31.000 votos libran a la UE de la extrema derecha austriaca
El voto por correo resuelve el empate técnico de las elecciones presidenciales a favor del verde Van der Bellen, que se impone al ultraderechista Norbert Hofer
Gorka Castillo Enviado Especial, Cracovia / Viena , 23/05/2016
Una de las imágenes de propaganda contra la llegada de refugiados que puede verse en la página web de la formación ultraderechista.
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Lo que parecía que iba ser la gran fiesta electoral de la ultraderecha austriaca terminó en amarga derrota. Apenas un puñado de votos llegados por correo decidieron 24 horas después de cerrarse los colegios electorales en Austria que el nuevo presidente del país será el candidato ecologista, Alexander Van der Bellen. Los reñidísimos comicios del domingo se dilucidaron a la vieja usanza, con el recuento manual de 900.000 papeletas que como todos vaticinaban sepultó las esperanzas del aspirante del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), Norbert Hofer. A falta de unos cuantos flecos testimoniales, Van der Bellen logró el 50,3% de los sufragios frente al 49,7% del líder xenófobo, eurófobo y homófobo que más cerca ha estado de llegar al poder desde el fin de la II Guerra Mundial.
Precisamente fue Hofer el primero en salir a la palestra para anunciar deportivamente el resultado y decir a sus seguidores que cambien el champán que tenían enfriando por el zumo amargo del fracaso. Y lo hizo a través de un medio inusual como es Facebook para este ingeniero de aviones de 45 años, siempre vestido con un traje impoluto y el bastón con empuñadura plateada que utiliza para equilibrar su cojera. “Por supuesto que hoy estoy triste. Me habría encantado haber podido velar por nuestro maravilloso país como presidente federal”, escribió en su cuenta pública. No es de extrañar después de haberse quedado a nueve décimas escasas de un triunfo que tuvo al alcance de la mano hasta el último momento mientras miles de ciudadanos en Europa contenían la respiración.
Jafer Ali era uno de ellos. La noche del domingo tuvo que escuchar lo que menos le apetecía oír: que Norbert Hofer podía convertirse en el nuevo presidente de Austria. Jafer, sirio de 30 años, lleva viviendo en Graz desde que hace cuatro meses el gobierno de coalición decidió acoger a un último grupo de refugiados como gesto póstumo a su política de asilo. A partir de entonces, el nombre del ultraderechista Hofer y el de su formación, el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), ha ido agigantándose en su cabeza. Tanto que ya no lo pronuncia en voz alta. Prefiere hablar de “los nazis”.
En realidad, la inmensa mayoría de los más de 90.000 refugiados que hoy viven en suelo austriaco temblaban con sólo pensar en las consecuencias que hubiera tenido para sus vidas un triunfo del FPÖ. Temen a Hofer y a sus reiteradas apelaciones a que “los austriacos son los primeros”. Desprecian ese socialpatriotismo trufado de todo tipo de fobias que destilan sus seguidores, islamofobia, homofobia y eurofobia, que el líder recitaba como un mantra durante la campaña. Para el 49,7% de los austriacos Hofer sigue siendo el rey pero para miles de refugiados esos mensajes han tenido el efecto devastador de los morteros. “La del domingo fue una noche complicada”, relata Jafer con tristeza.
La victoria in extremis del pausado y veterano profesor de Economía Alexander Van der Bellen, el icono de Los Verdes austriacos, ha sido reparadora. Aunque su corta diferencia respecto a Hofer, unos miles de votos de un censo total de casi 5 millones de personas, ha dejado un poso de preocupación en el país. “Es como dilucidar el ganador del Tour de Francia en el último sprint. Nunca había sucedido algo similar en Austria”, comenta un ciudadano en la estación central ferroviaria de Hauptbahnhof, en Viena. El voto por correo, no necesariamente de los austriacos que residen en el exterior del país, siempre había sido funesto para los intereses de la ultraderecha. Y esta vez, la más importante por el ajustado resultado, tampoco falló.
Van der Bellen, que en los últimos días de campaña decidió extremar su mensaje europeísta e integrador para apremiar a los indecisos sobre el peligro de un triunfo de Hofer, era la última esperanza de parar los pies a una ultraderecha que pese al varapalo sigue creciendo en Europa en proporción geométrica a la desintegración del modelo del Bienestar.
En Austria, ha pasado en una década de obtener el 11% de los votos a empezar a controlar la vida política de muchos austriacos. Y gran parte de su alimento electoral procede de la afición mediática a vestir con atributos aparentemente despectivos a los partidos emergentes que se han entrometido en la pelea de las fuerzas tradicionales. En una entrevista realizada por la cadena austriaca de televisión ORF, Hofer reconocía sentirse a gusto con la descripción de “populista de derechas” que los grandes medios europeos hacen de su partido, el FPÖ. “Es un honor”, respondió quien ha estado a punto de convertirse en presidente del país. Según escribió recientemente el profesor de Sociología en la Universidad de Düsseldorf y uno de los mayores expertos del renacimiento de los extremismos en Centroeuropa, Oliver Marchart, detrás de esta aceptación orgullosa del término por parte de Hofer se encuentra “la identificación que hacen del partido con el pueblo, que trata de diluir o infravalorar la naturaleza radical del FPÖ”.
Jafer Ali comprende muy bien el significado de esas palabras. En sus círculos de amistades tienen claro que un triunfo del FPÖ hubiera supuesto el comienzo de una etapa “llena de provocaciones a los refugiados que estamos en Austria”. La táctica para la que empezaban a prepararse era “soportar una serie de decisiones contra nosotros cuyo único objetivo era lanzarnos a las calles y, con el argumento de los disturbios, expulsarnos o recluirnos en centros privativos de libertad”, explica.
Desde la dirección del FPÖ insisten en que la presencia de más de 90.000 sirios e iraquíes en Austria ha provocado un descenso de la calidad de vida de los “verdaderos austriacos”. No adelantan nada más. La mayoría de los austriacos al menos ha respirado tras conocer la victoria de Van der Bellen. Saben que el viejo profesor no ejercerá el cargo de presidente con la celeridad que prometió hacerlo Norbert Hofer si ganaba las elecciones. Su aviso era claro: no dudaría un instante en disolver el Parlamento.
En medio de un clima de polarización política y de inestabilidad económica como la que vive Austria, el ultraderechista FPÖ creyó que había llegado su momento. Apoyado por las clases populares que una vez fueron de izquierda, por la rica aristocracia que viaja a bordo de Porches último modelo pero también por un puñado importante de migrantes turcos de segunda generación que hacen votos casi diarios para ser reconocidos como buenos austriacos, la ultraderecha sigue convencida de que pese a la derrota in extremis de Hofer existe un hábitat idílico para expandirse como una plaga. Se apoderan de la gente con mensajes asequibles y primarios que replican a velocidad vertiginosa entre la ciudadanía. De esta forma, el FPÖ ha pasado de lograr el 20,5% en las generales de 2013 a casi el 31% que todas las encuestas le otorgan en estos momentos para los comicios de otoño de 2017. Están seguros de que su derrota por la mínima ha sido un tropezón y que en 2017 llegarán al poder. Tras escuchar las perspectivas nada halagüeñas que auguran para la economía austriaca en los próximos meses, Jafer Ali apoya la cabeza entre las manos y concluye la conversación con gesto preocupado. Dice que ya no quiere seguir hablando de Norbert Hofer. Toma una bocanada de aire y mira hacia otro lado.
Lo que parecía que iba ser la gran fiesta electoral de la ultraderecha austriaca terminó en amarga derrota. Apenas un puñado de votos llegados por correo decidieron 24 horas después de cerrarse los colegios electorales en Austria que el nuevo presidente del país será el candidato ecologista, Alexander Van der...
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Gorka Castillo
Es reportero todoterreno.
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