1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Tribuna

La función de la cultura en la crisis de Europa

La cultura debe contribuir a una salida de la crisis con más democracia, empoderando a las mayorías sociales para que rescaten y transformen las instituciones políticas secuestradas por las élites

Marcelo Expósito 26/03/2017

La boca del logo

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT necesita 300 suscripciones mensuales para ser sostenible y cada vez más independiente. Puedes ayudarnos aquí

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

Nos encontramos en un momento complejo para hablar de cultura en Europa. Sobre todo si bajo la amplísima denominación de “cultura” nos referimos principalmente a las políticas culturales de las instituciones nacionales y supranacionales europeas. Es complejo porque se está produciendo a lo largo de los últimos años un lento cambio de orientación en el discurso de la administración cultural de Europa. También lo es por la situación general de crisis, una crisis cuyas conexiones con la propia incertidumbre acerca del papel actual de la cultura no siempre se hacen evidentes en debates como el que ahora nos convoca.

El protagonismo que ha tenido durante largo tiempo la jerga derivada del paradigma de las industrias culturales se está viendo matizado. Por fortuna, parece que ahora cuesta hablar de industrialización de la creatividad sin acompañarla de reflexiones sobre cómo la cultura puede contribuir a la estabilidad social, la integración del continente o la definición de un nuevo tipo de diplomacia europea. Incluso de apelaciones a la condición de la cultura como un bien común del que la ciudadanía en su conjunto merece disfrutar. No es un cambio menor, teniendo en cuenta que las políticas de fomento de las industrias culturales y creativas han sido el instrumento mediante el que se ha propagado internacionalmente durante tres décadas una ideología orientada a facilitar la emergencia de lo que Richard Florida denominó la “clase creativa”. Un curioso tipo de “clase” social cuya función sería en última instancia contribuir con sus prácticas culturales competitivas a los procesos de regeneración urbana. A la gentrificación y a la especulación inmobiliaria a gran escala, en definitiva: ahora ya podemos describirlo de esta manera descarnada. Cuando el modelo de las políticas culturales orientadas al fomento de las industrias creativas toma cuerpo en los años 90, lo hace —no por azar— en los años todavía duros de la hegemonía neoliberal y de la conversión de las ciudades en marcas que necesitan destacar en los mercados de la globalización. Teóricos como Angela McRobbie o George Yúdice han analizado con detalle cómo la industrialización de la creatividad ha colaborado con la desindustrialización de las periferias o la devastación mercantil de los centros urbanos, y ha arrojado a los hijos e hijas de las clases medias a una vida de precariedad laboral e inestabilidad existencial vividas contradictoriamente en una burbuja de euforia. Es la burbuja de una promesa de ascenso social y acceso al bienestar mediante la educación superior, la adquisición de competencias creativas y el cultivo de la capacidad de innovar, que ha estallado por la onda expansiva de las políticas de austeridad.

El enfrentarse a la muerte y la destrucción masivas produjo un shock colectivo de tal envergadura que bloqueaba cualquier capacidad de expresión

Pero este progresivo cambio de paradigma todavía me parece una modificación insuficiente, y ello nos conduce al motivo por el que resultan impotentes muchos debates actuales sobre la cultura. Me gustaría plantearlo bajo la forma de una pregunta sencilla: ¿cuáles son las razones de este suave tránsito de paradigma? ¿Es posible impulsar un cambio real de la cultura y de las políticas culturales en Europa sin constatar cuál es el motivo por el que, precisamente, sentimos que estamos obligados a plantearnos la transición a un nuevo escenario? A la hora de reflexionar sobre la crisis de los paradigmas hasta ahora dominantes en las políticas culturales europeas, ¿podemos permitirnos ignorar que nos encontramos en una situación general de crisis? La condición crítica de Europa sobrevuela hoy día cualquier debate sobre nuestro futuro, incluso los debates en torno a la cultura. Pero no es siempre un hecho que se ponga de manifiesto. Y sin embargo no es posible entrar a discutir detalles de fondo sobre la función de la cultura en el futuro de Europa sin afrontar algunos problemas de carácter político e incluso filosófico acerca de la relación más general entre el estado dubitativo de la cultura, la inestabilidad de la construcción europea, el resquebrajamiento de nuestro sistema democrático y las razones de la actual crisis sistémica y civilizatoria.

En un ensayo escrito en 1936, Walter Benjamin explicaba cómo los soldados que regresaban a sus hogares desde los frentes de la I Guerra Mundial volvían enmudecidos, sin capacidad de relatar lo que habían vivido. El enfrentarse a la muerte y la destrucción masivas produjo un shock colectivo de tal envergadura que bloqueaba cualquier capacidad de expresión. Benjamin pensaba que este shock emocional marcaba un punto de inflexión histórico en nuestra capacidad de poner en relación la experiencia personal con la construcción de un sentido de comunidad, porque imposibilitaba que se reprodujera la figura tradicional del narrador. No existe la posibilidad de relatar, no puede darse fenómeno artístico alguno ni puede transmitirse experiencia bajo formas culturales si se bloquea la capacidad expresiva de los seres humanos. Tras la II Guerra Mundial y la experiencia concentracionaria, T.W. Adorno se preguntaba por su parte si podía seguir siendo posible la poesía después de Auschwitz. Adorno no se cuestionaba tanto, como sí lo hacía Benjamin, sobre las condiciones subjetivas para dar forma a una expresión creativa después del Holocausto. Lo que planteaba era más bien el problema político de si tras ese cataclismo civilizatorio podíamos permitirnos todavía la producción de una lírica europea, actuando como si la fabricación industrializada de la muerte de masas no hubiera sucedido. Y no porque ese derrumbe moral constituyera una excepción histórica, sino justamente por lo contrario, porque había emergido con toda evidencia el lado oscuro de la modernidad europea.

Las políticas culturales por sí solas no pueden hacerse cargo de una crisis que ha venido provocada por un neoliberalismo al que han estado durante décadas estrechamente ligadas

Me parece que son preguntas pertinentes de nuevo hoy día, salvando las distancias. ¿Es posible seguir hablando sin más sobre políticas culturales tras la violencia desencadenada por la gestión neoliberal de la crisis contra las mayorías sociales de Europa? ¿Sin afrontar la complicidad de los paradigmas dominantes en las políticas de las instituciones culturales con el sistema financiero que ha entrado en crisis? ¿Ignorando que cierto cambio de lenguaje administrativo sobre la cultura viene provocado justo por la manera en que el neoliberalismo ha colapsado, desmoronándose principalmente sobre las espaldas de los pueblos del Sur? No podemos seguir ocultándonos por más tiempo que las políticas desarrollistas en materia cultural de las décadas pasadas han estado estrechamente ligadas al predominio del capitalismo financiero en la globalización y la evolución de las economías locales hacia una centralidad de la especulación inmobiliaria. El crecimiento enorme de los equipamientos museográficos; la expansión de las bienales sobre la creación contemporánea; la financiación extensiva de empresas culturales que ha provocado la hipertrofia de unas “clases creativas” las cuales, en un efecto de retroceso, se ven ahora duramente golpeadas por la crisis de un modelo de desarrollo económico del que se alimentaron y, a su vez, contribuyeron a sobredimensionar... Tiene que ponerse en evidencia esa relación de retroalimentación entre la cultura y el neoliberalismo responsable de una crisis que también afecta a la cultura, si queremos avanzar de veras hacia un nuevo paradigma de las políticas culturales europeas.

Como he mencionado al principio, “cultura” es un término demasiado amplio, que no siempre resulta fácil desambiguar. Propongo que pensemos ahora sobre todo en tres componentes. Cultura serían los comportamientos, actitudes, valores o formas estéticas —en un sentido amplio— mediante los cuales una sociedad se expresa. Cultura sería también la tradición de las prácticas reconocidas por ciertas instituciones. Es por ello que hablamos de la historia de la literatura, de la música o del arte: porque existen instituciones que a lo largo del tiempo sancionan, con criterios cambiantes, lo que una sociedad reconoce como bienes culturales. El término “cultura” se remitiría también a las políticas y las reglas, las directrices escritas de manera manifiesta o los comportamientos establecidos por costumbre que rigen el funcionamiento administrativo, profesional o económico de un campo especializado. Si de veras consideramos que las políticas culturales europeas han de orientarse por principios como la salvaguarda del bien común y la integración política del continente, la sostenibilidad social y la justicia global, lo que se requiere es una revolución cultural que con carácter más general contribuya a revertir la violencia de la crisis experimentada por las mayorías sociales de Europa. Las políticas culturales por sí solas no pueden hacerse cargo de una crisis que ha venido provocada por un neoliberalismo al que han estado durante décadas estrechamente ligadas. Esa revolución cultural sólo será posible si pensamos de manera interrelacionada las tres dimensiones que he descrito. Necesitamos, simultáneamente, promover nuevos valores compartidos frente a la cultura neoliberal que fragmenta e individualiza en pos del beneficio propio; recuperar críticamente nuestra historia creativa, arrancando de los relatos petrificados de la tradición aquellos momentos que, reavivados, puedan resultar más iluminadores para nuestra emancipación en el futuro; y promover unas políticas públicas culturales orientadas no sólo a la mejora de los sectores especializados, sino también y sobre todo al empoderamiento de la ciudadanía en estado de shock.

Como se pone de manifiesto en las reflexiones de Benjamin y Adorno que antes he mencionado, la cultura europea ha experimentado una crisis de identidad cada vez que han emergido tiempos convulsos. Por qué hemos de preocuparnos por todo lo referido a la cultura cuando el mundo se agita en torno nuestro, ha sido una pregunta históricamente recurrente en Europa. Y ahora vuelve a serlo, por razones evidentes: ¿qué sentido tiene hablar de la cultura cuando a nuestro alrededor la economía, las instituciones y el sistema de valores se agrietan y la gente sufre, pero también se organiza para hacer frente al desastre provocado por las élites? ¿Merece la cultura formar parte de las políticas de rescate y de los programas de urgencia para salir de la crisis? ¿Puede la cultura ser una herramienta para que las mayorías sociales afronten la crisis de las instituciones políticas?

 Esa estrecha relación entre cultura y educación para construir una ciudadanía emancipada constituye uno de los componentes más potentes de la tradición ilustrada europea

Para encontrar una posible respuesta a estas dudas, retrotraigámonos por un momento a la figura de Friedrich Schiller escribiendo a la luz de las velas en una noche de 1793. En su residencia de Jena se preocupa por el ruido lejano de las contradicciones que aquejan a la Revolución Francesa, mientras intenta concentrarse para escribir una carta a su mecenas, el Príncipe Friedrich Christian II von Schleswig-Holstein-Sonderburg-Augustenburg. En esta carta se pregunta justamente: “¿No es extemporáneo preocuparse de las necesidades del mundo estético, cuando los asuntos del mundo político ofrecen un interés próximo?”. Schiller se respondía a sí mismo en su Kallias —las Cartas sobre la educación estética del hombre— que “para resolver en la experiencia un problema político hay que tomarlo por la vía estética, porque es a través de la belleza como se llega a la libertad”. La idea de que la cultura puede ser el campo de experimentación donde pensar soluciones a la complejidad social y arrojar luz sobre los problemas de la política, precisamente cuando la realidad alrededor nuestro se agita, ha sido uno de los principios rectores del papel de la cultura en la conformación de la modernidad europea. En el imaginario de la modernidad, la función educativa de la cultura constituye una dinámica central en la formación de la ciudadanía. Esa ambivalente concepción emancipadora es una matriz persistente, compartida desde el uso de la cultura en algunas políticas de Estado para la afirmación de una identidad nacional, hasta la concepción de la cultura como una esfera autónoma desde la que pensar el mundo a salvo de manera distanciada. E incluso en su contrario, cuando el arte o la cultura se han comprometido como herramientas prácticas en la construcción combativa de una conciencia de clase.

Muchas cosas han cambiado desde el momento en que se alumbra esa conciencia ilustrada, y no sólo porque hemos comprobado —los PIGS del Sur de Europa en particular— el resultado aterrador de cualquier intercambio epistolar con el nuevo Príncipe Trichet–Draghi–Merkel von Troika. Pero es necesario atender todavía a esta concepción arraigada no sólo sobre cuál es la función de la cultura sino incluso acerca de dónde radica su legitimidad en tiempos de crisis. El recurso institucional a un lenguaje progresista conforme entra en crisis el paradigma de las industrias culturales y creativas se inspira justamente en ese imaginario ilustrado. Y es que esa estrecha relación entre cultura y educación para construir una ciudadanía emancipada constituye uno de los componentes más potentes de la tradición ilustrada europea. Pero dada la dimensión y las razones de la crisis actual, no se puede recuperar solamente como un mero recurso para la recomposición formal de unas instituciones políticas todavía secuestradas por las élites. Justamente porque una revolución cultural tiene el objetivo de cuestionar el control elitista de las instituciones e incluso está obligada a transformar las instituciones mismas.

Para resumir entonces mi posición: pienso que la cultura debe contribuir a una salida de la crisis con más democracia, empoderando a las mayorías sociales para que rescaten y transformen las instituciones políticas secuestradas por las élites. Me permito para acabar plantear un ejemplo práctico. Si la cultura puede volver a constituir un lugar desde el que pensar críticamente el estado de cosas, las políticas culturales deberían seguir modelos como el de la imponente exposición Un saber realmente útil, celebrada entre 2014–2015 en el Museo Reina Sofía de Madrid. Sus curadoras, el grupo de mujeres croatas WHW, concibieron un plan de trabajo articulado entre la institución museográfica y algunas prácticas artísticas que se desarrollan de manera precaria a la intemperie. El proyecto incorporaba desde el cine de Abbas Kiarostami o Straub–Huillet hasta el arte colectivo colaborativo de Iconoclasistas o Chto Delat?, pasando por experiencias históricas de arte militante como el de Emory Douglas, ministro de Cultura de las Black Panthers. Es ahí, en esa diversidad orientada por un mismo principio de pedagogía radical para la emancipación ciudadana, donde yo encuentro ejemplos a seguir para un cambio profundo de las políticas culturales de las administraciones europeas en el estado de crisis.

------------------------------------------------

Intervención en la sesión sobre ‘Diplomazia Culturale dell'UE’, dentro del encuentro How Can We Govern Europe?, celebrado en la Camera Dei Deputati, Roma, el 18 de noviembre de 2016.

Marcelo Expósito es diputado por Barcelona de En Comú Podem y secretario tercero del Congreso de los Diputados.

CTXT necesita 300 suscripciones mensuales para ser sostenible y cada vez más independiente. 

Autor >

Marcelo Expósito

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí