PROCESANDO EL PROCÉS (VI)
Inhabilitación: antes lo evitaba, ahora lo busco
El Govern asume la inhabilitación como animal de compañía. Quiere ralentizar el Procés hasta septiembre, el mes de María de Processisme, hacerlo coincidir con la tradicional megamani anual y pasar a la casilla de elecciones
Guillem Martínez Barcelona , 25/03/2017
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Hola, soy una sección sexy y dinámica, etc., que les explica el III acto del Procés, tal y como va saliendo de fábrica en sus estertores. Estos últimos cinco días naturales han sido tan densos y han aportado tantos movimientos al Procés, que su descripción, me temo, viene a huevo para volver a apuntar que en el Procés, snif, no pasa nada. Bueno, al turrón, que el trabajo se acumula.
El domingo fue un día lucido. Societat Civil Catalana, una ONG ultra-no-nacionalista y ultra-centrista, se manifestó en contra de El Procés. En lo que es un indicio de lo que es un fin de Régimen, y tal y como se puede ver en el repor fotográfico de Paco Freire que aquí les endoso, los manifestantes aunaron con sencillez y elegancia valores cívicos sencillos y tiernos, como la Constitución, la Monarquía, o la Legión.
Pero, paralelamente, a esa misma hora, también el Procés crecía a lo largo, como suele crecer los domingos. El último domingo, el mundo, así, se sorprendía ante el hecho de que, en el Procés, pasan cosas.
En efecto. Se filtra cierta voluntad de trascendencia. O, al menos, cierto dibujo de la apoteosis final de esta emisión del Procés. La cosa funcionaría así. Pleno. Se vota referéndum y Llei de Transitorietat. Y la convocatoria del referéndum va y la firma todo el Govern, en un plis-plas, en lo que es un acto, aparentemente, de decisión. Un antes y un después, un quemar las naves, un ahora sí que sí, un por-fin-pasa-algo. Pero, por otra parte, no mucho. El Govern asume que es inhabilitado y pasa a la casilla elecciones autonómicas. Zas. A la que se presenta una nueva tongada de procesistas no inhabilitados --posible nombre artístico: El Procés, The Next Generation--.
Se filtra cierta voluntad de trascendencia. O, al menos, cierto dibujo de la apoteosis final de esta emisión del Procés
La inhabilitación parece ser asumida, en fin, como animal de compañía por el processisme. Y como su límite. Es decir, la sensación es que nunca optarán por una desobediencia ad-hoc, que implique penas mayores/de cárcel, internacionalización del conflicto y cambio cualitativo del marrón. Parece ser, en ese sentido, que no se optará por ir más allá y realizar, pongamos, un gasto en un euro en el referéndum --en forma de papeletas o de un spot, por ejemplo--, lo que implicaría a su vez --con el marco legal que se quiere rozar, porque no se quiere sobrepasar, parece ser-- malversación y penas de cárcel. Es decir, desobediencia unilateral, consciente, explícita y como la copa de un pino. Y el cumplimiento, por tanto, de una promesa electoral realizada ya hace dos legislaturas, ante la que se están haciendo los longuis.
Quizás la inhabilitación puede ser la medalla, el límite, el hecho propagandístico para concurrir a las siguientes elecciones. O, al menos eso se desprende del hecho de que el Govern quiere ralentizar este III acto del Procés, arrastrarlo hasta septiembre, que es el mes de María de Processisme, hacerlo coincidir con la tradicional megamani anual, punto de partida de la renovación de la propaganda anual y, si toca-toca-, de la campaña electoral. Y hala, hacia otro año.
En el ínterin, parece que se irá tirando con la propaganda formulada en el anterior septiembre, que gira en torno a la convocatoria de un referéndum que, a partir del grado de oficial todo el mundo parece asumir que no se hará. Quizás ese es el sentido de la carta que el Presi Puigdemont y el Vicepresi Junqueras publicaron el lunes en El País.
La filología reconstruye el sentido original de los textos. Y, filológicamente, la carta es un objeto para consumo interno. Enmarca el processisme en el marco Democracia, y sitúa fuera de él al Estado. Para ello, sitúa el Procés en el marco Escocia, y aleja al Gobierno del marco Democracia-británica. Lo que es, a su vez, una construcción propagandística. España, desde luego, no es UK. Pero la Gene y los partidos implicados en el Procés no son ni Escocia ni el Partido Nacionalista Escocés. Es decir, no sólo no se han enfrentado a la austeridad, a la crisis democrática, y han luchado por el Bienestar, sino que en el trance de no hacerlo, se han cobrado, al parecer, comisiones del 3%. Importante: la carta, una rareza política europea --es poco común que dos Gobiernos europeos dialoguen en la prensa diaria--, es , a su vez, una oferta de diálogo. Como el Gobierno no dialoga sobre referéndum, es de suponer que la oferta es sobre cualquier otra cosa. El Govern, esa es la sensación, se está pactando encima.
Más datos que ilustran que, a estas alturas, el Procés sigue siendo un lenguaje antes que un programa político. Mas se acoge a la Consti --al Régimen del 78, vamos, a, epistemológicamente, su país--, para plantear recurso a su sentencia de inhabilitación.
Y el Presi Puigdemont, a su vez, reclama realizar una conferencia en el Senado.
¿Es eso importante? Al parecer, no. La contraoferta del Senado consistió en admitir ese diálogo entre sordos, pero bajo otro formato, alejado de la conferencia. Es decir, de la coreografía propuesta. Puigdemont renunció a la cosa.
Puede que, dicho así, sorprenda, pero no hay motivos para pensar, otra semana, que haya habido un cambio en el Procés
Lo que indica que, tal vez, lo pretendido era antes una coreografía, una comunicación interna, antes que una comunicación a secas. Quizás este asalto explica, sucintamente, el drama de la situación. Un drama con dos personajes. Un Gobierno que no quiere dialogar, y un Govern que sólo aspira a comunicar. Comunicar no es decir. Comunicar es la esencia de la propaganda. Sobre comunicar, esa lacra, al parecer, de la política en el siglo XXI: esta semana el Consell de Govern ha recibido durante una horita a los inhabilitados Mas, Rigau y Ortega. El orden del día: cómo aprovechar la situación de los inhabilitados para comunicar la cosa en Europa. Es decir, para comunicar en Catalunya que se pretende comunicar un tema en Europa, que no interesa a Europa, por ahora, un pepino.
Un tema, por cierto, que ya son dos. Homs, esta semana, también fue inhabilitado.
Mas, ese valor comunicativo, ha acudido, a su vez, a Madrid a comunicar en dos ocasiones. Un debate entre comunicadores en el Ateneo, y un desayuno organizado por una publicación
Mas volvió a la carga con el tema de buscar una tercera vía --es decir, de pactar lo que sea y rapidito; nadie está por la labor, esta mañana a primera hora, en Madrid--. También trabajó el marco de que Catalunya ya es políticamente independiente, que es una realidad política diferenciada de España. ¿Es así? Me temo que no. La cultura política catalana es tan española como el 3% way of life. Pero, y ahora me pongo teórico, sorry, no es así la percepción de un grueso de su ciudadanía, que percibe en Catalunya, diría, una cultura política absolutamente diferenciada de la española. ¿Es así? Esa percepción de cultura política diferenciada, ¿es la gran obra del Procés? Diría que no. El otro día, en conversación con la hispanista italiana Paola Lo Cascio, se me hizo una observación muy chula. La aportación de Pujol al catalanismo fue su no participación en el Estado. Sí, apoyó gobiernos y fue determinante en esa dirección. Participó en la creación y la modulación del Régimen del 78. Pero no gobernó. No se mojó públicamente con el Estado. Incluso penalizó esa tendencia --Pujol le dio para el pelo, así, a Roca--. El esfuerzo se fue en crear una iconografía y sensación de Estado en Catalunya, a pesar de su escasa autonomía y del carácter formal de Estado Unitario de España. Comunicó Estado. Instituciones y culturas políticas alejadas, a pesar de que no lo estuvieran, o no lo estuvieran en sus cosmovisiones, objetivos y chanchullos. En ese sentido, no fue más allá de aquel diálogo entre Tarradellas y Suárez, cuando Suárez preguntó a Tarradellas qué quería, y Tarradellas fue y le dijo --tachán-tachán: “un matasellos”--. Quizás el Procés no ha ido más allá de esa concepción pujolista, consistente en suplir la realidad --una autonomía escasa, pero con muchos matasellos chachis; una cultura política española, sustentada en la política como expolio--. O la ha recreado al máximo. No ha leído tanto la realidad como la depuración de la realidad pujolista. Lo Cascio, mola.
A partir del martes, no obstante, la cosa Procés se aceleró. En el Parlament se votaron, por fin los presupuestos. Es decir, se consiguió que la CUP los votara. Para ello, se adoptó la especificación por escrito de que en los presupuestos haya una partida explícita para el referéndum. Llamo la atención sobre ello. Eso es una desobediencia. Se desobedece al TC y, en el caso de que, en efecto, se realice el gasto de esa partida, la cosa se mete, de cuatro patas, en el campo semántico pena-de-cárcel. Parece un cambio de ritmo definitivo en el Procés que, por fin, cinco años después, adquiere cuerpo. Pero en el Procés, snif, nada es nítido ni sencillo. Al Procés, en fin, se viene llorado.
La sesión fue, así, muy accidentada. La Mesa evitó trámites y posibilidades de protocolo, a fin de que, y esto es un indicio de lo certero tras las estéticas, la cosa pasara rapidito y sin rozarla, de manera que se evitara el contacto y, con él, una nueva causa de inhabilitación. Finalmente, y esto es de traca, se votó la incorporación de las alocuciones que especificaban que había, en efecto, una partida explícita para el referéndum. Pero, y aquí empieza el lío, no fue una enmienda, sino que fueron dos. Y contradictorias. Una tira hacia Boston, y la otra, a California.
Una enmienda, de la CUP, fija que habrá partida presupuestaria para el referéndum. Y otra, de CSQEP, fija que la habrá, sí, pero en el caso de que el referéndum sea legal. Una lleva al trullo, la otra, pues no. ¿Cuál es el resultado final? No se sabe, se tiene que ver cómo se armonizan las dos enmiendas en el redactado final, si prima una u otra. Hasta ese momento, es difícil interpretar la cosa. Pero pongámonos en que la opción resultante sea abiertamente desobediente. ¿Qué pasaría?
En primer lugar, el TC caería sobre ella como un poseso. En esa ocasión, según las últimas tendencias, no a petición gubernamental, sino a petición del grupo parlamentario de C's, PP o/y PSC. ¿A quién empuraría el TC? Pues tampoco se sabe. Puede liarla con la Mesa --sería la tercera causa; una más y les tendrían que regalar un jamón, para fidelizar clientela--, con los parlamentarios que han votado la enmienda --más de la mitad de la cámara--, con el Govern, o con el conseller de Economía --es decir, Junqueras--. Para todos ellos, o para el artista seleccionado, caería la pena de inhabilitación. En el caso de que se realizara gasto de esa partida --caso poco probable, al menos esta mañana a primera hora--, la pena sería por malversación, por lo que los agraciados irían al trullo.
La pregunta es, dos puntos, ¿con esta enmienda en los presupuestos el Procés se acerca a un punto sin retorno, de ruptura, o está formalizando su milonga un millón? No se sabe. Pero los objetos son su tradición. La tradición del Procés es la que es, y, como cuerpo, cae periódicamente hacia el lado hacia el que se inclina. No tenía previsto caer en el lado de la inhabilitación, y no fue idea suya hacerlo. Pero parece que aprovechará, como siempre comunicativamente, esa nueva disciplina, en la que puede brillar con luz propia. La inhabilitación parece ser su nuevo campo de juego épico. Para superarlo, para romper las amarras con el Régimen del 78, tan solo tiene que gastarse un euro en una papeleta del referéndum. Y, al menos esta mañana a primera hora, es dudoso que se adentre en otros derroteros. Además, emite indicios serios de que no lo hará. Verbigracia, el Govern ha sacado a concurso el pack papeletas y sobres. Sí, pero no para el referéndum, sino para las próximas elecciones.
Vamos, nos está comunicando que va a haber elecciones, y no referéndum. Paralelamente a todo ello, en lo que es un indicio de que todo esto sigue siendo comunicación, el Parlament votó para que el Síndic de Greuges --el Defensor del Pueblo Cat-- lleve al Estado español al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, por su penalización autoritaria de la política. Algo para lo que el Síndic de Greuges y el Tribunal de Derechos Humanos, lo que es de chiste, no tienen atribuciones.
Quizás, visto lo visto, lo único notorio, el único cambio, la única cosa pertinente ocurrida esta semana en el Procés no ha venido de ninguna institución catalana.
Un grupo de juristas ha emitido un, sic, Manifiesto de juristas a favor del derecho de los ciudadanos y ciudadanas a celebrar un referéndum para decidir el futuro político de Catalunya.
Se trata de la aportación cualificada de una interpretación del derecho favorable a la constitucionalidad de un referéndum. Es decir, de una aportación intelectual y ética, es decir, política, y poco comunicativa o propagandística. Curiosamente, este tipo de aportaciones, desde 2012, suele partir de la sociedad, como es el caso, y no de las instituciones.
El PSOE, esa cosa cada vez en menos sociedad y menos instituciones, a su vez, también ha movido ficha. O güija, esa cosa que mueven los fantasmas.
Propone la recuperación del Estatut de 2006 para Catalunya. Es decir, de lo que quedó de él tras el pacto entre ZP y Mas, y de lo que quedó de él tras su cepillado en el Congreso. Poca cosa y, aun así, inasumible para el TC en 2010. Supongo, snif, que no colará ni eso. Pero supongo que con un diálogo sobre eso el staff del processisme ya tendría suficiente. Supongo, en fin, que no es dialogable ni eso, esta mañana a primera etc.
Y esto es todo hasta hace cinco segundos.
Puede que, dicho así, sorprenda, pero no hay motivos para pensar, otra semana, que haya habido un cambio en el Procés.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).
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