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Querido Robert, el otro día vi tu rostro sin lifting en una película titulada La verdad.
Fue un alivio ver que tus arrugas siguen ahí, sólidas, profundas, impertérritas. En la prensa rosa hace unos años corrían rumores de que te operaste. Quizás fue un desliz, un momento de debilidad-botox . Yo juraría que lo que vi en la pantalla fue a un señor lo suficientemente arrugado como para tener tu edad, 79 años. Un alivio después de haber padecido durante demasiado tiempo a Berlusconi y sus implantes de pelo en los telediarios. Admito que en algunas escenas se pasaron con el maquillaje pero yo que tuve la suerte de charlar un rato contigo cuando tenías setenta recién cumplidos diría que ahora tienes más arrugas que antes, como impone el paso del tiempo. Tú siempre dijiste que nunca pasarías por el quirófano como todas esas estrellas de Hollywood embalsamadas que se pasean por el celuloide. Sin embargo, como el título de esta película, la verdad es siempre escurridiza. Y aunque tú niegues que te has hecho un lifting, siempre habrá quien diga que Robert Redford miente. Basta con perderse en el detalle, y machacar con él. Y a fuerza de decirlo se creará una falsa verdad.
En el periodismo político, como cuenta esta película, eso ocurre continuamente. En La verdad ejerces de Dan Rather, aquel veterano periodista de la televisión estadounidense que fue forzado a jubilarse tras lo que se llamó el Rathergate. En 2004, en plena campaña electoral, cuando Bush aspiraba a ser reelegido y los estadounidenses vivían sumidos en una nube ciega y tóxica de patriotismo bélico extremo, el programa 60 minutes de la CBS emitió un reportaje sobre cómo Bush se había escaqueado de ir a Vietnam consiguiendo un enchufe para meterse en la Guardia Nacional y además había tirado de amigos de papá para no aparecer nunca por allí. Era la época en la que su rival electoral, John Kerry, era acusado de no ser un héroe de guerra como decían las medallas que ganó precisamente en Vietnam. Total, que una célebre periodista, Mary Mapes, la misma que metió las imágenes de Abu Ghraib por primera vez en la casa de los estadounidenses a la hora de la cena, trató de arrojar algo de luz sobre el asunto de la vidorra que se pegó Bush mientras el resto de jóvenes de su edad perdían la vida o la cabeza en la selva vietnamita y aquello acabó en carnicería: Mapes y todo su equipo fueron despedidos y Dan Rather, presentador del programa y voz oficial de la verdad durante décadas, fue obligado a jubilarse. Aunque habían presentado varios testimonios de políticos y militares reconociendo en cámara cómo habían enchufado a Bush y cómo le dejaron hacer lo que le dio la gana, Mapes utilizó unas cartas en las que altos cargos militares de la época comentaban aquel chanchullo pero cuya veracidad nunca llegó a ser comprobada y la blogosfera, en la que entonces nacían impetuosos los trols (probablemente orquestados desde la sombra por el neocon Karl Rove), hizo el resto. Mapes fue acusada de mentirosa y sectaria, Rather también y la seriedad de la CBS fue puesta en duda. Dos semanas después de la emisión, Dan Rather era obligado a pedir disculpas en nombre de la cadena por no poder confirmar la veracidad de las cartas y se abría una investigación interna que acabó con el despido fulminante de Mapes y la jubilación forzosa de Rather. No está de más decir que la CBS, como todas las grandes empresas mediáticas desde los años noventa, tenía conexiones demasiado sabrosas con el Partido Republicano como para permitir que uno de sus periodistas estrella mancillara la reputación del candidato que más les interesaba que ganara. Y tampoco sobra decir que nunca se probó que las cartas fueran falsas.
Los periódicos ya no están dispuestos a tener a dos personas trabajando en el mismo tema durante dos años. Quieren resultados inmediatos, ya no les preocupa la calidad
¿Tiró Bush de enchufe para no ir a la guerra mientras ahora se las daba de patriota? La pregunta, en plena guerra de Irak y en elecciones, no era baladí, pero la prensa no la hizo. El escándalo se limitó a cuestionar la veracidad de las cartas, alejando así la atención de lo verdaderamente importante: un reportaje que se hacía preguntas sobre Bush y cuestionaba su pasado. Quien siga hoy la prensa encontrará muchos paralelismos: continuamente la atención se dirige, sobre todo en política, hacia nimiedades. Lo importante es que no se hable de lo importante. El caso de Guillermo Zapata y sus tuits podría ser un buen ejemplo.
Tú, querido Robert, fuiste protagonista y productor de la película Todos los hombres del presidente. Dos tipos investigando durante casi tres años un tema aparentemente menor que resultó ser tan crucial que obligó a un presidente a dimitir: el Watergate. Periodismo como servicio público. Un concepto que murió el día que los medios comenzaron a cotizar en Bolsa. “Los periódicos ya no están dispuestos a tener a dos personas trabajando en el mismo tema durante dos años. Quieren resultados inmediatos, ya no les preocupa la calidad y el problema es que el buen periodismo requiere esfuerzo, constancia, tiempo y no debería hacerse con el objetivo de un triunfo rápido sino de llegar hasta el fondo de los hechos". Lo decía hace apenas cinco años Bob Woodward, el periodista al que tú diste vida en aquella película. Ni siquiera Mary Mapes o Dan Rather tuvieron tiempo de hacer bien su trabajo: la CBS adelantó varias semanas la emisión de su reportaje porque les venía bien emitirlo antes porque no tenían otra cosa. Y desde entonces no hemos mejorado: ahora hasta se publican noticias falsas continuamente de las que nadie se hace responsable y que igual que aparecen en una web desaparecen a las dos horas.
En fin, querido Robert, como cada vez resulta más difícil leer la prensa y saber cuál es la verdad espero al menos que tus arrugas no mientan. Si tú también te has hecho un lifting el mundo está un paso más cerca de implosionar.
Querido Robert, el otro día vi tu rostro sin lifting en una película titulada La verdad.
Fue un alivio ver que tus arrugas siguen ahí, sólidas, profundas, impertérritas. En la prensa rosa hace unos...
Autor >
Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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