#Cambiamos, ¿y ahora qué?
El cansancio de lo mismo y la necesidad de respirar otro aire pudieron más que el miedo al cambio en la victoria de Mauricio Macri
Raquel Garzón 23/11/2015
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"Hoy es un día histórico, un cambio de época. Un cambio que nos tiene que llevar al futuro. Este cambio no puede detenerse en revanchas o ajustes de cuentas (...) tiene que poner la energía en la Argentina que viene", definió el domingo por la noche, visiblemente emocionado y ante un auditorio exultante, Mauricio Macri (56 años), candidato del frente Cambiemos y vencedor del primer balotaje presidencial del país.
El actual jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires se impuso, según el recuento provisorio, por un margen estrecho con el 51,4% de los sufragios contra el 48,6% de Daniel Scioli, el candidato oficialista. Una diferencia de unos 700.000 votos que pone fin a 12 años del kirchnerismo en el Gobierno, pero que le obligará a un diálogo permanente y a una sana búsqueda de consensos, pues su fuerza no tendrá mayoría en ninguna de las cámaras del Parlamento. Primera conclusión: el tiempo que se abre será por decisión ciudadana más equilibrado y menos prepotente que el ciclo de poder protagonizado por Néstor y Cristina Kirchner.
El cansancio de lo mismo y la necesidad de respirar otro aire pudieron más que el miedo al cambio, caballito de batalla sobre el cual se montó la campaña de Scioli, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires. Algunos de cuyos seguidores llegaron a comparar a Macri en declaraciones disparatadas con Hitler.
Los excesos de esa campaña --que el kirchnerismo llamó de "esclarecimiento" y Cambiemos, "sucia"-- fueron objeto de bromas que se viralizaron en Internet y restaron densidad política al debate de ideas.
Causas aún abiertas como la de Hotesur, en la que se investiga a la familia Kirchner, y la que se sigue por la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman son casos testigo cuyo avance podría graficar un cambio de era
Rápido de reflejos y con un equipo de jóvenes colaboradores muy activos en las redes sociales, pasadas las diez de la noche del domingo 22, después de que Scioli reconociera la derrota, Macri tuiteaba: "¡Sí, se puede! #Cambiamos", reflejando en el hashtag el viraje del deseo subjuntivo a la concreción del triunfo. Macri asumirá la presidencia el 10 de diciembre y se presume que esta semana dará a conocer los nombres de sus futuros ministros.
Sólo a nivel económico, lo que tiene por delante el presidente electo bien podría situarse entre los doce trabajos de Hércules. Sincerar una economía con retraso cambiario, 25% de inflación anual, reservas casi nulas, cerca de un 30% de trabajo informal y una pobreza estimada en el 29%, sin desamparar a los más desprotegidos en ese proceso, es una tarea que requerirá temple y saber de cirujano cardiovascular.
Y también, coordinar las tareas de un equipo que deberá ser tan capaz como sensible para no arrojar al niño junto con el agua sucia de la jofaina tras el baño, mientras se avanza hacia adelante y se alienta la independencia de poderes para permitir a la justicia investigar hacia atrás lo hasta ahora cajoneado, cumpliendo con otro reclamo imperioso de la ciudadanía: terminar con la impunidad y la corrupción. Causas aún abiertas como la de Hotesur, en la que se investiga a la familia Kirchner, y la que se sigue por la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman son casos testigo cuyo avance podría graficar un cambio de era.
Pero el domingo, en el búnker de Cambiemos todo era fiesta todavía. "Hicieron posible lo imposible con su voto (...). Yo estoy acá porque ustedes me pusieron acá. Les pido ahora que no me abandonen", dijo Macri invitando a quienes no lo votaron a "que se sumen" al esfuerzo conjunto. Agradeciendo a un espinel infinito de familiares, aliados políticos y colaboradores (incluso a Anita Moschini, la secretaria que, contó, lo cuida desde que tenía cinco años y a quien fue a buscar para abrazar sobre el escenario), Macri aprovechó su primer discurso como presidente electo para reafirmar las tres prioridades de su gobierno: erradicar la pobreza, combatir el narcotráfico y unir a los argentinos, hastiados de la dialéctica amigo-enemigo que fue tan eficaz para el kirchnerismo durante más de una década en su construcción de poder.
Macri aprovechó su primer discurso como presidente electo para reafirmar las tres prioridades de su gobierno: erradicar la pobreza, combatir el narcotráfico y unir a los argentinos
¿Por qué perdió el oficialismo? "Explíquemelo como si yo tuviera cuatro años", pedía a sus interlocutores Joe Miller, el abogado interpretado en la película Filadelfia por Denzel Washington. Otro hombre de Hollywood, Eli Attie, guionista de series como The West Wing, exasesor del presidente Bill Clinton y autor de los discursos del vicepresidente Al Gore, decía hace algunos días: "Una de las reglas de una campaña negativa es que te hiere tanto como a tu oponente. La esperanza, si apelas a una campaña negativa, es que le cause más daño al otro que a ti, y no siempre es así."
Algo así pudo haber pasado y funda la segunda conclusión: cuando el bumerán que lanzó contra Macri regresó cortando cabezas, Scioli no pudo eludirlo. Cambiemos consiguió cuatro millones de votos más que en primera vuelta, una rueda electoral que, recordemos, el oficialismo había ganado, quedando arriba por tres puntos.
Con fama de candidato incombustible y dialoguista, capaz de sortear la imagen negativa que el kirchnerismo más duro despertaba en gran parte de la ciudadanía argentina, Scioli equivocó la estrategia tras la primera vuelta electoral del 25 de octubre, que le arrebató al peronismo la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Se kirchnerizó.
Fogoneado por encuestas que daban cuenta del crecimiento de Macri, Scioli llamó a la militancia a salir a la calle y trocó su amable impasibilidad por una agresividad que lo acercó más al perfil de un kirchnerismo duro de cuyos modos siempre se había distinguido. Afirmó que las ideas de Macri eran un "peligro" para la sociedad, que había pactado "con todos los diablos" y que representaba uno de los vértices de "un triángulo de retroceso al pasado", completado por "los fondos buitre y el FMI."
A pocas horas de la elección, sus exhortaciones al electorado rozaron la desesperación y el patetismo: llegó a pedir el voto en tribunas y programas televisivos garantizando mantener el dólar a 10 pesos para que la gente pudiera irse tranquila de vacaciones en enero, mientras algunos de sus asesores aclaraban en otros canales que para febrero o marzo el dólar ya estaría en "11 o 12", asumiendo lo inevitable de una devaluación que hasta ese momento había puesto sólo en las intenciones macristas.
Scioli equivocó la estrategia tras la primera vuelta electoral del 25 de octubre, que le arrebató al peronismo la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Se kirchnerizó
El temor impactó en muchos, pero no alcanzó para ganar. Macri sacó 900.000 votos más que Scioli en Córdoba, una provincia largamente ignorada por el kirchnerismo, y no pudo conquistar el fervor de los bonaerenses. En la provincia que gobierna desde hace ocho años, Scioli apenas superó a su contrincante por 200.000 votos, quizá el costado más doloroso de la derrota para el gobernador. Las imágenes de cientos de militantes del Frente para la Victoria, algunos de ellos envueltos en lágrimas y banderas, abrazados en Plaza de Mayo dieron la vuelta al mundo. A todos ellos, tanto Macri, como la vicepresidenta electa, Gabriela Michetti, les prometieron "un gobierno para todos".
Aunque sin mayorías para ningún color político, el resultado electoral del domingo 22 de noviembre define un mapa de fuerzas inédito hasta ahora que alinea bajo el mismo frente --Cambiemos-- a la nación, la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Un cuadro que será contrapesado por catorce gobernaciones en manos del peronismo (algunos de ellos no kirchneristas). Otra vez: la búsqueda de consensos es una clave de lectura del tiempo por venir.
Aunque le sepa hoy a acíbar, esta derrota puede transformarse también en la imprescindible renovación del movimiento fundado por Juan Perón ("Ese recuerdo que da votos", según la aguda definición de Julio Bárbaro, militante de la primera hora, enfrentado hoy al kirchnerismo), que debe sintonizar con el estilo de liderazgo del nuevo siglo. Esta es otra de las conclusiones de esta hora.
Haber perdido obligará al partido a una profunda introspección y a una purga imprescindible. Para volver a ganar el favor de la mayoría, el PJ necesita más de dirigentes al estilo de Juan Manuel Urtubey, joven gobernador de Salta, que de figuras como Juan Manzur, ex ministro de Salud de Cristina Kirchner, hoy gobernador de Tucumán, elegido en agosto en medio de un escándalo que incluyó quema de urnas, denuncias de fraude electoral y manifestaciones multitudinarias exigiendo justicia.
"Es hoy, es aquí, es ahora", arengaba Mauricio Macri a los argentinos el jueves pasado en su discurso de cierre de campaña presidencial en Humahuaca, Jujuy, al norte del país y a 1.620 kilómetros de Buenos Aires. Esa localidad, que simboliza en su lejanía de la capital el abandono en el que se encuentra el norte argentino, es conocida por todos los chicos del país gracias a una canción que se aprende en las escuelas: allí vive una vaca estudiosa, abuela ya pero empeñada en ir a la escuela, que imaginó María Elena Walsh preguntando en medio de las burlas de sus compañeros: "¿Por qué no puedo estudiar yo?".
Elegir ese lugar --la fuerza escénica de los cerros de colores, a cielo abierto y no alguno de los grandes centros urbanos de la Argentina-- perfiló una propuesta federal y ojalá sea un augurio del país que viene, porque los argentinos nos animemos a exigirlo: una tierra que volverá a crear trabajo en cada rincón y protegerá los derechos bien logrados de su ciudadanía en los cuatro puntos cardinales de su territorio, respetando una democrática alternancia entre fuerzas diversas. Suena deseable, normal y es lo que han hecho otros países de la región como Uruguay y Chile. ¿Por qué no nosotros?
"Hoy es un día histórico, un cambio de época. Un cambio que nos tiene que llevar al futuro. Este cambio no puede detenerse en revanchas o ajustes de cuentas (...) tiene que poner la energía en la Argentina que viene", definió el domingo por la noche, visiblemente emocionado y ante un auditorio...
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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