1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Pobres otra vez

Una mujer legal

María José. 53 años. Cartera comercial. Barrio de La Prosperitat. En 2007 ganaba 1.700 euros. Hoy no llega a mil.

Guillem Martínez Barcelona , 5/03/2015

Malagón

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

-EL ÁRBOL DE LA VIDA. Y DE LA MUERTE. Barcelona. Metro. Voy al populoso barrio de La Prosperitat, a hablar con María José. De dinero. Bueno, no. De su sueldo. El sueldo no es dinero, propiamente. El dinero es una suerte de fruto. Unas personas lo tienen en casa, en una suerte de frutero. Otras, las más, lo recolectan de un árbol, llamado salario. Aprovecho que aún me faltan otros 10 minutos para llegar a La Prosperitat para explicarme a mí mismo lo que sé de ese árbol. Como estoy en el subsuelo, opto por el método arqueológico y me remonto al siglo III AC. 

-HISTORIA DE UNA CIUDAD Y DE UN SALARIO. Donde ahora miras y ves Barcelona, hasta hace poco se suponía que había cuatro íberos layetanos. Ahora se sabe que no eran cuatro, sino la tira. Practicaban el comercio. Cerca de la costa se han encontrado silos grandotes. En cada uno cabe lo que podía contener un barco griego. Los griegos eran unos tipos listos. Se llevaban el grano a cambio de cerámica y vino. En un primer momento era cerámica chachi. Pero luego fueron dando el cambiazo. Según vas subiendo en los estratos arqueológicos de las excavaciones, la cerámica es cada vez de menor calidad. Posiblemente, como el vino. La cerámica de los estratos más modernos es sólo útil para bailar sirtakis, crash. Los griegos, en fin, hacían con los íberos y la cerámica lo que los comancheros de las pelis con los comanches y el agua de fuego. Tomar el pelo. Luego vinieron los romanos, que hicieron parecer a los griegos unos filántropos. Fundaron una colonia, el tipo de urbe romana más cutre, y la llenaron con exlegionarios itálicos. Venía de luchar contra los cántabros y tenían síndrome del norte. Introdujeron algo que hasta entonces sólo se había intuido: el sistema monetario. Luego vinieron los visigodos. Construyeron la última brutalidad que les faltaba por ver a aquellos nativos. Un palacio real. Y los árabes. Y los francos. En el medievo empezó a brillar con luz propia una estructura barcelonesa propia. Los gremios. Había gremios para todos los oficios. Incluso para el de mendigo. Los gremios lo regulaban todo. La vida privada y la vida pública. Fijaban, por ejemplo, todos los tramos de sueldo en un oficio, o que un aprendiz durmiera en el suelo de la tienda o la factoría. En el siglo XVIII, tras una guerra civil en la que España perdió sus posesiones industrializadas en Europa, Barcelona ve el filón e inicia un proceso de industrialización febril. Es una ciudad derrotada, rodeada por dos fortalezas militares, que periódicamente atacan a la ciudad, y estrangulada por una muralla del siglo XIII. En pocas hectáreas, una ciudad más densa de lo decoroso amontona viviendas insalubres y fábricas. La tira de fábricas. Lo bueno de las fábricas es que pagan bien, y envían al garete los gremios. No ordenan a sus obreros cómo vivir, cómo vestir, dónde dormir, cuándo casarse. Resultan idílicas.  

-ME IMAGINABA QUE LA PROSPERITAT ESTABA MÁS CERCA. En los años 30 del siglo XIX, al parecer ya no son tan idílicas. Se produce entonces una revolución liberal en Barcelona. Los fabricantes, liberales, están contentos. Hasta que algunos obreros se alejan de la fiesta y queman una fábrica, la joya de la corona, el primer vapor de la península. Algo pasa. Sucede que Barcelona está mal ubicada. Carece de carbón y de una capacidad competitiva frente a otros focos industriales europeos. El beneficio se extrae del sueldo de unos obreros, que cada vez compiten con más y mejores máquinas, más baratas que ellos. Hasta los años 50 del siglo XIX, se incrementa la tensión entre personas, sueldos y máquinas. También, vía sueldo y acceso al trabajo, se incrementa la miseria. Ildefons Cerdà, el urbanista que creó el ensanche de Barcelona, un socialista utópico militante del emergente radicalismo federal, hizo una encuesta sobre hábitos de la clase obrera barcelonesa, para corregirlos vía urbanismo.

Gracias a ella sabemos que una familia invertía su sueldo en el alquiler de una habitación, en ingerir carne –casquería- una vez a la semana, y en sustentarse el resto de los días con pan, fabricado en parte con serrín. En los siguientes años se funda el primer sindicato de la península, se produce la primera huelga general por aquí abajo. Un general que se llama Zapatero imprime un nuevo talante en la situación y fusila, por primera vez, a un líder sindical. Por el mismo precio, practica los primeros fusilamientos masivos de civiles con tecnología local. Se trata de huelguistas. Los mata en mitad de Las Ramblas, para dar escarmiento, dice. En 1868, con la primera revolución democrática, esos obreros salen del armario. Sabemos que leen a Proudhom, que se autodenomina socialistas y que son republicanos y federales. Con la Restauración, se retoma la represión, esa cosa que garantizaba que el éxito industrial barcelonés se sustente en el sueldo de los obreros, que no da para mucho. Los obreros, a su vez, no ganan ninguna huelga ni adquieren ninguna mejora, salarial y de las otras, hasta 1910, cuando nace un nuevo sindicato, la CNT –el grueso del tiempo, hasta la República, será ilegal-, que no utiliza las cajas de resistencia. Hace las huelgas a pelo, algo dramático, pues no hay sueldo ni dinero para resistir. Es brutal. Pero, por fin, efectivo.

La vida de un asalariado era, en general, más brutal que efectiva. Verbigracia: para solucionar el problema de la vivienda nace en esta época un nuevo negocio en la ciudad. Se trata de una habitación con una cuerda gruesa de pared a pared, a la que un obrero soltero puede acceder a dormir. Para ello, a cambio de unas monedas, se cuelga de la cuerda a través de los sobacos. Y duerme. En 1919 el nuevo sindicato gana algo inusitado, tras 44 días de huelga salvaje. La jornada de 8 horas. Varios centenares de obreros sindicados mueren en la siguiente década, a manos de pistoleros de una patronal que confía sus beneficios en jornadas largas y salarios cortos. La primera huelga durante el franquismo se hizo y se ganó en 1943, justo después de lo de Stalingrado. Una fábrica de mujeres ganó una mejora salarial. En los años 60 nace un nuevo sindicalismo. Se importa de Asturias. Se trata de una comisión de obreros que se forma ante un conflicto puntual, y negocia con la patronal, respaldada por una huelga. Acostumbran a ganar. Entre los años 60 y 70 se produce un pico de conflictividad laboral en Europa.

Barcelona y el resto del Estado se suman a ese pico. Y lo prolongan unos años más que en Europa. Hasta los Pactos de la Moncloa, firmado por los sindicatos, cuando se produce un descenso absoluto de conflictividad laboral. Y una progresiva institucionalización de los sindicatos. En 2015 están tan institucionalizados que se descubre que CC.OO., la institucionalización de aquellas comisiones de obreros de los 60’s, ha cobrado de la banca a cambio, se supone, de evitar conflictos. En los 80’s se produce un proceso de desindustrialización, sugerido por Europa. Seat, la empresa emblema de Barcelona, se vende a una firma alemana por un precio simbólico. Los sindicatos no protestan. O sólo protestan. En el siglo XIX las fábricas estaban en tu calle, hasta la Guerra Civil en tu barrio. En el franquismo, ya no estaban en tu barrio. Hoy no se sabe dónde están. Vas por la calle y no sabes dónde trabajan o qué cobran los transeúntes. He quedado para hablar de todo ello, es decir, de su salario, con María José, aquí, en LA Prosperitat. Donde, yupi, ya he llegado. Con 20 minutos de retraso. 

-MARÍA JOSÉ Y LAS ESTADÍSTICAS. A la salida del metro me encuentro con Maria José. Es una mujer sobre la cincuentena, bajita, con cara divertida que, en este preciso instante, modula el rostro de alguien que ha estado 20 minutos esperando a alguien. Le pido disculpas. Me las acepta. Nos vamos a comer a su casa. Ella cocina. Yo pongo el vino. La idea es que me explique su vida, que me explique lo que le ha pasado a su sueldo y a ella. Las estadísticas no lo explican. Las estadísticas, en fin, son como los bikinis: enseñan cosas importantes, pero esconden lo fundamental. Por ejemplo, si en un matrimonio formado por un hombre que gana 2.000 euros, y una mujer que gana 1.000, ella pierde el trabajo, la media de los sueldos de esa casa, en términos oficiales, pasará de ser 1.500, a ser 2.000 (se dividen los sueldos por el número de sueldos). Que tiene guasa. Otros indicativos estadísticos, tienen, no obstante, menos gracia. España es el país del mundo con mayor desigualdad salarial, aumentada con la crisis. La crisis, al parecer, lo ha cambiado todo. La punta salarial española se produjo en 1993, un momento en el que el sueldo medio consistía en 21.079 euros anuales. En 2009, con la crisis, el sueldo medio era de 20.920. En 2013, glups, de 18.505. Las cifras oficiales de la caída salarial se fijan en torno a un 12% desde que empezó la crisis. Pero eso es una media. Los directivos, en el mismo periodo, han sufrido una rebaja media del 4,75%, mientras que la rebaja en los asalariados jóvenes ha sido del 28,7%, que se dice pronto.

Cuesta saber, en verdad, qué recogen del árbol salarial los asalariados. Por ejemplo, antes de la crisis, los asalariados dependientes de un convenio eran 5 millones. Ahora son poco más de 3,5 millones, un 44% menos. Lo que indica que hay asalariados que han dejado de existir, o que resulta difícil saber lo que cobran realmente. Más datos de peli de miedo, que orientan sobre una reducción salarial más severa de lo apuntado: el 12% de los asalariados están en peligro de exclusión –preciosismo que se podía traducir como a punto de irse al guano-. Es un porcentaje sólo superado por la Marca Grecia y la Marca Rumania, y que cuadra con este otro dato escalofriante: desde 2008 España es el segundo Estado en la cabeza de la desigualdad social, echándole el aliento a Letonia, ese laboratorio de la humanidad. Esta mañana a primera hora, un 1% de ciudadanos posee la misma riqueza que el 70% de la población. Socorro. María José y yo seguimos caminando. Para romper el hielo, nos ofrecemos un cigarrillo a la vez. Hablamos de la vida. Descubrimos que hemos cambiado de marca de tabaco varias veces, desde 2008. Yo, incluso, en algún momento, he intentado fumarme un pie. De pronto, María José dice, categórica: “Ya hemos llegado, esta es mi casa”.

-EL 70%. María José vive con su hija, Clara, de 24 años. “Vivía con su pareja, pero ahora ha vuelto. Precisamente ahora”. Y le echa una mirada de dibujos animados a su hija. María José y Clara optan por esa forma de quererse del Sur, que consiste en no decir te quiero. Mola. Clara, la hija, estudia. No tiene ingresos, salvo una pensión de orfandad de poco más de 100 euros. En España se le llama pensión a lo que en otras culturas se le denomina a cuando alguien se equivoca a tu favor con el cambio. Estaba a punto de empezar a trabajar como monitora en un comedor escolar. Pero entonces, zas, empezó a haber recortes en los comedores escolares, cada vez con menos niños. Me voy con María José a la cocina, a ultimar la comida. Estofado de sepia. A mí me toca cortar las patatas. Como todas las mamás en el trance de hacer estofado, María José quiere las patatas rotas, no cortadas. Estoy en ello, mientras me explica su trabajo. Es cartera. O paracartera. O cartera comercial. Trabaja para una gran empresa del sector. Ficha a las 6 am. De 6 a 8 se lo pasa clasificando cartas. A las 8.30 desayuna. A las 9 ya está en la calle, repartiendo. Hasta las 15.00. “Es el trabajo de un cartero, con menos peso, pero con más área a repartir. Camino mucho”. Ella empezó a trabajar en los 90. Hasta entonces el reparto lo hacían hombres. Al principio, pagaban muy bien. Un hombre se podía sacar 10.000 de las futuras pesetas en un día de reparto. Ella empezó como auxiliar de reparto. Cobraba 16 pagas de 90.000 pesetas, algo menos que los hombres. Y con horarios manguis, que le hicieron perderse parte de la infancia de su hija. En el 2000 la hicieron fija. Unos 1.000 euros al mes. “Pero entonces vino el euro, el redondeo y aquella subida de precios descomunal. No podía ahorrar”. Aun así, la vida mejoró. En verano se iba de vacaciones –“las pagaba a plazos”- con su hija. Su vida y la educación y el cuidado de su hija ganaron calidad. Con la crisis todo cambió.

-LO LEGAL TAMBIÉN MATA, Y ENGORDA. En 2010 aún no eran perceptibles los ajustes salariales. Ella, por entonces, cobraba 1.700 brutos. “No estaba mal. En mi empresa hay varias escalas salariales. Yo estoy en la más alta. En la más baja se cobran de 700 a 800 euros”. Al año siguiente, en 2011, aún hubo una subida salarial. Fue la última. En 2012, la plantilla sufrió un ERE parcial. EN 2013 una bajada salarial del 10%, y en 2014, otra de otro 10%. Esta mañana a primera hora cobra 1.400. Suena a sueldo apañado, pero no lo es. Las pagas extras trimestrales han quedado incorporadas al salario. Y, por otra parte, la realidad de su salario no se entiende sin el concepto ERE parcial, que me explica. “En 2010, antes de la última reforma laboral, se nos aplicó un ERE temporal. Poca cosa, 1’30 horas diarias, que te las pagaba la Seguridad Social sin ninguna contrapartida”. Posteriormente a la reforma, ese tipo de ERE temporal, ese tiempo en el que no trabajas, te lo sigue pagando la Seguridad Social, pero a costa de tu prestación por desempleo. Vamos tú mismo te pagas tu sueldo. En el caso de María José, tres mensualidades al año. En 2012, hubo ERE temporal durante tres meses. En 2014, cada dos meses de trabajo normal, pasaba un mes de ERE temporal. Además de consumir su hipotética futura prestación por desempleo, la situación adquiere otros barroquismos. “Al trabajar para dos empleadores, pues se considera que la Seguridad Social es mi empleador en los meses de ERE temporal, Hacienda nos aplica otros baremos”. Así, en 2013, por primera vez en su vida, no recibió ningún tipo de devolución en su declaración de IRPF, y el año pasado, también por primera vez, tuvo que pagar a Hacienda. “Si juntas esos pagos a la rebaja real de tu sueldo, se te queda en 1.000 euros”. Pagados, además, de manera desordenada. Los meses de ERE temporal, en los que tu pagador es la Seguridad Social, y no tu empresa, los pagos se realizan el día 5. “Para entonces, los que pagan hipoteca, ya la tienen impagada, por lo que han de sumar a su rebaja salarial la sanción del banco”. 

-LA VIDA DEL 70%.  María José me explica la vida de una persona que ha pasado, en cinco  años, de ganar 1.700 euros mensuales a ganar, efectivamente, 1.000. “Recibo ayuda puntual de la familia. Los sábados, mi hermana se pasa por aquí y nos trae la carne que comemos. Ella no tiene hijos”. Ha sufrido pobreza energética, es decir, cortes de suministros. “Permito que me corten el teléfono, cuando no puedo pagarlo. Pero una casa no puede estar sin agua y sin luz. Cuando no he podido, he tirado de Visa, o he pedido a la familia. Debo algún recibo de escalera”. Esas deudas son, también, otra rebaja salarial extra. María José me enumera más cambios en su vida. “Hace dos años que no tenemos dentista. Compramos poca ropa, y en rebajas. La comida la compro en Mercadona o en Dia, dependiendo de las ofertas. No hay Navidades. No hay Reyes. Bueno, algo para mi hija siempre cae. Nada más”. Le pregunto cómo hubiera sido nuestra comida, la comida que me ha guisado –por cierto, estupenda-, si nos hubiéramos conocido antes de 2010. “No hubiera sido congelada”, me dice.

-HISTORIA DE UN PAÍS Y DE UN SALARIO. En 2007 se inició una crisis financiera. El Gobierno rescató a la banca. Eso supuso el fin del bienestar. Una forma de democracia que aquí abajo duró una treintena de años. La crisis económica afectó en primer lugar a la construcción. Se vieron niveles de desempleo como no se veían desde que, en los 80, España se desindustrializó. Un indicativo de que la única industria posterior a aquella barbarie fue la construcción. En esta crisis, no se han creado modelos que den trabajo a esas personas. Es más, se ha emitido legislación laboral que recorta derechos y salario. La sensación es que el sueldo vuelve a ser la mayor fuente de beneficios para las empresas. Que nos dan cerámica chunga en vez de cerámica buena. Que nos tratan como los comancheros. Que nos dicen dónde tenemos que dormir, y que a veces no es en casa. Los sindicatos vuelven a no tener cajas de resistencia. Pero porque ya no saben lo que es una caja y la resistencia. Parece que todo el mundo ha olvidado que sólo se vive una vez. Antes de irme de su casa, María José me explica cómo vive esa única vez: “Tengo miedo. Tengo 53 años, cotizo desde los 14 y me veo anciana y con una mano delante y otra detrás. Trabajo y soy afortunada por ello, pero la situación es insostenible, y no creo que llegue a la jubilación”. Me formula, con esa sobriedad de las mujeres –los hombres somos más reacios a mirar de frente el mal rollo-, con estas palabras, que tal vez dibujan ese nuevo tipo de asalariado que se está imponiendo desde 2007, cuyo sueldo no se ajusta al esfuerzo invertido y a las necesidades cotidianas: “Antes, siempre estaba en la calle. Hoy, no salgo. No tengo dinero y no quiero que me inviten. No me muevo. Me he engordado. Lo único que hago, mi única vida social es ir a las manifestaciones”. La Prosperitat. Barcelona. Metro.

-EL ÁRBOL DE LA VIDA. Y DE LA MUERTE. Barcelona. Metro. Voy al populoso barrio de La Prosperitat, a hablar con María José. De dinero. Bueno, no. De su sueldo. El sueldo no es dinero, propiamente. El dinero es una suerte de fruto. Unas personas lo tienen en casa, en una suerte de...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Guillem Martínez

Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo) y de 'Caja de brujas', de la misma colección. Su último libro es 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama).

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí