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BARRIOS

Oporto, gentrificación de temporada alta

Las nuevas leyes de urbanismo no han renovado la ciudad ni sus fachadas desconchadas, pero sí han abarrotado su casco histórico de comercios para los turistas

Raquel C. Pico 22/06/2016

<p>Las casas desconchadas conviven con el turismo <em>cool</em> en Oporto.</p>

Las casas desconchadas conviven con el turismo cool en Oporto.

Bengt Nyman

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Es más que probable que no quede ni un solo joven moderno en el sur de Galicia (y posiblemente en Galicia entera) que aún no haya pisado Oporto. La ciudad se ha convertido en una especie de punto de peregrinación al que no se puede faltar y varias son las razones que explican este creciente interés por la segunda ciudad por importancia de Portugal. Por un lado, está ahí al lado. Por otro, es una ciudad barata. Y, finalmente, tiene lo que cualquier moderno puede desear.

No es nada complicado dejarse enamorar por Oporto. Hay restaurantes que sirven hamburguesas gourmet y otros que traen la cuenta en medio de libros de Almeida Garrett. Hay mercados de diseño y tiendas vintage que conviven con bares de toda la vida. Y hay un montón de calles pintorescas recién restauradas en el centro de la ciudad en las que reservar apartamentos de aires modernos en sites como Airbnb. En definitiva, es como tener un barrio cool de Londres o Berlín a solo un par de horas de coche. Y lo cierto es que no solo los modernos del sur de Galicia han empezado a peregrinar a Oporto.

La ciudad ha sido uno de los destinos turísticos destacados en TripAdvisor y uno de los que empieza a aparecer una y otra vez en los suplementos turísticos de los grandes periódicos como (paradójicamente) el lugar secreto al que hay que ir. No hace más de un par de meses The New York Times la confirmó como el Portland de Portugal. Y sí, mientras se toma un café y se comen unos scones o cualquier otro pastel con aire a descubrimiento hipster en alguna de las cafeterías que llenan la ciudad antigua en los edificios recién restaurados, es muy fácil quedarse solo con todo esto y centrarse solo en los elementos que bien darían para un artículo en cualquier revista de tendencias o de viajes. Pero ¿qué ha ocurrido con la ciudad de verdad? ¿Qué ha pasado con ella mientras se multiplicaban las tiendas modernas, los salones de té, las terracitas y los apartamentos turísticos con encanto?

Uno no suele hacerse la pregunta cuando viaja para simplemente disfrutar de todas esas cosas. Cuando se hace la peregrinación a la ciudad más cool de Portugal (una de ellas) solo para eso, las cosas cambian. Mientras se recorren las calles llenas de turistas y se ven los edificios en obras y los avisos de proyectos de restauración, es mucho más fácil ver que por debajo de lo atractivo hay alguna otra historia más.

Hablar de gentrificación cuando se habla de los cambios que ha sufrido el centro de Oporto, la ciudad antigua, no es lo más correcto. Los edificios ruinosos no han dejado paso a viviendas modernas, ni destinadas a no menos modernos habitantes con un diferente estilo de vida y con un mayor poder adquisitivo que sus habitantes originales. ¿Han invadido los hipsters el centro de Oporto? ¿Lo han hecho los profesionales de altos ingresos? Todas las fuentes consultadas dejan claro que eso no es lo que ha ocurrido y la observación a pie de calle parece darles la razón. En el caso de Oporto la cuestión no es la gentrificación sino lo que en portugués llaman turistificação, un término que una rápida búsqueda en Google demuestra que se está utilizando cada vez más cuando los medios hacen análisis de lo que ocurre en Oporto y, sobre todo, en Lisboa.

En el caso de Oporto la cuestión no es la gentrificación, sino la turistificación

El término tiene un equivalente en castellano, turistificación, aunque se emplea mucho menos y es mucho menos usado en los mass media. "Es una palabra inventada para algo que creo que es nuevo", explica José Alberto Rio Fernandes, experto en Geografía Humana y profesor en la Universidad de Oporto, cuando se le pregunta qué es exactamente la turistificación, añadiendo que se aplica "cuando un territorio, una ciudad, por ejemplo, o una parte de la ciudad se especializa en vivir del turismo".  El fenómeno no está ocurriendo solo en Oporto (o en Lisboa) y se pueden encontrar ejemplos en otros lugares del mundo, aunque en este caso el efecto se ha acelerado en los últimos años y se ha, por así decirlo, vuelto cada vez más evidente.

Oporto está invadida por los turistas y, teniendo en cuenta el interés que cada vez le prestan más y más los medios de comunicación, las cifras de visitantes tienen todo el potencial para aumentar y aumentar. Antes de entrar en una de las tiendas de ultramarinos con aires de ser de toda la vida (y que lo son), hay que esperar a que desfilen ante la puerta una marabunta de excursionistas. El guía, con una banderita, va delante, abriendo paso y comenta, señalando las cosas, en francés un par de productos que se pueden ver en el escaparate. Los turistas paran, hacen un par de fotos y siguen camino. Dentro, las dependientas aceptan responder a unas preguntas sobre cómo ha cambiado la vieja ciudad en los últimos años, aunque reconocen que no viven allí. Sí, aseguran, los alquileres han subido bastante. Y sí, reconocen, el número de turistas ha crecido igualmente. “Son muchos turistas”, explica una de las dependientas, y no, no muchos de ellos gastan mucho dinero durante sus visitas.

Y ante este creciente interés de los turistas, las cosas en la ciudad cambian. En los últimos años, los precios de los inmuebles de la Baixa, el centro histórico que es patrimonio de la Humanidad, se han revalorizado enormemente. Según datos de una estadística de Porto Vivo (la sociedad de rehabilitación urbana) y de Confidencial Imobiliário, en 2015 los precios subieron un 17,1%, siendo el cuarto año consecutivo en el que los precios suben en la zona por encima del 10%. Y, además de subir los precios en la zona, también aumentaron los proyectos de restauración.  

Qué ocurrió con los habitantes de la ciudad

Hace ahora justo un año, en una de esas excursiones de peregrinaje para disfrutar de los mercados cool y las cafeterías a la última, el dueño de uno de esos hostels modernos explicaba unas cuantas cosas cuando se le comentaba con cierta sorpresa que tuviesen un jardín trasero y propio sino también los aires de casa victoriana del alojamiento. El propietario explicaba que todas las casas de la zona tenían jardín y todas eran así, con sus techos altos, sus escaleras centrales y sus aires victorianos, por la influencia tradicional que los ingleses han tenido en la zona. Luego comentaba que la mayoría de esas casas estaban en una situación muy difícil y que hasta hacía poco nadie las quería. Vivir en ellas resultaba difícil. Sus techos altos y sus distribuciones interiores decimonónicas las hacían poco agradables para el habitante moderno y su estado hacía que uno necesitase bastante dinero para restaurarlas.

Era imposible evitar que las palabras del dueño del hostel resonasen paseando por la rúa da Almada, una calle escogida al azar para comprobar qué estaba ocurriendo con aquellas calles que aún no han sido ya actualizadas por completo con la brocha de lo turístico. La calle aún cuenta con unos cuantos edificios ruinosos, pero mientras se pasea por ella desde el punto más alejado del centro turístico al más cercano lo que más se pueden ver son carteles de obras en curso o de obras inmediatas. Los nombres de las inmobiliarias detrás de los proyectos se repiten una y otra vez y lo sorprendente parece casi encontrar un edificio que no haya caído ante la restauración o que vaya a hacerlo.

Unas cuantas de esas inmobiliarias están en la Rúa das Flores, una calle hipercéntrica que es uno de los grandes ejemplos de cómo ha cambiado la ciudad en los últimos años. Hace unos años, uno podía ir a aquella calle porque en los blogs especializados recomendaban una mercearía (una tienda de comestibles tradicional) muy cool. Hoy la tienda es una más entre la gran oferta de la calle, que se ha convertido en peatonal, se ha llenado de terrazas y tiene unas cuantas muestras de street art. En los extremos, los turistas se afanan en captar las perspectivas con sus cámaras réflex o con sus tablets.

En la primera de las inmobiliarias no pueden explicar nada ni responder nada porque están a punto de empezar una reunión. En la segunda inmobiliaria, aunque hay unas cuantas personas esperando en la entrada y aunque bulle la actividad, son más que abiertos a hablar con la prensa. “Nuno, responde tú que tienes facilidad con los idiomas”, le dice la agente que abrió la puerta a uno de sus compañeros, y Nuno, aunque estaba poniéndose la chaqueta para entrar él también a una reunión, responde a unas cuantas preguntas.

Nuno Cabral, de la inmobiliaria 100 Domus, es el primero que pone en la pista sobre los turistas y echa tierra sobre la idea de que la zona se esté gentrificando de un modo tradicional. Quienes están comprando estos edificios restaurados, que ahora se están convirtiendo en apartamentos, son portugueses (“no tengo cifras concretas, pero diría que el 95% de mis clientes”), de más de 30 años y con ingresos que buscan hacer una inversión. Nadie compra realmente para vivir, sino más bien para convertir esos apartamentos en espacios turísticos. Con una ocupación que puede rondar el 90% en las épocas punta, tiene su lógica. Y, además, los turistas y las tasas de ocupación van al alza.

Cuando se le pregunta por los habitantes de la zona, quienes vivían allí antes de que llegasen las hordas de turistas, Cabral apunta que en realidad nadie vivía ya en la zona antigua. La dependienta de la tienda de ultramarinos había dicho algo similar: los habitantes del centro habían huido por la falta de servicios (“son edificios sin ascensor ni garaje”, había explicado). En la inmobiliaria apuntan que muchos de esos edificios que ahora están en obras estaban cerrados y en proceso de abandono, muchos de ellos atrapados en herencias en las que los muchos herederos solo querían vender para repartir la herencia (lo que es, por otra parte, un problema bastante común en las ciudades históricas). Y, sí, reconoce, hay algunos edificios que son de renta antigua y cuyos habitantes permanecen allí, pero lo más habitual es que las viviendas que ahora son cada vez más ubicuos apartamentos para turistas fuesen antes viviendas unifamiliares que llevaban mucho tiempo cerradas.

"Sí, es cierto", asegura Rio Fernandes cuando se le cuenta lo que cuentan en la inmobiliaria, "aunque en algunos casos se puedan haber producido presiones para convencer a las personas para que saliesen, no ha ocurrido en muchos casos".

Entonces, si nadie se fue de sus casas y si nadie habitaba allí, ¿ha encontrado Oporto la varita mágica para solucionar los problemas de los centros históricos sin hacer daño a nadie? 

La ciudad cambia

"Es cierto que una parte significativa de la ocupación por parte del alojamiento turístico de los edificios de uso residencial no implicó el desalojo directo de los habitantes, porque los edificios ya estaban vacantes y en avanzado estado de mala conservación. Estaban vacíos. No vivía nadie allí. Es un hecho. Sin embargo, el desalojo al que estamos asistiendo es indirecto y más grave todavía", explica por correo electrónico Luís Mendes, profesor de la Universidad de Lisboa y experto en geografía urbana. La ciudad, explica, está cambiando a largo plazo y hace que los habitantes de "bajos rendimientos" tengan mucho más complicado quedarse en la zona. En definitiva: puede que pocas personas viviesen allí, cierto, pero eso no quita que el cambio no esté modificando el paisaje. El comercio tradicional es el que está pagando el pato y es el que está desapareciendo y, con él, está muriendo un ecosistema urbano.

Los turistas lo están invadiendo todo y por eso cada vez es más fácil encontrar tiendas de recuerditos (cool, pero souvenirs al fin y al cabo), más cafeterías y más negocios pensados para ellos. Lello e Irmão, una de las que siempre aparece en las listas de las librerías más bonitas del mundo por su arquitectura modernista, ha pasado en los últimos años de prohibir hacer fotos, a limitar el aforo (mientras los libreros urgían a los visitantes a que circulasen) a directamente cobrar entrada. Ahora, para entrar en la librería hay que pagar tres euros, descontables en el precio de un libro, y hacer cola primero en la taquilla y luego en la puerta de la librería. La pasada Semana Santa la cola se extendía por toda la calle en la que está la librería. Y esto es solo un ejemplo de cómo cambia la ciudad.

"Los viejos restaurantes se han adaptado a los nuevos clientes, otros cierran comprados por quienes venden algo 'neotradicional' supuestamente típico pero caro", explica Rio Fernandes. "Con el comercio pasó un poco lo mismo", añade, recordando poco después un caso concreto, "que puede servir como símbolo de la turistificación: una mercería que tenía fruta en cestos y bacalao seco colgado en el exterior, la Casa Oriental, al lado de la Torre dos Clérigos, ha sido comprada y ahora es algo totalmente limpio y ordenado y tiene colgados bacalaos de plástico".  “Es muy ridículo”, sentencia.

Esta huida del comercio tradicional y este cambio en lo que se vende y en cómo se vende no solo cambia el paisaje, sino que además modifica por completo cómo se puede acceder a la zona. Luís Mendes recuerda que ese desalojamiento indirecto del que hablaba cuando se saca al comercio tradicional de la calle se produce también cuando los altos alquileres y los altos precios hacen que sea imposible que nuevos habitantes y comerciantes entren en el barrio. "En este momento, no existen casas en el mercado del alquiler residencial en los centros de Oporto y de Lisboa, ya que todos los apartamentos han sido tomados al asalto para los alquileres de corta duración, los hostels o el alojamiento, destinados al turismo de city break", apunta.

Cómo se llegó hasta aquí

Comprender cómo las ciudades se entregan en brazos de la gentrificación puede resultar en cierto modo sencillo, ya que al fin y al cabo todas siguen más o menos el mismo camino. Pero ¿qué es lo que hace que una ciudad se convierta en el paraíso de los turistas? ¿Ha sido la crisis la que ha empujado a la ciudad en brazos de sus visitantes? En un artículo en 2014 la revista Metrópole Luís Mendes explicaba cómo las leyes de rehabilitación en Portugal han ido cambiando en los últimos tiempos y el impacto que esto ha tenido. Las leyes de décadas anteriores se centraban más bien en el habitante. La de ahora se centra más en generar beneficios.  La legislación ha hecho, confirma dos años después a través del correo electrónico, que los centros históricos se vacíen y queden en manos privadas. Se ha cambiado el centro de interés.

"Este cambio empezó con un giro neoliberal en las políticas urbanas desde 2004, con la aprobación de una serie de paquetes de leyes que fueron defendiendo una visión más promercado en lo que respecta a la habitabilidad, favoreciendo la iniciativa privada, la colaboración público-privada y la competitividad en el sector", explica. "Este giro neoliberal culminó con la aprobación de la Nova Lei do Arrendamento Urbano en 2012 y que facilitó mucho los desalojos y agravó la segregación residencial", indica.

La avalancha de turistas ocurrió de forma paralela a una nueva ley que falicitó los desalojos y agravó la segregación residencial

De hecho, al hilo de estos cambios legislativos, se creó la Sociedade de Reabilitação Urbana da Baixa do Porto, Porto Vivo, el organismo que ha potenciado los procesos de rehabilitación (y que es una figura a la que puede resultar difícil poner un equivalente con un organismo igual en España para verlo de forma clara con un ejemplo). "Las sociedades de rehabilitación urbana tenían como principal función captar inversiones y movilizar a todos los participantes (inquilinos, municipios, propietarios, inversores) para crear un verdadero mercado nacional de la rehabilitación", explica Mendes, recordando que estas sociedades, creadas porque a los municipios se les había dado la llave para hacerlo, tenían "poderes de autoridad y de política administrativa (como los de expropiación y licencias)".

La avalancha de turistas ocurrió de forma paralela. José Alberto Rio Fernandes cifra en tres puntos las claves para el éxito turístico de Oporto. Por un lado, cada vez hay más turismo urbano. Por otro, están los vuelos baratos (y se podría añadir que el aeropuerto de la ciudad ha crecido muchísimo en los últimos años). Y finalmente está el tirón de que sea ciudad Patrimonio de la Humanidad. Si a eso se suma que la crisis ha hecho que el turismo se convirtiese en una "forma casi única de crear riqueza en la ciudad", se puede tener la foto final. Mendes recuerda que se han gastado “millones de euros” en campañas publicitarias que potencian la imagen de Oporto y del norte de Portugal "como lugar cosmopolita, rico en patrimonio y dinamismo, sobre todo para los jóvenes y creativos de aspiraciones bohemias".

¿La nueva Venecia?

Escuchando a los expertos y observando a los turistas que se empeñan en capturarlo todo con su iPad, cabe preguntarse si todos estos cambios no acabarán matando a la ciudad en sí. ¿Hará esta gentrificación disfrazada de turistificación que la ciudad pierda su alma? Las ciudades italianas, que han sufrido sus procesos de turistificación desde que los años del Gran Tour y desde que a los poetas románticos ingleses les daba por irse a morir allí, se han convertido ya muchas veces en una suerte de espacio irreal, de escenario. Mientras se espera para cruzar algún puente en Venecia, se puede sentir que se está en un lugar en el que parece que no vive nadie, que solo hay turistas.

"Todo podría haber resultado diferente si la ciudad estuviese orientada a recibir turistas pero sin ser de los turistas", apunta Rio Fernandes cuando se le pregunta si todo se podría haber hecho de otra manera. ¿Se puede dar marcha atrás? "Resulta difícil responder y hacer futurología", apunta Luís Mendes, aunque señala que se está cayendo en el riesgo de depender demasiado del turismo y sobre todo de perder por completo lo que caracteriza a la ciudad. "La pérdida de características de los barrios históricos y su disneyficación destruyen precisamente su autenticidad, su memoria y la identidad de sus comunidades, condiciones que son las que constituyen el atractivo turístico", señala.

Es más que probable que no quede ni un solo joven moderno en el sur de Galicia (y posiblemente en Galicia entera) que aún no haya pisado Oporto. La ciudad se ha convertido en una especie de punto de peregrinación al que no se puede faltar y varias son las razones que explican este creciente interés por...

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Autor >

Raquel C. Pico

Periodista, especializada en tecnología por casualidad, y en literatura por pasión.

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2 comentario(s)

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  1. Francisco Jose

    Al igual que sucede en otras ciudades con afluencia turística, el flujo de visitantes se concentra en un 10% del espacio de la ciudad. Oporto sigue teniendo muchos lugares donde no se ve a nadie de fuera. Los alojamientos en el centro histórico son ideales para viajeros que no llegan en coche pero muy poco convenientes para los locales.

    Hace 6 años

  2. Carlos

    Sucribo todo lo dicho en el artículo. No soy joven ni moderno pero vivo a dos horas de Oporto y lo visito con frecuencia. Fui por primera vez a mediados de los 80 y puedo atestiguar que era una ciudad distinta, menos maquillada, con mucha menos afluencia turística, más decrépita, con otro encanto. La recuperación de locales de hostelería o comercios ha revitalizado algunas zonas de la ciudad y la ha dotado de lugares atractivos. La factura ha sido, además del encarecimiento para los residentes, cierta despersonalización ( uno no distingue bien en algunos locales si está en Lisboa, en Oporto, en Barcelona oen Madrid) y una multiplicación turística que la convierte por momentos en la peor Venecia. Creo, sin embargo, que sigue mereciendo una visita.

    Hace 7 años 8 meses

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