
El Congreso de Vistalegre (Podemos)
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Vistalegre II debería corregir el legado bélico de Vistalegre I. Legado “bélico” porque hace dos años Podemos se concibió como una “maquinaria de guerra” con el fin de afrontar el ciclo electoral. Pero legado “bélico” asimismo porque esa “maquinaria”, bastante útil para llegar a las instituciones, se ha revelado aún más útil para generar conflictos internos. La guerra electoral no se ha ganado; la guerra interna se despliega, en cambio, con fratricida esplendor. Ahora bien, las guerras internas nunca se ganan. Gana la guerra misma, que en este caso está derrotando la ilusión de mucha gente que creyó poder derrotar, a través de Podemos, tanto a las viejas políticas como a la vieja izquierda. Unas y otra amenazan con volver de la mano.
Creo que es demasiado tarde para invocar la tolerancia, el entendimiento, el respeto y la unidad. Tampoco se va a imponer ya el sentido de la responsabilidad; y ni siquiera el pragmatismo interesado, último sostén de toda negociación. Como ocurrió con el PSOE, es una especie de destino griego el que rige los movimientos, de manera que la conciencia del precipicio es completamente inútil y sonámbulamente paralela a la carrera hacia el abismo. Lo único que cabría ya pedir es un poco de disciplina pública, lo que no parece tampoco compatible con la líbido tuitera y la viral virilidad en red. Respecto del PSOE, la única ventaja con la que cuenta Podemos --incluso después de la sucesión de triquiñuelas procedimentales que ha jalonado el recorrido-- es que en la Asamblea decidirán los inscritos. No es una ventaja pequeña, pero cualquier resultado --incluso el mejor-- será malo en este paisaje de ruinas después de la batalla.
Me atrevo a decir que el gran error de Errejón (pero también de Anticapitalistas) es el de no haber abierto del todo la confrontación disputando en Vistalegre el liderazgo a Pablo Iglesias. Creo que una competición oficial y transparente por la Secretaría General habría hecho menos daño a la imagen pública del partido que esta lucha sorda planteada en términos organizativos que en realidad no vuelve más intocable, sino al revés, la figura del secretario general. Paradójicamente la “incuestionabilidad” de Pablo Iglesias lo ha vuelto objetiva y subjetivamente más cuestionable, ha debilitado más su posición y, al alimentar las maniobras subterráneas de unos y de otros, ha quebrado más la formación morada por dentro y por fuera. Pase lo que pase, será difícil recuperar la ilusión; pase lo que pase, de eso depende el destino no-griego de España.
Autor >
Santiago Alba Rico
Es filósofo y escritor. Nacido en 1960 en Madrid, vive desde hace cerca de dos décadas en Túnez, donde ha desarrollado gran parte de su obra. El último de sus libros se titula "Ser o no ser (un cuerpo)".
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