1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Rocío Márquez / Cantaora

“En el cante la cabeza está bien, siempre que haya barriga”

Esteban Ordóñez 28/09/2016

<p>Rocío Márquez, en una fotografía promocional.</p>

Rocío Márquez, en una fotografía promocional.

CURRO CASILLAS

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Se supo quién iba a ser Rocío Márquez (Huelva, 1985) cuando se subió a las tablas del Festival de Las Minas en 2008 y ganó la Lámpara Minera y cuatro primeros premios. Algo parecido sólo lo había conseguido Miguel Poveda.

Rocío Márquez cierra mucho los ojos cuando canta, pero sólo hace falta oírla para deducir que detrás de los párpados hay pura claridad. Claridad, como el nombre de su primer disco en el que ya demostraba que su voz sale de cada palo al que entra dejándolo más limpio de lo que estaba. La onubense canta suave, preciso, largo.

En un fandango te dejas la vida. Me di bastante tralla, me hice daño

Recorre cada esquina de cada cante porque los aprendió escuchando a los maestros y maestras que grababan en discos de pizarra: “Miraba muy bien de quién estudiaba cada cante. Necesitaba tener encima de la mesa cinco versiones de cada palo para ir viendo qué me funcionaba de cada una”, recuerda. Empezó midiéndose mucho, guardando fidelidad a los clásicos y sigue haciéndolo, pero por una vereda más propia. En su último trabajo, El Niño, homenajea a Pepe Marchena. Empieza cantando una granaína del revés y más tarde, conforme avanzan milongas, mirabrás o guajiras, va metiendo distorsión, batería y Niño de Elche. El resultado huele a Omega.

Ahora, en la Bienal de Flamenco de Sevilla, está ofreciendo el espectáculo Diálogos en compañía del violista de gamba Fahmi Alqhai. Un itinerario en el que buscan la unión de los cantes que han sobrevivido viajando de boca en boca con sus orígenes, algunos de ellos, escritos en manuscritos del siglo XVII. “No queremos que sea él haciendo flamenco ni yo haciendo música antigua. Queremos encontrarnos por encima de los géneros”, asegura.

Lo suyo es todo suyo, no viene de ninguna dinastía flamenca. 

En mi casa nadie se ha dedicado profesionalmente, pero cada vez que nos reunimos en las fiestas familiares o en Navidad, se montan saraos. El que no canta, baila, y el que no coge la guitarra. Recuerdo siempre el cante cerca de mí. Mi prima canta muy bien y mi abuelo también: ellos fueron los que me enseñaron las primeras letras. Desde pequeña me gustaba mucho, me pasaba el día cantiñeando. Cada vez que había alguna actividad en el colegio, buscábamos excusa para cantar. Ya con nueve años, fui a la peña flamenca de Huelva, de la que han salido muchos artistas como Jesús Corbacho, La Argentina.

¿Cómo les enseñaban?

Allí siempre se empieza por fandangos. Ponían una pizarra enorme con los estilos escritos: Cabezarrubia, Santa Bárbara… Entonces íbamos uno a uno cantándolos, a veces lo hacíamos en cané, todos juntos, otras veces de uno en uno. Pero era casi jugando, recuerdo que estábamos con los hula hoops cantando, era muy divertido.

¿Con ese grupito se subió por primera vez a un escenario?

La primera fue en la peña flamenca de Palos de la Frontera, en la Fontanilla, y recuerdo que me vino esa sensación que todavía no se me ha olvidado, eso que dices: esto es lo que yo quiero hacer en la vida, ojalá me sintiera siempre así.

Y sin el ejemplo de artistas profesionales en casa, ¿no le imponía el flamenco, con esa cantidad de palos?

A mí me emocionaba mucho, me gustaban todas las músicas, pero esta tenía el punto de tocarme el corazón, me llenaba. Por ser justa, también hay que reconocer el trabajo de quienes nos enseñaron. Entendieron que éramos niños y nos dieron la oportunidad de acercarnos al flamenco sin exigencias. Si me hubieran impuesto de golpe una imagen más dura del flamenco, probablemente me hubiera podido hasta alejar. Conseguían que te quedaras con la esencia, con lo que te movía de aquellas melodías por encima de todo el mundo y la cultura que hay alrededor. Por ejemplo, si no estudiabas y ponías cualquier excusa, no te decían nada.

Pero eso no le pasaba, porque repasaba sin parar, ¿no?

Todo el día. Grabábamos todo lo de clase en una grabadora de cinta y las escuchaba una y otra vez. Tengo una cantidad de cintas.

Y a los dos años tiene registrada su primera actuación ante la cámara.

Ahí fue mi prima Nuri, que canta muy bien, que se presentó a un concurso y ganó, y me enseñó ese fandango. Es gracioso porque yo puedo entender la grabación porque me sé la letra, pero si no, es imposible. No hablaba bien, además tardé mucho en vocalizar, a mí de chica no se me entendía nada. Me hace gracia: salía gritando mucho, era una cosa imposible de entender, pero lo vivía un montón, estaba superflipada.

Háblenos de la taberna de su abuelo, La Madrileña.

A la taberna iba de más mayor. Tengo un montón de servilletas de papel escritas con muchas letras. Cada vez que mi abuelo, de repente, en mitad de una conversación sobre otra cosa, me empieza a decir una letra, yo voy corriendo a por lo primero que pillo, normalmente servilletas, y me pongo a escribir. Él ha escuchado mucho. Me encantan las historias que me cuenta, me transmiten cómo era el cante en otra época.

¿Cómo fue que acabó estudiando canto con una soprano?

Sí, con Gloria Muñoz. Me salieron unos nódulos porque claro, cuando eres chiquitillo, te pones a cantar y como tienes fuerza, estiras y pides la guitarra con la cejilla al ocho, en plan bandurria total, que amargaba al tocaor. No mides la fuerza. En un fandango te dejas la vida. Me di bastante tralla, me hice daño.

Tengo un montón de servilletas de papel escritas con muchas letras

Y Gloria Muñoz me ayudó a conocer el instrumento, a saber dónde me podía dejar caer más, dónde menos. Cuando me dijeron que tenía nódulos parecía que se me iba a acabar el mundo y, sin embargo, gracias a lo que me aportó esta mujer, resulta que acabé definiendo mi personalidad cantando.

¿Qué método aplicó?

Pues no eran ejercicios muy cerrados, sino simplemente conocer los diferentes recursos y sonoridades. Me enseñó a probarme. Eso es algo que me llama la atención: muchas veces nos hacemos una idea de nuestra voz, nos la etiquetan o nos la etiquetamos y, de repente, parece que no tenemos más formas de hacerlo, cuando realmente hay muchísimas posibilidades vocales.

¿Recuerda en qué momento dijo, vale, esta es mi voz, esta soy yo?

Me llevó bastante tiempo porque quizás yo no cuadraba con la idea que se tiene de la voz flamenca. Tenemos una idea instalada que, curiosamente, no se corresponde con los primeros modelos. Escuchas a Pastora, a Marchena, a Chacón, y tienen una voz muy melismática, muy limpia, muy afinaíta. Pero a partir de mediados del siglo pasado se instalaron voces más fuertes, más abiertas, que te ponen los pelos de punta y son maravillosas… Sin embargo, creo que el flamenco, aparte de ser tan grande por la variedad de palos, lo es también porque llega a todas las emociones, y lo mismo ocurre con la manera de hacer los cantes: caben los susurros, caben las voces limpias, las rasgadas, cabe llanto y cabe juerga en la voz. Claro, eso lo pienso ahora, pero en el momento me limité hasta que, de repente, dije, “si no me acepto yo, estoy perdida”, y empecé a asimilar mi manera de cantar.

Pues con esas maneras hizo historia en el festival de Cante de las Minas, consiguió lo que sólo había logrado Miguel Poveda. ¿Con qué sensaciones llegó al certamen?

Yo había soñado con ese momento desde mucho tiempo atrás. Algunos años antes ganó mi amiga Gema Jiménez y cuando la felicité, me animó a presentarme. Y yo: “Adónde voy yo, ahí no tengo nada que hacer”, lo veía muy complicado. Lo había seguido en la tele, cuando lo hacían en TVE; siempre lo miraba con ilusión. Antes de ir, me preparé los cantes durante un año entero. Cada día hacía el fandango minero, la taranta, la murciana; todos. Y unas cuantas veces. Era un mantra en mi vida (ríe). Para mí era muy fuerte estar allí. Cuando llegué a la final, sólo podía pensar en disfrutarlo, en guardar el momento de alguna forma. Estaba obsesionada con que mi madre me hiciera fotos. Todo se me grabó en la memoria. Además, de allí saqué muchos amigos a los que adoro. Buff, lo recuerdo de vez en cuando y todavía me emociono. Aunque, fíjate, después me costó interiorizarlo, me pasé todo un año bloqueada.

¿Por la autoexigencia que supone mantener el nivel?

Sí, sí, el año de después lo recuerdo como un año precioso, pero de bloqueo. Por ejemplo, no hice ni un palo nuevo en concierto, todos los que hacía ya los tenía más o menos controlados. Estos reconocimientos son un arma de doble filo, por un lado son muy positivos, te dan una energía maravillosa, te abren un montón de puertas que suponías imposibles, pero también te ponen un peso fuerte en lo alto. Tú has escuchado años anteriores comentarios de otros que han ganado, siempre hay gente que dice que no eran para tanto, y tú sabes que eso lo van a decir de ti… En cierto modo, no quieres defraudar a nadie porque te han concedido una confianza enorme. Tenía 22 años, pensaba así. Luego me reseteé y continué andando. 

¿Se exigía mucho a sí misma?

Sí, y lo sigo haciendo. Intento relajarme cada vez más con ese tema. Los parámetros de exigencia hay que revisarlos. Antes me preocupaban más los aspectos técnicos y ahora me preocupa mucho más la emoción. 

¿Por qué cree que tenía tantas dudas después de unas actuaciones por las que, además, le felicitaban?

Andaba metida en una mentalidad muy ortodoxa. Por ejemplo, yo iba a escuchar a quienes me prendaban con su timbre y a los que hicieran cantes que fueran muy ortodoxos. En aquel momento no me interesaban otras propuestas más abiertas que me enriquecieran. Me importaba hacer el cante como lo hacía el maestro que hubiera escogido, miraba muy bien de quién estudiaba cada cante. Necesitaba tener encima de la mesa cinco versiones de cada palo para ir viendo qué me funcionaba de cada una. Pero también era algo necesario, siento que han sido mis cimientos.

¿Qué hizo que cambiara el chip y que abriera la mente a otras formas?

Eso vino a partir del momento en que le perdí el sentido a cantar. Se lo perdí porque tenía la sensación de que me daba al play. Acababa una actuación y me quedaba fría como una piedra, no sentía nada, no me llenaba la situación. Y un día me dije, o le doy una vuelta a esto y consigo recuperar la emoción del escenario o lo dejo. Esto es algo demasiado bello, se merece que pongamos los cinco sentidos, si no, era una pena. Tenía que ser honesta conmigo y con los aficionados. Después de unas cuantas actuaciones así, empecé a cambiar cantes, a improvisar, a permitirme otras letras que me daba el punto de meter. Y volví a conectarme. Además, a mí me pasa una cosa: para bien o para mal, canto como soy, mis limitaciones y cualidades son las mismas; lo que me cuesta como persona me cuesta como cantaora.

¿Es una cantaora más de serenidad? ¿Qué emociones siente que quedan mejor en su voz? 

Pues, para mí, todo lo que sea quitarme etiquetas mejor, intento no esperar de mí ni serenidad ni fuerza ni fiesta. No quiero esperar nada más que lo que tenga que ofrecer en cada momento. Ya la sociedad nos marca demasiado los caminos como para encima tener que estar uno mismo dándose la vara. Eso pasó con el disco de El Niño, algunos decían que había una parte muy clásica, pero que la otra se me había ido. Pero yo lo veía necesario, le veía sentido; no quiero dejar que la tradición, a la que amo, sea mi condena y me limite.

La sociedad nos marca demasiado los caminos como para encima tener que estar uno mismo dándose la vara

¿Qué papel tuvo el cantaor José de la Tomasa en esa evolución?

Mi relación con él fue curiosa. Eso fue el primer año en que entré a aprender en la Fundación Cristina Heeren. Me dieron clase José de la Tomasa y Paco Taranto. A José sólo lo había visto en el escenario y la primera vez que lo vi de cerca, imagínate, cómo impone José de mi alma en las distancias cortas, con sus hechuras, tan grande como es… Cuando lo conoces tiene un sentido del humor extraordinario, pero cuando no, impone mucho. El primer día, del miedo que me daba, ni entré a clase. Me fui a la jefa de estudios y le dije: “Ojú, Pepa, me da un poquito de reparo José, yo me voy a tomar unos diítas” (ríe). Y, fíjate, que después conectamos de manera superespecial. Él y Gloria Muñoz son las personas que más me ayudaron a aceptarme como soy y a buscarme por encima de las ideas preconcebidas de este arte. 

¿Cómo nace la idea de ese disco tan peculiar, El Niño, de hacerle ese homenaje a Marchena?

Yo soy una loca de Marchena, igual que de todos los cantaores de los años 20 y 30. Antes del disco, yo estaba buscando la manera de abrir el ala sin que fuera algo cantoso. Volví a Marchena y vi que era justo eso: él grababa una misma malagueña de tres maneras diferentes… La creatividad de él, lo genial de los nombres que inventaba, las cosas que decía, ¿no? 

Se le veía la gracia hasta en el vestir…

Efectivamente, me llama la atención eso de que él era quien había vestido el cante flamenco de limpio, porque salía con esmoquin. No me identifico con esa estética, pero me parecía llamativo que, de repente, él se sintiera bien así y lo llevara al flamenco aunque le dieran caña, porque en la prensa le daban caña.

De hecho, parece que se le ha reivindicado menos que a otros en los medios culturales y en el flamenco oficial, ¿no?

Claro, es que con el mairenismo muchos cantaores fueron machacadísimos. A algunos como Marchena o Valderrama les dieron hasta en el cielo de la boca. Pero ahora creo que estamos en un momento de convivencia entre los dos mundos, distintas escuelas coexisten, se han quitado un poco los prejuicios con respecto al tipo de voz, a la raza o al tema de la mujer. Muy poquito a poco vamos avanzando.

¿La tesis doctoral sobre Pepe Marchena coincidió con el disco?

Sí, fui una obsesiva compulsiva total (ríe). 

¿Le gusta perderse por los escritos antiguos del flamenco?

Me vuelve loca. Cuando lo hago, percibo los cantes de otra manera, siento otra libertad. Había un montón de ideas que tenía del cante chico y del cante grande, y de la guajira y de no sé qué… y de pronto ves que la guajira como cante nace incluso antes de la soleá y dices: “La próxima vez que me digan algo de esto en la peña, salto”, aunque al final no saltas. Con Marchena, al final, hice la tesina, pero para la tesis acabé cambiando el tema, fue como decir: “Ya me he acercado, ahora tuerzo el camino”. En realidad, fue una forma de conectar en mi cabeza la parte más teórica con la más práctica.

Decía Gabriel García Márquez que los escritores no pueden leer sin diseccionar lo que leen para ver cómo se hace, ¿a los cantaores les pasa igual, que buscan el esqueleto de lo que oyen?

Como en cualquier otra cosa, puedes tener el nivel de lectura consciente que quieras, aunque es verdad que algunas veces he ido a disfrutar de ver actuar a un compi y, de repente, me sorprenden esos pensamientos: mira qué bien ha hecho este giro, se ha ido a lo que hace Pastora en esta grabación. Pero automáticamente me paro la cabeza y me digo: “Disfruta, ya estudiarás mañana si eso”. Es que si no, se pierde el sentido. La cabeza en el cante está muy bien siempre que haya una parte potente de corazón o, mejor dicho, de barriga. 

Me atrajo también el formato íntimo de la propuesta. Lo que se había hecho antes implicaba muchos más instrumentos y aquí la idea era un diálogo en que nos quedáramos más desnudos.

Ahora, para la Bienal, se ha juntado con Fahmi Alqhai, el violista de gamba en el espectáculo Diálogos.  ¿Es algo en la onda de lo que hizo Arcángel con el mismo Fahmi?

A mí me encantó ese trabajo, se llamaba Las idas y las vueltas, fue una joyita. Nuestro proyecto fue un encargo de la Bienal, que habló con Fahmi y pensaron en mí, a mí me parecía una idea magnífica. Fahmi vive enfrente de mi casa y cada vez que nos veíamos por la calle o en el bar de la esquina me decía: “Vecina, a ver cuándo hacemos algo”. Y nos gustaba la idea, pero nunca la desarrollamos. Salió esta oportunidad y le dije, mira, pues esta no se puede escapar. Me atrajo también el formato íntimo de la propuesta. Lo que se había hecho antes implicaba muchos más instrumentos y aquí la idea era un diálogo en que nos quedáramos más desnudos.

¿Cuesta empastar su voz con la viola de gamba?

No. Lo más difícil ha sido elegir un repertorio. No queríamos que fuera él haciendo flamenco ni yo haciendo música antigua. Por eso, hemos invertido mucho tiempo, varios meses. Como vivimos al lado, nos llamábamos de vez en cuando, nos juntábamos en cualquier momento. Todo muy mano a mano, así todo fluye. Con la música antigua ocurre igual que con el flamenco, el academicismo ha llegado a veces a quitarle el sentido. Entonces, en esa búsqueda, intentamos encontrarnos a nosotros mismos por encima de los géneros. Él tiene su mochila, yo la mía, y sacamos lo que nos sirva de ellas, y si sale algo que no era de ninguno y nos vale, también lo cogemos.

¿También está preparando nuevo disco?

Saldrá en marzo o abril, con Universal. La idea surgió a partir de un encargo que nos hizo el Teatro Real hace un par de años. Fue una obra con la gente de Proyecto Lorca: ellos llevan un saxo, todo tipo de percusión, marimba, un montón de elementos que no había probado, y piano. Ahora, ellos tres y yo hemos montado el nuevo disco.

Lo suyo es un no parar… Oiga, las cantaoras cuando se estresan y se saturan, no se relajarán cantando, ¿verdad?

Pues yo diría que sí. Suelo cantar dos o tres días a la semana en escenario y cuando me falta eso, no me aguanto, ni yo ni la gente de mi alrededor. Recuerdo que mi madre me decía: “Anda, ¿no te quieres ir a la peña un ratito a darte un paseíllo?”. Conseguimos canalizar la emoción y la energía a través de la voz... Además, es que la sensación de un escenario es muy diferente a cantar en casa. Crea adicción. Yo estoy en mi casa y soy un loro, me paso el día cantiñeando, pero no se puede comparar con subir al escenario, con el público ahí y esa sensación en la barriga de nervio, de nervio bonito. 

Se supo quién iba a ser Rocío Márquez (Huelva, 1985) cuando se subió a las tablas del Festival de Las Minas en 2008 y ganó la Lámpara Minera y cuatro primeros premios. Algo parecido sólo lo había conseguido Miguel Poveda.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Esteban Ordóñez

Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí