses, en su capacidad, en su voluntad, en todo. Y añadiría que si uno quiere lo mejor para los niños hay que mantener el orden en el aula para que puedan aprovechar cada cual lo que pueda”.

En cualquier caso, para Enkvist “hay una falta de claridad, no sólo en España sino en muchos países, sobre lo que tiene que conseguir la escuela obligatoria. Hay muchas metas sociales, y mi experiencia dice que las metas sociales se logran también con un claro énfasis en las metas del conocimiento”. Y, en lo que respecta a nuestro país, las ubicuas pasiones políticas terminan casi siempre por enfangar lo esencial. No es que Escandinavia sea ningún Edén, pero el contraste choca para alguien de allí: “Los españoles”, opina en voz baja, “se están poniendo zancadillas a sí mismos continuamente con disputas estériles, que además ya se han visto antes”.

Una pincelada de nuestro carácter, a través de los próceres de nuestro pensamiento. Para la hispanista, después de diseccionar durante años a los autores españoles, quedan claras tres cosas: nuestros filósofos son “estéticos (todos quieren tener un estilo, valoran lo estético más que lo puramente intelectual), muy personales (es imposible confundir a Unamuno con Ortega y Gasset), y muy políticos todos”. Es decir –podría decirse–: una estética furiosamente personal con la que interpretarlo todo (en clave política). Pero quienes tienen que alcanzar un pacto por la educación en España son exclusivamente políticos, no estetas. “Aprendiendo mucho”, de momento, eso sí, en esta comisión. 

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Sobreunvidreomojado

    Ufff

    Hace 6 años 11 meses

  2. Jean_Michel

    “Los profesores deberían ser la élite de un país” Me parece detectar una cierta propensión hacia los titulares provocadores que, en este caso, me quita las ganas de seguir leyendo, no vaya a ser que el artículo corrobore el titular. ¡Vaya tontería de afirmación! ¡Que maní de querer erigir ciertas clases en dominantes en base a una supuesta formación superior! ¿Acaso no hay profesores tóxicos, fachas, manipuladores?

    Hace 6 años 11 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí