1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Soberanistas de todos los países, uníos

Levantar organizaciones de todo tipo, sindicatos, centros sociales o cooperativas tiene poco o nada que ver con hablar de los pobres y con prometerles un Estado y un gobierno que les protegerá en sus vidas precarias

Nuria Alabao / Emmanuel Rodríguez 10/07/2019

<p>You don't hate Mondays, you hate capitalismo.</p>

You don't hate Mondays, you hate capitalismo.

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.

La política moderna se organiza en bloques ideológicos. Hablamos así, sobre todo, de izquierda y de derecha, o de izquierdas y derechas. No obstante, la formación de un bloque ideológico dista mucho de ser coherente. A pesar de su apariencia de solidez, las ideologías y aún más las constelaciones ideológicas suelen ser un complejo abigarrado de elementos dispares, en el que coinciden procedencias diversas, intereses contradictorios, aspiraciones de nuevas élites del Estado y malestares sociales siempre abiertos a distintas lecturas. En cierto modo, toda ideología es un pastiche y una chapuza que se presta a pretensiones nunca del todo claras. Y sin embargo, de lo que no cabe duda es de que detrás de toda ideología hay una aspiración relativamente coherente de ordenación del mundo.

Es lo que ocurre con lo que podemos dar el nombre de “soberanismo”. Se dirá que el soberanismo ni siquiera responde a una voluntad coherente; que hay soberanistas de izquierdas y de derechas, de aspiración democrática y neofascista, socializantes y nacionalcapitalistas. Y en efecto, en el soberanismo emergente, que hoy recorre Europa y EE.UU., se reconocen viejos republicanos y viejos conservadores, comunistas nostálgicos y aguerridos neofascistas del nuevo orden nacional, socialistas convencidos de que el welfare solo puede ser nacional y jóvenes nacionalistas que se afirman en sus presuntas raíces culturales, neoconservadores defensores de la familia y femonacionalistas que aborrecen del machismo de los “atrasados” inmigrantes, especialmente si son musulmanes. Apenas se pueden considerar unos elementos comunes, pero los hay. El primero y fundamental es el rechazo de lo que llaman “globalismo”: entiéndase, la fase de globalización económica iniciada en los años setenta y que comprende la financierización de la economía y la fragmentación y deslocalización de las cadenas de valor a nivel planetario: un producto cuyos materiales vienen de Zambia, Uzbequistán y Australia, se fabrica en Vietnam, se ensambla en China, se empaqueta en España, etc.

El diagnóstico común al soberanismo es que este capitalismo globalista empobrece a los viejos países europeos (así como a Estados Unidos), destruye el empleo industrial, arruina a sus Estados por la evasión fiscal transnacional y apenas favorece a una minoría conectada con estos flujos, cada vez más desarraigada de sus países de origen. El proyecto soberanista implica, por tanto, un retorno a lo conocido y cercano, frente a la incertidumbre del nuevo capitalismo financiero y su gobierno desencarnado. “Tomar el control”, “recuperar lo que es nuestro”, en definitiva, volver al Estado-nación, construirlo cuando no está. En ocasiones, el discurso de la recuperación de la soberanía aspira a una presunta democracia perdida; en otras, la vuelta a una comunidad nacional imaginada. En este último caso –a veces también en el primero–, culturalmente, el enemigo es un “cosmopolitismo” sin heimat (la tierra natal que inspirara la revolución conservadora alemana de la primera postguerra). Las resonancias con el viejo antisemitismo, del judío errante y confundido en el capitalismo global, no deberían sorprender. Al fin y al cabo, el soberanismo es una enfermedad de la vieja Europa.

 entre la clase real (no imaginaria) y la izquierda obrerista hubo un desencuentro casi constante

Interesa, no obstante, revisar el soberanismo apellidado de izquierdas, revisar algunos de sus lugares comunes, y observar cómo se alinean elementos, en principio muy heterogéneos, antes de comprender su posición –¿antagónica?, ¿funcional?– a lo que seguramente es un desplazamiento de las formas de gobierno a escala planetaria. El punto de partida del soberanismo de izquierdas es una crítica interna, crítica a lo que se considera que es la posición hegemónica en la izquierda. Su ataque se concentra en el globalismo liberal. La acusación es que la izquierda mayoritaria ha abandonado a los pobres, a la clase obrera, a los desfavorecidos, en pro de la celebración global y cosmopolita de la diferencia y de los derechos civiles. Según su relato, la agenda se ha desplazado del enfrentamiento con el capital global a movimientos como el feminismo, el LGTBI, el antirracismo, etc. Demasiado cómoda en este festejo multicolor, la izquierda se ha ido separando de sus conciudadanos trabajadores, más groseros y machistas que sus nuevos amigos de las mil diferencias.

Como ocurre casi siempre en cualquier movimiento reactivo, esta crítica tiene su momento de verdad. Reconoce en lo “progre” una hipocresía: la colaboración de décadas de gobiernos y partidos de izquierda con políticas de expolio financiero, al tiempo que se desmantelaban los viejos sistemas de bienestar. Falla –nos tememos que de forma intencionada– a la hora de señalar a sus responsables. En colaboración con conservadores de toda ralea construye enemigos de cartón piedra, mete en un mismo cajón a partidos, intelectuales, opinadores, con esa misma constelación de movimientos sociales. Movimientos que muchas veces han sido durante décadas la única oposición real a esas políticas neoliberales y que se han partido la cara con gobiernos tanto de izquierdas como de derechas para ampliar aunque fuera mínimamente el campo de los posible. Todo ello en sociedades, que por mucho que se prediquen liberales, siguen atrapadas en sus viejos fantasmas.

La clase hoy es plural

Un elemento que se deduce de esta crítica es lo que podríamos llamar “obrerismo”. El punto de apoyo de los nuevos soberanistas es la clase obrera, o trabajadora, o desfavorecida, según se prefiera. Sea como sea, se reconoce aquí una suerte de fetichismo de clase, que corresponde con un arcaísmo. El único molde disponible para estos nostálgicos es la vieja clase obrera industrial europea. Habría que hacer un breve análisis histórico de esta clase –y sus contradicciones–: de sus luchas contra el trabajo en los años setenta, de la colaboración de los partidos comunistas –los partidos de clase– en su derrota y en la aceptación de la disciplina de fábrica durante la crisis –en España los Acuerdos de la Moncloa de 1977–, de la heroína que como un sarpullido recorrió los barrios obreros desde 1977-1979 mientras mucha de esta izquierda obrerista miraba con indiferencia o desprecio a estos jóvenes, etc. No hay tiempo. Baste solo señalar que entre la clase real (no imaginaria) y esa izquierda obrerista hubo un desencuentro casi constante.

Las dudas más serias surgen, sin embargo, cuando se considera lo que es la clase trabajadora “realmente existente”. Y ¡oh! sorpresa, está hecha de un inmenso precariado de los servicios y la logística, mucho más que de la industria: precariado formado principalmente por mujeres y migrantes, y por no pocos gays, lesbianas, trans, negros, amarillos y marrones. La diversidad –¡qué paradoja!- es hoy la forma de la clase. Cualquier política soberanista que se lance sobre la defensa de los nacionales contra los extranjeros, tendrá el inevitable efecto de atacar los hilos de solidaridad, escasos pero reales, que existen dentro de esta complejidad. Los únicos capaces de generar vínculos a partir de las precariedades vitales que nos atraviesan y las luchas a las que dan lugar, y que por fuerza tienen que ser la base de nuevas articulaciones de “clase”.

Al lado de este obrerismo fetichista y poco simpático, el nuevo soberanismo de izquierdas ensalza lo “popular”, que se tiende a confundir con la nación. La izquierda soberanista funciona según la vieja lógica maoísta de la discriminación de la contradicción principal, antepuesta a aquellas consideradas secundarias. La contradicción principal es, cómo no, la del capital-trabajo, ahora bajo la forma de pueblo-globalismo: todas las demás son secundarias y dividen a la clase-pueblo. El objetivo no es otro que la toma del Estado y la utilización del mismo en un programa de socialismo democrático, que bien recuerda al eurocomunismo de los años setenta: control de capitales, banca pública, nacionalización de sectores estratégicos, etc. Merecería la pena considerar la oportunidad de este programa en los tiempos de la fábrica global fragmentada, y en una economía como la española en donde entre el 20 y el 25% del consumo depende del turismo y de rentas y plusvalías inmobiliarias altamente globalizadas. Otro debate pendiente. 

La cercanía  del soberanismo con el rojipardismo (conjunción de izquierda y fascismo) es de solo medio paso

Valga decir, por el momento, que esta operación de enfrentar al pueblo contra la oligarquía financiera y globalista requiere de la unificación de ese mismo pueblo. Si recuerdan a Errejón –que durante un tiempo pretendió ser la síntesis entre la izquierda progre y la nueva izquierda soberanista con el nombre de “populismo”– se trata de “construir pueblo”. El soberanismo no puede, por eso, dejar de ser nacionalista. Aún en su versión de izquierdas, la cuestión de las migraciones se presenta como un nudo problemático, y a la postre irresoluble: el migrante sigue siendo extraño al pueblo, quien en el mejor de los casos tardará mucho en integrarse y quien siempre “compite” por los salarios. La cercanía  del soberanismo con el rojipardismo (conjunción de izquierda y fascismo) es de solo medio paso.

Un ejemplo claro en este sentido es el femonacionalismo que también tiene una versión “de izquierdas”, punto de convergencia entre la extrema derecha del continente y cierto feminismo. En esta construcción, los migrantes implican una amenaza, se dice, porque nos quitan el trabajo. Además son un peligro para las mujeres –y sus derechos–: el migrante, el musulmán, es opresor o violador en potencia. Las musulmanas, en esta ecuación, son únicamente consideradas en su condición de víctimas que hay que salvar. Curiosamente, su nuevo lugar, una vez “liberadas” del patriarcado islámico, sería el de trabajadoras domésticas, mano de obra barata y explotable, disponibles para salvar la crisis de cuidados, ahora en carne viva en las envejecidas sociedades europeas. La participación de cierto feminismo en este discurso islamófobo –los musulmanes son para los neofascismos lo que fueron los judíos para el fascismo clásico– constituye un refuerzo inestimable para la legitimación ideológica de las posiciones subalternas de esta mano de obra migrante y feminizada. Clase obrera también, y también invisible o desechable.

La geografía de la hostilidad del soberanismo es por tanto compleja y no está exenta de peligrosas ambigüedades. En lo alto, la élite globalista, simbolizada como también para los neofascistas en “Soros”, el plutócrata cosmopolita. A su lado, la izquierda “progre” satisfecha con la sofisticación de la multiculturalidad, de la diversidad sexual, de la continua invención digital mientras consiente reformas laborales y recortes. Por abajo, los “otros pobres”, que tienen ropajes diversos, pero casi siempre coinciden en la figura del migrante.

los musulmanes son para los neofascismos lo que fueron los judíos para el fascismo clásico

Por eso, conviene considerar esta izquierda en una clave compleja, que va más allá de su presunta necesidad y de las posiciones internas a su discurso. Estamos efectivamente en una crisis de gobernabilidad de escala planetaria. Por resumir: el neoliberalismo aplicado a la construcción de un mundo sin trabas para el dinero no ha sido capaz de generar instituciones de regulación fiables a medio plazo. Su compañero político de “izquierda”, la gobernanza liberal, que tendía a incluir derechos y diferencias, no es capaz de controlar y desviar ya los malestares sociales.

Entre la panoplia de opciones, parece que se construye una nueva forma de gobernanza en clave nacional-nacionalista, así como vagamente proteccionista y neowelfarista. Es del todo dudoso que esta sea capaz de una reversión, siquiera modesta, del modelo neoliberal. Véase en este sentido, los límites del Gobierno Trump, por no hablar de la opereta italiana Cinque Stelle-Salvini. No obstante, la izquierda soberanista puede ser tan sensible y funcional a esta nueva forma de gobernanza como lo es la izquierda progre al extremo centro liberal.

De hecho, lo que la nueva izquierda soberanista comparte con la izquierda liberal es justamente que las dos son izquierdas. Tratan de ofrecer un producto al público, de construir discurso, de representarlo institucionalmente con políticos, periodistas y profesionales de la opinión, y llegado el caso, de formar un gobierno con esos colores que será tan impotente como los anteriores en lo que a modificaciones reales del campo económico se refiere. De lo que ambas izquierdas carecen –y si no miren “los puntos de emisión”, básicamente políticos, periodistas e intelectuales– es de capacidad y voluntad de convertir los malestares en luchas y movimientos.

A la vez que mantenemos, por tanto, la crítica al progresismo inane es imprescindible recordar a soberanistas y rojipardos que no necesitamos consejos morales acerca de los compatriotas pobres. Lo que necesitamos es construir los puntos concretos de lucha y combate en cada lugar de fricción. Levantar organizaciones de todo tipo, sindicatos, centros sociales o cooperativas –y las movilizaciones y luchas que les acompañan–, tiene poco o nada que ver con hablar de los pobres y con prometerles, por enésima vez, un Estado y un gobierno que les protegerá en sus vidas precarias. Ese es el verdadero debate; un debate en el que nos lo jugamos todo.

CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autora >

Nuria Alabao

Es periodista y doctora en Antropología Social. Investigadora especializada en el tratamiento de las cuestiones de género en las nuevas extremas derechas.

Autor >

Autor >

Emmanuel Rodríguez

Emmanuel Rodríguez es historiador, sociólogo y ensayista. Es editor de Traficantes de Sueños y miembro de la Fundación de los Comunes. Su último libro es '¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el régimen de 1978'. Es firmante del primer manifiesto de La Bancada.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

7 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. jose

    Pues me he quedado como estaba.

    Hace 4 años 8 meses

  2. cayetano

    Entender el punto de partida más acuciante, es lo que hace José María Martín Pallín en el artículo "el nuevo triángulo de las Bermudas en nuestra costa", que publica en Infolibre.es Un cordial saludo

    Hace 4 años 8 meses

  3. Anthem

    El Estado no protegerá a los pobres. Los protegerá Emmanuel. También organizará los aeropuertos con personal formado en ateneos populares. Y los hospitales con cirujanas voluntarias.

    Hace 4 años 8 meses

  4. cayetano

    Sí, proletarios ver del mundo uníos. Pero finalmente las revoluciones proletarias lo fueron en Estados no en el mundo. Y aunque hubieran sido en el mundo no habrían sido las mismas, como no lo fueron dependiendo del Estado en cuestión. Pero además probablemente también hubieran derivado en nomenclaturas, porque los medios de producción implicaban la delegación de la decisión, y no otra cosa que la capacidad de decidir es el núcleo que constituye al domine o señor, o dicho de otra manera a la propiedad, que sea privada o pública siempre sirve para excluir a terceros. Por ello es mejor observar dichos cambios desde perspectivas históricas desde el materialismo dialéctico y comprender que el esclavismo desapareció por la inercia del capitalismo a transformar la dependencia social aboliendo la personal del amo o señor feudal;. igualmente la incorporación de la mujer al mundo laboral del valor añadido y la formación profesional, además de su incorporación masiva han portado la igualdad de género, incluyendo una sinergia que abarca al movimiento gay, pues porta la igualdad de género y de identidad sexual. Igualmente hay que abordar la lucha contra el racismo y la inmigración, atendiendo a las contradicciones que la fomentan y dándoles contestación en la dimensión de la coyuntura histórica. Un cordial saludo.

    Hace 4 años 8 meses

  5. zyxwvut

    Por favor, señora Albalao y señor Emmanuel, lean esto, los enlaces incluidos, reflexionen y déjense de etiquetas pijo-progres sobre "rojopardismo". https://actualidad.rt.com/opinion/daniel-bernabe/319949-culpa-desconcierto-polemica-entrevista-fusaro

    Hace 4 años 8 meses

  6. Carlos Ávila

    Voy a repetirme comentado un artículo de Rodríguez, en este caso en compañía de Alabao, pero es que él también se repite. Una vez más hace un interesante análisis al que se podía matizar alguna cosa, pero no es esa ahora mi intención. Lo preocupante como siempre es el tipo de soluciones que propone. Así termina el texto: “Levantar organizaciones de todo tipo, sindicatos, centros sociales o cooperativas –y las movilizaciones y luchas que les acompañan–, tiene poco o nada que ver con hablar de los pobres y con prometerles, por enésima vez, un Estado y un gobierno que les protegerá en sus vidas precarias. Ese es el verdadero debate; un debate en el que nos lo jugamos todo.” ¿Quién las levanta?¿Cooperativas de qué tipo?¿Qué luchas implica la formación de cooperativas o centros sociales?¿Qué se hace con los sindicatos “realmente existentes”?¿No están construyendo castillos en el aire?¿No hay nada aprovechable en los partidos y grupos actualmente existentes? En fin, podría seguir preguntando. Una última: ¿Para cuándo un buen análisis de lo que la globalización ha supuesto para los países antes llamados del Tercer Mundo?

    Hace 4 años 8 meses

  7. cayetano

    La política no es ideologismo ni ética, aunque beba de éstas últimas. La historia no da saltos, aunque en ocasiones lo parezca. El esclavismo no fue derrotado hasta que el desarrollo del capitalismo y sus contradicciones no dejaron lugar a las relaciones sociales de dependencia directa, fuera al amo o señor feudal. Por eso, al abordar cualquier posición concreta ante el racismo, hemos de tener en cuenta: Punto de partida y posteriores avances que pretendemos. Correlaciones de fuerzas sociopolíticas. Cambios y contradicciones geopolíticas y económicas no satisfechas por las políticas convencionales sean alternativas o conservadoras. A partir de ahí, qué hacer para que avancemos a partir del punto de partida y creando alianzas sociales con nuevos sentidos comunes al dar respuesta a sus contradicciones. De jugar en y desde el terreno de la ética sin tener en cuenta estas consideraciones, probablemente lleguemos a la situación de Francia o a la de Italia, con colaboradores necesarios en el ahogamiento de tanto prójimo sin distinción en el Mediterráneo. Un cordial saludo

    Hace 4 años 8 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí