
Donald Trump, durante un acto de campaña.
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Una de las estupideces propagada con mayor fortuna durante las últimas semanas dice algo así: “Trump es (un fascista) peligroso pero el verdadero peligro es Hillary”. La estupidez tiene variantes, como la que sigue: “Hillary me da más miedo, por lo que se ha visto, es más belicista”.
Si todavía no se han enamorado, hay otra derivada más: “Los demócratas tienen más muertes a sus espaldas que los republicanos. Ambos son escoria (sic), pero unos tienen la fama y otros cardan la lana”.
El último en sumarse a este carrusel ha sido, sin que sirva de precedente, uno de los intelectuales (este sí) más influyentes de los últimos años. El esloveno Slavoj Žižek se despachó a gusto hace un par de días en el Channel 4 británico: “Él [Trump] me horroriza, pero creo que Hillary es el verdadero peligro”, dijo y, claro, como era de esperar, incendió el bar. Por fin los adalides de la Berdadera Hizquierda contaban con una personalidad de peso para respaldar, con sus palabras, la idiotez intelectual más grande, repito, de las últimas semanas. Y eso que ni siquiera es nueva.
Continuaba Žižek, remarcando lo sabido: que Clinton “la realmente peligrosa” porque es “una fría guerrera” (variante poética de belicista) con “conexiones con los bancos –tremendo esto, ojo–, mientras pretende ser socialmente progresista”. Hay más: “En cada sociedad hay una serie de normas no escritas sobre cómo la política funciona y cómo se construyen los consensos. Trump ha trastocado todo eso. Si gana Trump, los dos grandes partidos, Republicano y Demócrata, tendrán que regresar al origen, repensarse, y quizás pueda cambiar algo”, argumentaba, repito, un pensador muy influyente, y al que, por supuesto, la inmensa mayoría de la gente que se apuraba las últimas cuarenta y ocho horas a compartir el mensaje no es que no haya leído, es que desconocía su existencia hasta… Ayer.
Me quedaba la traca final: “Esta es mi esperanza, mi desesperada esperanza. Que si gana Trump... Estados Unidos todavía no es un Estado dictatorial. No va a traer el fascismo, pero él puede provocar un gran despertar”, por eso, confiaba, ojo, en que “se ponga en marcha un nuevo proceso político”. Y ya.
Realmente a Žižek, y lo digo en serio, hay que quererlo. Sus análisis sobre ideología y cultura son impresionantes. Es un genio. Pero hasta los genios dicen chorradas a veces y esta es probablemente una de las idioteces intelectuales de mayor calado en un pensador que, como todos, alberga agujeros y contradicciones.
Las posturas maximalistas además de simplistas y equivocadas, son idioteces cuando de lo que se trata es de leer cuestiones complejas
Vivimos tiempos extraños aunque no nuevos. Comencemos por lo último, el deseo de que un candidato que ha sostenido postulados cercanos al fascismo (Trump lo ha hecho), aunque no va a traer el fascismo (sic), “puede provocar un gran despertar”, o, mejor, un “nuevo proceso político”. No sé, quizá la tan ansiada revolución. Incluso de las masas, quienes quieran que sean estas. Esto no es nuevo, solo tienen que poner el retrovisor o, incluso mejor, abrir un libro de historia. En la página de República de Weimar, el período de la historia de Alemania comprendido entre 1918 y 1933. Esta acabó como acabó, con Hitler tomando el poder (y no democráticamente, pese a lo que lean en el bar). Entre otras cosas por la idiotez intelectual reinante en ambos flancos. Por un lado, el leninismo más recalcitrantemente errado, aquel que veía el verdadero enemigo en el socialdemócrata, por lo que el fascismo podría traernos por fin la ansiada revolución de los parias de la tierra; ejem, ejem, un saludo amigo Slavoj.
Por el otro, la llamada política de apaciguamiento de las potencias occidentales, las que siguieron el dogma de al menos el nazi contiene al diablo rojo. En su derivada de nuestros días: “es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Saluden todos a Arabia Saudí, por ejemplo. O a Egipto. O, más cerca, al “primo” del ex rey.
De ahí que corran tiempos extraños. De ahí que las posturas maximalistas además de simplistas y equivocadas, son idioteces cuando de lo que se trata es de leer cuestiones complejas bajo la sencillez con la que nos sacamos las pelotillas del ombligo mientras esperamos que cargue el capítulo de turno en Netflix.
Claro que Hillary Clinton no es de izquierdas. Puede que ni siquiera sea socialdemócrata. Pero a) los ejes izquierda/derecha no sirven para leer la política estadounidenses, desistan de una vez. Si me apuran, ni siquiera esto tan de moda en Europa llamado bipartidismo. Sí, hay dos partidos hegemónicos y otros tantos que no-salen-en-los-medios (Partido Verde, Libertario incluso un par de ellos supremacistas blancos…). No-salen-en-los-medios porque su representatividad es mínima. Y no precisamente porque no-salen-en-los-(diabólicos)medios(vendidos-al-capital), sino porque muchas de sus “políticas” ya están dentro de los cientos de facciones ideológicas en las que se dividen Demócratas y Republicanos. Y b) les recuerdo que Bernie Sanders, su rival en las primarias demócratas este año, sí es “de izquierdas”, aunque esa misma Berdadera Hizquierda (anti)europea-antiamericana-y-pagada-de-sí-misma lo despreciaría por lo que en realidad es: un socialdemócrata al viejo estilo europeo. Por eso lo de Sanders tiene mucho mérito ya que desde sus postulados ha sido alcalde de Burlington (la ciudad más importante del estado de Vermont) nueve años; congresista de los EE. UU., dieciséis; y senador (todavía lo es) otros nueve. Casi siempre como independiente –de hecho fue el primer independiente en resultar elegido para la Cámara de Representantes–; pero al fin y al cabo desde posiciones izquierdistas.
Por cierto, Sanders pide el voto para Hillary. De forma incesante, sabe dónde está “el peligro”.
Hillary no gusta. Hillary no es una izquierdista. Pero muchos de los que ahora se afanan en atacarla abrazaron a Barack Obama en 2008
Hillary no gusta. Hillary no es una izquierdista. Pero muchos de los que ahora se afanan en atacarla abrazaron a Barack Obama en 2008 (luego no, claro, la “decepción”) y olvidan que en aquellas primarias la que sostenía las propuestas más a la izquierda era ella.
De Hillary se ha dicho de todo. El concurso se llama “Hillary es”. Les hago un pequeño resumen:
“Profesional”. Sí. Lleva como treinta años en política, sin contar el antes de. Como Sanders, por cierto, que lleva casi más. Pero volvamos al adjetivo; supongo que ser una “profesional” en lo suyo es algo malo.
“Fría”. Es cierto. Es más, es su principal defecto. Clinton tiene la capacidad de empatía de una mesita de salón. Pero qué quieren, no todos somos Barack Obama, probablemente el político más brillante de los últimos cincuenta años.
Supongo que Trump, al contrario que HRC, es para llevárselo a casa.
“Ambiciosa”. Vaya, quiere ser presidenta después de haber sido, por orden, primera dama, senadora y secretaria de Estado (con Obama). Definitivamente es ambiciosa, algo negativo supongo; pero por lo que se ve solo en una mujer.
Es “corrupta”. Porque lo digo yo, claro, ya que nadie ha demostrado nunca lo contrario. Por cierto, Trump, ha admitido prácticas corruptas durante la campaña, ha sido incluso condenado por ello en el pasado. Pero la “corrupta” es ella.
Y mi favorito, “belicista”. O poniéndonos poéticos, una “fría guerrera”. Pero por el amor de dios, dónde han estado escondidos durante el último siglo de política exterior estadounidense. Pueden decir que la política exterior llevada a cabo por Clinton no ha sido la más acertada. Puede. Pero la política exterior de EE. UU. es exactamente la misma desde el primer Roosevelt, Theodore, allá por 1901; solo cambiando de enemigo y patio. La política exterior estadounidense es un asunto de estado y más allá del debate partidista es prácticamente invariable, ya sean demócratas o republicanos los encargados de dirigirla: todo para y por los intereses de Estados Unidos. Algo que aprendieron de, por orden, franceses (aunque no lo parezca, son los grandes primos hermanos) e ingleses. Los españoles (de los que aprendieron lo que no hay que hacer) les quedaban muy lejos en el tiempo y le disputaban patio.
Tanto cargar contra la “belicista” y “diabólica” Hillary van a acabar por hacer buenos a gente como Kissinger o Rumsfeld. Pero ya sabemos que la memoria no es nuestro fuerte.
La política exterior estadounidense es un asunto de estado y más allá del debate partidista es prácticamente invariable, ya sean demócratas o republicanos los encargados de dirigirla
El principal problema de Hillary somos nosotros, que no nos gusta. Es cierto. Pero no he conseguido que nadie me explique el porqué más allá de los cuatro tópicos que he señalado. Es más, la única razón por la que Hillary puede ser presidenta de los EE. UU. el próximo martes es porque su rival se llama Donald Trump. Y aun así, yo no las tengo todas conmigo. Vivo en EE. UU. he escrito bastante sobre Trump y esta campaña y todavía no me atrevo a hacer una predicción. Sí les diría que contra cualquier otro candidato republicano (puede que con la excepción de Ted Cruz), Hillary lo tendría más difícil de lo que ya lo tiene. Y en realidad no hay razones más allá de las filias y fobias personales que la candidata genera.
Pero ya saben que lo que llamamos realidad, los datos y los argumentos serios hace tiempo que dejaron de tener importancia en política, al menos en cuanto a campañas se refiere; saluden a los amigos del Brexit.
Otra que ha hablado esta semana ha sido Susan Sarandon (una clásica en las campañas): “no voto con mi vagina”, ha dicho. Lo hará por Jill Stein, candidata del Partido Verde. Es justo, Sarandon es coherente, ha estado a la izquierda de la izquierda desde siempre.
No es el caso, sin embargo, de Michael Moore, otro izquierdista de la primera hora. Moore lleva semanas echando el resto en favor de lo que algunos denominan “el mal menor”, Hillary. Y Moore, demagogo en ocasiones hasta la extenuación, es de Flint, Michigan, una de esas ciudades símbolo de la Postamérica fruto de las políticas neoliberales y la globalización; sabe de lo que habla. Y por eso sabe cuál es precisamente “el peligro”, el mismo capaz de cerrar su campaña con un anuncio tan antisemita (George Soros, Janet Yellen) que es pura Alemania 1932.
Pero no, es mejor seguir sino la teoría del “mal menor”, la de “cuanto peor, mejor”. Sobre todo desde las posiciones de una Berdadera Hizquierda víctima del síndrome “desde mi comodidad en el primer mundo”.
Incluso aunque nos encontremos ante una simple decisión lógica, casi moral, como ha remarcado The New Yorker, que ha respaldado a Hillary por sus muchas fortalezas y no por sus obvias debilidades.
O más aún, por lo que ha señalado The Atlantic, quien en sus 159 años de vida, solo ha apoyado a tres candidatos: Abraham Lincoln (1860), Lindon B. Johnson (1964) y, ahora, Hillary Rodham Clinton:
“Si Hillary Clinton se hubiera enfrentado a Mitt Romney, John McCain o George W. Bush, o, para el caso, cualquiera de los principales candidatos a los que Trump derrotó en las primarias republicanas, no habríamos contemplado dar este paso. Creemos en la democracia americana, en la cual, individuos de diversos partidos de diferentes ideologías pueden expresar sus ideas y competir por el afecto de los votantes. Pero Trump no es un hombre de ideas. Es un demagogo, un xenófobo, un machista, un ignorante y un mentiroso [la cursiva es mía]. Es espectacularmente inapropiado para el cargo, y los votantes –los estadistas y los indecisos– deberían actuar en defensa de la democracia estadounidense y elegir a su oponente.”
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Autor >
Diego E. Barros
Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.
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