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Cuando la élite no compensa

Dolor, frustración, sacrificios. La cara B del deporte no se cuenta en grandes eventos. El documental 'Fregant el cel' ('Rozando el cielo') cuenta la historia de aquellos que no quisieron hacer del deporte su vida

Mariano Galindo 10/08/2016

<p>Imagen del documental 'Fregant el cel'</p>

Imagen del documental 'Fregant el cel'

Tània Ribas

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“A mí me encantaba nadar. De hecho, todavía me encanta. Y también me gustaba entrenar, claro. Era un momento del día que tenía para desconectar de todo y sólo pensar en deslizarme por el agua, estar con los amigos, y trabajar para estar más fuerte y bajar marcas. Lo que no me apetecía  era ‘sufrir’. No quería sentir esa sensación de angustia momentos antes de salir de los vestuarios para ir a nadar y saber que me tocaban series largas y cansadas. Los entrenamientos son duros y cansan, por supuesto, y tiene que ser así, pero no tienes por qué sufrir si te gustan. El sufrimiento empieza cuando poco a poco te vas dando cuenta que no quieres llegar a esa sensación de sentirte derrotado, con los músculos pesados, con el corazón en la boca y la cabeza más que mareada, una y otra vez cada día, todos los días de la semana. Y más cuando vas viendo que por mucho que entrenes de esta forma, las marcas no bajan y los resultados no son los que quieres. Llega un punto que te preguntas si realmente quieres sufrir tanto cada día por una recompensa que no te llena”.

Tània Ribas tiene 21 años, acaba de terminar Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona y dejó la élite de la natación española a los 19 años.  Destacó desde joven en Cataluña y sumó medallas de todos los colores en Campeonatos de España. Pero llegó un momento, bordeando la veintena, en que la juventud  y los estudios se quisieron poner delante del sacrificio, de ese sacrificio que, ella veía, no le iba a conducir mucho más lejos de lo que le había llevado hasta ese momento. Así que Tània dejó la piscina profesional y se dispuso a contar la cara ‘b’ del deporte, esa que casi nunca se ve y que protagonizan los que no llegan al estrellato, pero porque no quieren brillar.

No, no todo el mundo desea ser deportista de élite aunque se haya trabajado para ello. El camino es demasiado enconado para muchos. A veces no merece la pena sufrir.  Ya es suficiente. Fregant el cel (Rozando el cielo) es la forma que encontró Tània para contar su historia y la de otros pocos deportistas que renunciaron a buscar la cima. Un corto documental estrenado hace pocos meses y que enseña ese lado que no ocupa portadas, en el trastero de la gloria deportiva.

Tània se muestra encantada de hablar sobre su pasado en el agua como deportista de competición. “Oye, pero yo no llegué a la elite totalmente”, advierte. Convendría aclarar qué se entiende por élite. Si élite es obtener metales en Campeonatos de España, Tània llegó arriba. Lo que sucede es que la gloria olímpica es otro nivel y Tània, cuando supo que se iba a exprimir para, seguramente, jamás pisar unos Juegos Olímpicos, se echó a un costado. A ella no le apetecía vivir entre los mejores.

“¿Llegar a ser de la élite sería una recompensa que me llenaría? Eso me preguntaba, y mi respuesta acabó siendo un ‘no’”, apunta Tània. “Era un ‘no’ por mi forma de ser y porque no lo quería, no porque todos los deportistas de élite sufran los entrenos de esta forma. Cuando vas mejorando y creciendo, vas entrenando cada vez más y te gusta cansarte y saber que los resultados que te esperan detrás de cada entrenamiento son buenos y que los puedes conseguir. Pero llega un punto que tu cuerpo y tus músculos dejan de crecer por sí solos, y es aquí donde los entrenos empiezan a ser cada vez más duros, porque tienes que transformar tu cuerpo en una máquina de correr para poder ganar, y el esfuerzo es mucho mayor. Llegar a la élite es una buena forma de recompensar todo este esfuerzo, pero no para mí, simplemente porque sabía que no podría llegar mucho más lejos y creía que no valía la pena sufrir la angustia física y psicológica que comportaba entrenar a un nivel tan alto”.

Sin embargo, que a Tània no le llamaran los cantos de sirena de la élite, que no quisiera morir bajo el agua, no significa que no le gustara competir. “¡Era la mejor parte! Sentía mucho la competición, la vivía tanto física como emocionalmente, porque psicológicamente también es todo un reto: los nervios, la concentración, la motivación, las emociones al ganar una carrera, o al perderla… es todo un universo maravilloso y que no cambiaría por nada en el mundo. Pero llega un punto, después de muchos entrenos y muchas competiciones, en el que realmente te vas dando cuenta que te gusta nadar, pero no competir para llegar a ser el mejor”.

Siempre tuvo clarísimo que había vida más allá del agua. Una vez al año, Tània pasaba un mes en un Centro de Alto Rendimiento. Le gustaba, a la vez que veía cómo la existencia que llevaban los internos, los que estaban 12 meses allí, no era para ella. Llegó a hacer un prueba para ser interna de un CAR, pero nunca preguntó si la había superado o no. No le interesaba, era algo que no deseaba para ella.

“Fui con la idea de no querer entrar y la prueba no la acabé de hacer del todo bien, ya fuera queriendo o sin querer, porque estaba tan perdida y confundida que no sabía ni lo que hacía. A mí me gusta la libertad, estar con los amigos, estudiar, poder hacer y pensar en otras cosas. Estando en un centro de alto rendimiento sólo tienes tiempo para pensar en entrenar y entrenar. Todos los amigos giran alrededor de la natación, todas las conversaciones también, en el comedor, en la clase, en los dormitorios… todo es natación al 100%. Aunque me gustaba mucho nadar, no quería estar sólo en este mundo, y menos sabiendo que los entrenamientos eran tan duros y que los resultados no siempre eran buenos. Porque de todos los deportistas que pasan en el CAR, no todos llegan a la cima. Puede que la experiencia lo valga, pero mi balanza de todos los motivos para aceptar ir o no ir se inclinaba más hacia el ‘no’.”

Muchos ‘no’ de Tània a la élite eran lo suficientemente esclarecedores. Tarde o temprano acabaría apartándose de todo ese mundo de exigencias. “Cuando digo que no me gustaba competir, ese competir al que me refiero lo entiendo en el sentido de luchar cada día por obtener un sitio exclusivo en un pódium que el siguiente año lo tendrá otro; significa luchar por arrebatar el sitio a otro que también está luchando igual que tú. Es una competitividad que trata a los deportistas como máquinas de correr para obtener resultados”.

A lo largo de todas sus respuestas, aparecen retazos de un deseo que busca en toda la entrevista: que quede patente que no vivió exactamente lo que otros deportistas de élite experimentaron. Por eso siempre dice que para ella no se puede hablar de una exigencia muy, muy dura, porque cuando vio que esta realidad la podía apartar de otras cosas de la vida, se olvidó de la natación profesional. Sin embargo, otros y otras sí pasaron por ese sufrimiento, ese día a día en la piscina o en las pistas de atletismo, esa vida focalizada en llegar.

“En el caso de los deportistas de élite que sufren exigencias durísimas, creo que sí, es muy injusto. Cuando te piden que hagas más de lo que tu cuerpo puede soportar, o que te tengas que esforzar tanto que con los años tengas secuelas físicas, o que el deporte pueda perjudicar tu estado de salud. Pienso que todo esto es sobrepasar los límites de lo que tendría que ser el deporte. Cada deportista es un mundo, y dentro de su cabeza pasan muchas cosas, no vale tratarle como una máquina para conseguir un objetivo que ni él mismo sabe si quiere conseguir. Al que se encuentra en esta situación dentro del mundo de la élite le da la sensación  de que no puede escapar, porque sería como “abandonar” o “rendirse”,  un “cobarde” por no aguantar el alto nivel, cuando en realidad no se trata de rendirse o ser un cobarde, sino de tener el consentimiento de tu cuerpo y tu mente para luchar con estas exigencias de cara llegar a ser el mejor”.

Tània, quien sigue nadando y disfrutando con ello pero simplemente por diversión. No estuvo en unos Juegos Olímpicos jamás, aunque no parece que hayan quedado secuelas. Cuando no deseas algo, no te puede importar no tenerlo.

Sí estuvo en el mayor evento del deporte mundial Claudia Dasca, 25ª en Londres 2012 y retirada dos años después. Ella, presente en el documental Fregant el cel, entendió que el camino para unos Juegos eran tan duro que, una vez experimentado y recorrido, no valía la pena hacerlo de nuevo.

“La preparación para unos Juegos Olímpicos dura cuatro años  en los que el deportista tiene que hacer sacrificios importantes cuya recompensa es incierta. En el caso de Claudia Dasca,  que ya había estado en unos Juegos (ya había recibido ese premio) nos encontramos ante alguien que da mucha  importancia a los estudios universitarios. Por tanto, existe una interferencia entre algo que para ella es clave, como son los estudios, y la natación”, explica David Peris, psicólogo deportivo y vicepresidente de la Federación Española de Psicología del Deporte. “¿Hasta qué punto estaba dispuesta a renunciar a una de esas partes? ¿Qué beneficios percibía ella que le suponían la natación y los estudios? ¿Cómo gestionaba las derrotas, los éxitos y la consecución o no de los objetivos? ¿Hasta qué punto compaginaba ambas actividades? ¿Le suponía una gratificación suficiente la natación, o quizás se convertía en demasiadas ocasiones en una carga?”. Con más de tres lustros de profesión a sus espaldas, Peris conoce qué pasa por las cabezas de los jóvenes deportistas que buscan codearse con los mejores de planeta olímpico. Y lanza una advertencia: es necesario que el joven, además de entrenar, aprenda.

“La tradicional tendencia, cuando se trabaja con jóvenes, es imitar lo que se hace con los adultos y buscar sólo el resultado deportivo, dejando de lado el proceso de aprendizaje. Si logramos que los deportistas jóvenes se centren en lo que realmente dependa de ellos, disfruten de su actividad deportiva, se planteen adecuadamente los objetivos y adquieran estrategias para manejar adecuadamente estados psicológicos adversos, haremos deportistas fuertes mentalmente capaces de, por ejemplo, compaginar adecuadamente los estudios y el deporte y luchar por alcanzar retos ilusionantes para ellos”.

Porque no todos llegan. Realmente, casi ninguno lo consigue, ya sea porque no da más de sí o porque simplemente no era lo que ansiaba. Se trate de lo que se trate, los deportistas jóvenes deben acumular otro tipo de conocimientos que les puedan servir para la vida civil, la de verdad, la que se vive fuera de las pistas, de las piscinas y de los CAR. Una vida que a todos, tarde o temprano, élite o no élite, les acabará llegando. “No es  abandonar, es simplemente cambiar de rumbo en la vida”, concluye Tània. “Todo deportista sabe que llegará un día que tendrá que dejarlo, el deporte no es para toda la vida”.

“A mí me encantaba nadar. De hecho, todavía me encanta. Y también me gustaba entrenar, claro. Era un momento del día que tenía para desconectar de todo y sólo pensar en deslizarme por el agua, estar con los amigos, y trabajar para estar más fuerte y bajar marcas. Lo que no me apetecía  era ‘sufrir’. No quería...

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Autor >

Mariano Galindo

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1 comentario(s)

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  1. Erika

    Donde podemos ver el documental?

    Hace 7 años 7 meses

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